miércoles, 30 de marzo de 2016

1.6 MÉTODOS FILOSÓFICOS: MAYÉUTICA Y DIALÉCTICA




Como ya vimos, la filosofía como ciencia desarrolla métodos para investigar la verdad. Veamos algunos de ellos.

MAYÉUTICA O MÉTODO SOCRÁTICO
Sócrates (470-399 a. C.) y los llamados sofistas (entre los que destacan Protágoras y Georgias de Lontini) son los principales representantes de la etapa de la filosofía griega conocida como antropológica o humanística.
En esta etapa decae el interés por las viejas especulaciones cosmológicas de los presocráticos, y en su lugar aparece como tema central el problema del hombre y su relación con la polis.
El surgimiento y la consolidación de la democracia es un factor importante que nos permite explicar este viraje de la filosofía hacia el tema del hombre y su sociedad. La forma democrática del Estado reclama del político destreza para hablar en público, elocuencia para convencer a sus conciudadanos.
En las asambleas populares, en los tribunales y hasta en los puestos administrativos menos importantes, se requería dominar el arte del discurso, como ya lo hemos visto al analizar el logos como forma de expresión.
El instrumento de la acción individual era la palabra, lo cual implica un ejercicio autónomo de la inteligencia y de la voluntad. Éstas son, definitivamente las potencias que conducen la vida pública. El arte de argumentar y persuadir que Pericles —líder de la democracia griega— poseyó lúcidamente se hizo cada vez más necesario.
Los sofistas —sabios y maestros de la época socrática— se empeñaron en enseñar la retórica o arte de convencer mediante discursos persuasivos, elocuentes y emotivos. En última instancia, para los sofistas no importaba tanto la verdad sobre las cosas, sino el mero convencimiento de aquello que les interesaba probar, ya fuera falso o verdadero. A los sofistas se les atribuye la invención de las falacias o sofismas, argumentos lógicamente bien construidos pero que en el fondo son falsos.
Sócrates rechazó y combatió los métodos sofísticos; para el filósofo ateniense lo importante era la obtención de la verdad, definir las cosas con precisión y rigor. Su ideal era descubrir verdades universales, objetivas.
Así, el método socrático llamado, sugestivamente, mayéutica, se propone obtener conocimientos universalmente válidos, al igual que la ciencia.
Evocando a su madre, Faenarete, que era "comadrona", Sócrates concebía su método mayéutico como el arte de parir las ideas (de mayeuein, "parir, dar a luz") o heurística (de heuris ristiché, arte de descubrir).
El filósofo de Atenas acude puntualmente a la plaza pública (al Agora) a instruir a sus conciudadanos acerca de lo que más le interesa: la adquisición de la virtud, la formación moral de los individuos y el conocimiento de uno mismo, para ello, parte de la idea de que todos los seres humanos tienen el conocimiento oculto, soterrado en el interior de sus almas, por lo cual es necesario sacarlo a flote pero, ¿cómo llevar a cabo esta empresa? Sócrates se vale de preguntas pertinentes, de una forma dialogada por medio de la cual conduce a sus interlocutores a encontrar por sí mismos lo buscado, ya sea la noción de virtud, de valor, de justicia o de ciencia. Parte de experiencias concretas, de casos particulares y se va elevando, gradualmente, a ideas más generales (a este procedimiento se le llama "inducción").
Sócrates primero trata de interesar vivamente a sus interlocutores sobre determinado tema, saca a las personas de su ámbito cotidiano y las introduce aun diálogo filosófico. Formula, hábilmente, inteligentes preguntas; en un momento dado, los interlocutores se sienten acorralados y sorprendidos, no tienen elementos para contestar adecuadamente y así surge la ironía socrática que nos permite darnos cuenta de nuestra ignorancia, de nuestras equívocas respuestas. Sin embargo, con la ayuda del maestro, lograremos salir de los embrollos para acceder a un conocimiento, si no definitivo, por lo menos pausible y esclarecedor.
El filósofo que llega a resultados ciertos, que se eleva a las ideas de lo bueno y de lo bello, de lo justo y lo verdadero, no hace otra cosa que cultivarse, enriquecer el caudal de su sabiduría práctica.
Para Sócrates, el fin último que persigue la filosofía es la educación moral del hombre, la formación de buenos ciudadanos, por ello, las ideas que más le preocupan son las relativas a las virtudes éticas.
Para el creador de la mayéutica el recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a vivir moralmente.
·         Quien sabe lo que es bueno también lo practica.
·         Lo que llamamos maldad es fruto de la ignorancia.
·         Ningún sabio procede mal puesto que conoce lo que es bueno. Si la virtud deriva del conocimiento ello significa que puede ser enseñada.
Tales son los supuestos del intelectualismo ético propuesto por Sócrates.

DIALÉCTICA
Este método lo encontramos ya, por primera vez, en los antiguos griegos. Dialéctica es una palabra griega que significa diálogo y más propiamente disputa, su propósito es la búsqueda de la verdad. En este sentido, podemos decir que Sócrates era un filósofo dialéctico, porque utilizaba el diálogo para buscar la verdad.
Para Platón, la dialéctica se convierte en un método muy importante, nos conduce a una forma suprema de conocimiento que no se conforma simplemente con aceptar verdades establecidas, sino que trata de profundizarlas para establecer sus fundamentos últimos. Para Platón la dialéctica es el objeto del supremo entrenamiento del filósofo.
Por medio de la dialéctica el espíritu se va elevando, desde el conocimiento más elemental, que es el sensible, hasta llegar a la contemplación de las ideas o reino de la verdad. Para ello se debe proceder críticamente, sopesar el sentido de los conceptos y de las palabras que los expresan y definirlos de manera rigurosa.
Por medio de la dialéctica, según Platón, logramos reducir la multiplicidad de las cosas a su prístina unidad. Conocer es, para el gran discípulo de Sócrates, buscarla unidad de una ley, de un principio que pueda explicar la diversidad de nuestras experiencias.
Las ideas que se encuentran en un mundo suprasensible y plenamente inteligible, nos entregan la esencia inmutable, el verdadero ser de las cosas cuyo conocimiento es el fin de toda filosofía.
Por otro lado, la dialéctica también se entiende como un método basado en la confrontación o choque de ideas para obtener conclusiones. Éste era el método practicado por los sofistas en cuanto constituía una forma de discusiones y debates en la que triunfaba el más hábil en el manejo del discurso.
En los tiempos modernos, el filósofo alemán Friedrich Hegel (1770-1831) aplica el método dialéctico para comprender la realidad y la historia. De acuerdo con Hegel, la realidad es movimiento y acorde con éste, el método que la capta y comprende es dinámico. La realidad, siempre en proceso, comprende afirmaciones y negaciones; así, la verdad no surge de la identidad sino de la oposición. Cada estado, cada situación, origina su contrario, que a su vez se disuelve en una síntesis, en una unidad superior de la cual forman parte la tesis y la antítesis.
El proceso dialéctico entraña una tríada conformada por los siguientes momentos: la tesis, la antítesis y la síntesis, en los que los dos anteriores confluyen o se resuelven. La síntesis constituye, a su vez, una tesis que da lugar a una nueva tríada y así sucesivamente.
Puede advertirse que para Hegel la dialéctica no es solamente un simple método de pensar, sino que es la forma en que se manifiesta la realidad misma, una realidad en permanente cambio, que alcanza su verdad en su completo desenvolvimiento.
La filosofía en Hegel consiste en seguir los momentos mediante los cuales se va incrementando, enriqueciendo la realidad para contemplar, por último, el ser en su totalidad determinada y viva.
Más tarde la dialéctica hegeliana es retomada por Karl Marx (1818-1883) en forma completamente distinta. En efecto, mientras que la dialéctica en Hegel tiene un carácter idealista, Marx le imprime una interpretación materialista. Marx expresaba este cambio diciendo que la dialéctica en Hegel estaba distorsionada, "cabeza abajo", por lo que era menester enderezarla. Esto significaba que para Marx la dialéctica no consistía en el desarrollo del espíritu en un nivel especulativo, sino que era una interacción de factores materiales y económicos, una manera de considerar el mundo y la existencia humana como un choque ininterrumpido entre oposiciones para finalmente advenir a una sociedad más humana y justa: la sociedad comunista.
El comunismo —dice Marx— es la abolición positiva de la propiedad privada, de la auto-enajenación humana y, por tanto, de la apropiación real de la naturaleza humana a través del hombre mismo como ser social, es decir, realmente humano; [...] es la resolución definitiva al antagonismo entre el hombre y el hombre. Es la verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la autoafirmación, entre el individuo y la especie, es en suma: la solución al dilema de la historia.
La dialéctica en Marx no es sólo la base del conocimiento sino de la actividad práctica que ejercen los hombres; revela el carácter históricamente transitorio de todas las formas de la vida social; exige no atenuar las contradicciones sociales radicales, sino su solución por la vía revolucionaria. De esta manera, la dialéctica asume un papel crítico y revolucionario, pugna por la desaparición de la propiedad privada y la explotación capitalista dando paso a una nueva sociedad.
Este breve asomo al método mayéutico nos muestra la necesidad que tienen los filósofos de contar con un método o una vía que los conduzcan a la verdad. Como hemos visto, Sócrates optó por la mayéutica utilizando el diálogo que nos ayuda a descubrir, a alumbrar conocimientos o ideas que supuestamente ya existen en nuestro espíritu.  

Por su parte, Descartes, en el siglo XVII, al igual que Sócrates, es un racionalista que acude a la duda para llegar a una verdad indubitable, a una certeza que se convertirá en el punto de partida del conocimiento. Lo indudable nace de la duda, pues dudar es ya pensar, y si pienso, dice Descartes, entonces existo. Sócrates, en un momento dado, también se beneficia de la duda tratando de convencer a sus interlocutores de que no sabían aquello de lo que se estaba discutiendo. El filósofo de la mayéutica aseguraba: sólo sé que nada sé, frase crucial que nos permite reconocer nuestra ignorancia y la necesidad de superarla mediante la afanosa búsqueda de la verdad que para el propio Sócrates consiste en establecer la definición y el concepto definitivo de lo que se tratare, por ejemplo, saber en qué consiste la justicia o la virtud. Las reflexiones de Sócrates se dirigieron a la formación de los ciudadanos. Sus deseos de saber y obrar rectamente fueron sus grandes aspiraciones.         

1.5 DISCIPLINAS FILOSÓFICAS


En virtud de su carácter totalizador, la filosofía explora la realidad en su máxima generalidad la cual comprende, por un lado, el cosmos, la naturaleza, y por otro las producciones humanas que forman la cultura en sus diversos ámbitos: la moral, el arte, la ciencia, la religión, la política, etc. Tomando como punto de partida estas áreas o regiones de la cultura, la filosofía desarrolla sus disciplinas o ramificaciones que, en su conjunto, nos brindan una explicación que abarca las diversas manifestaciones humanas. En lo que atañe al arte, por ejemplo, la filosofía nos explica cuál es la esencia de la actividad artística y de la belleza; en el ámbito de la ciencia lo que es el conocimiento científico, la estructura, fundamento y métodos de los sistemas científicos, y así frente a las demás áreas de la cultura.
Veamos a continuación algunas de las principales disciplinas filosóficas, en las que podrás percatarte de los vínculos que la filosofía mantiene con la cultura humana, porque inclusive la filosofía misma forma parte esencial de ella.

ONTOLOGÍA   
Del griego antas, "estudio del ser". De acuerdo con ello, investiga las categorías y principios del ser en general y de los diversos géneros de entes o seres.
Se ha identificado a esta disciplina con la metafísica, que Aristóteles formula como una ciencia que estudia el ser en tanto ser, es decir, la investigación del ser en su máxima generalidad, independientemente de qué clase de ser se trate, ya que puede ser finito, infinito, material o inmaterial.
También la ontología se ha concebido como una disciplina que estudia al ente, que investiga la determinación en virtud de la cual los entes existen, es decir su esencia.
Para un filósofo como Martin Heidegger (1889-1976) "considerado existencialista" la ontología tiene por finalidad descubrir la constitución del ser de la existencia, la de saber cuál es el fundamento de la existencia en su finitud y concreticidad.
Para este filósofo, autor de Ser y tiempo, obra publicada en 1927, el tema del ser es fundamental. En el lenguaje cotidiano usamos a menudo la palabra "ser", cuando decimos "el cielo es azul" "esta calle es angosta", "yo soy joven" etc. Sin embargo, el término se complica cuando nos preguntamos: ¿qué es el ser?, ¿qué es el existir?, ¿cuál es el sentido del ser?
La metafísica tradicional ha hablado del ser abstracto, equiparándolo con lo que se llama esencia, pero a Heidegger le interesa ocuparse del ser concreto, del existir (en latín esse). Así, el punto de partida de la filosofía heideggeriana es el análisis de la existencia humana, del ser humano o como lo llama Heidegger el Dassein o "ser-ahí" el cual no es un ente como los demás, propiamente no es un ente, sino un existente, una realidad en cuyo ser le va su ser, su temporalidad, su angustia, su muerte.
La analítica o análisis del ser-ahí es compleja, la atraviesan varias categorías que maneja Heidegger como "ser en el mundo" estar-en-el mundo", "mundanidad" "existencia auténtica", "existencia inauténtica", "ser-para-la muerte", etcétera.
Pero este análisis del dasein, del existente como realidad humana, prepara —en el caso de Heidegger— el terreno para la comprensión del ser en general, para lo cual es menester someter a revisión crítica todas las ideas que se han dado sobre el ser en la historia de la filosofía.
Por eso es menester proceder a una "destrucción de la ontología", es decir, a una disolución de las capas encubridoras, endurecidas en el curso de la historia del pensamiento filosófico, allanar el camino para establecer una apertura al ser.

EPISTEMOLOGÍA 
De episteme, "ciencia o conocimiento" y lagos, "estudio". A esta disciplina filosófica se le conoce también con el nombre de gnoseología (gnosis, conocimiento; logas, estudio) y teoría del conocimiento. Tiene la misión de reflexionar sobre todos aquellos problemas relacionados con el conocimiento: ¿cuál es el origen del conocimiento?, ¿cuál es su esencia?, ¿cuál es su posibilidad de validez?, ¿cuántas clases de conocimiento hay?, etcétera.
Aunque la epistemología cobra singular desarrollo en la modernidad, ya en los tiempos antiguos los filósofos griegos hacían importantes reflexiones sobre el conocimiento.
Recordemos a Sócrates con su famoso lema: "conócete a ti mismo". Y con su método mayéutico, encaminado a resolver una serie de cuestiones, incluyendo al conocimiento mismo. Recordemos, asimismo a Platón, quien afirmaba que el verdadero conocimiento nunca podría lograrse por la vía de los sentidos. El conocimiento —para el destacado discípulo de Sócrates— debería ser una visión intelectual en la cual el alma penetraba en la verdadera naturaleza de la realidad. En comparación con esta visión dianoética, los datos sensoriales son confusos e inseguros y, por tanto, fuente de numerosos errores.
En la época moderna, el problema del conocimiento estuvo ligado a la creación de un método infalible. Así, Rene Descartes puso en práctica su método de la duda metódica con el fin expreso de llegar a una verdad indubitable, la cual encuentra en la evidencia de su yo pensante, de su propia existencia como ser que piensa y que duda. De ello concluyó que todas las ideas que se caracterizan por ser "claras y distintas" no podían ser objeto de duda, sino que podían concebirse como algo certero y punto de partida de todo auténtico conocimiento.
A diferencia de Descartes, los filósofos empiristas como John Locke y David Hume, consideraban que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia, acudiendo a sensaciones y percepciones; todas las pretensiones de ir más allá de las observaciones sensoriales inmediatas no conducen a otra cosa que a suposiciones sin fundamento, a puras elucubraciones.        
El empirismo alcanza niveles radicales, por ejemplo con Hume, al negar toda posibilidad de un saber referente a la realidad que tenga carácter universal y necesario, pues el conocimiento sensible es conocimiento de lo particular y concreto en continuo cambio, y no puede pretender la universalidad y necesidad que se requiere en las ciencias.
Estos ejemplos que hemos visto de manera breve te ilustrarán acerca de la importancia que tiene el problema del conocimiento abordado por la epistemología.
En términos generales, esta disciplina trata problemas como: las relaciones del conocimiento con la fe, el escepticismo y la certeza, la creencia y el saber. De los filósofos que abordan el problema del conocimiento puedes inferir una teoría de la verdad.

ÉTICA
Un ámbito de la cultura ampliamente cultivado por los seres humanos y sumamente importante para guiar sus vidas por el camino correcto, es sin duda la moral, cuyo objeto de reflexión es una disciplina filosófica llamada ética. La palabra "ética" proviene de la voz griega ethos que significa "hábito, carácter, modo de ser". De acuerdo con su significado etimológico, la ética sería un "tratado de los hábitos o costumbres"; sin embargo, actualmente se le caracteriza como una disciplina que reflexiona sobre la moral que desarrollan los hombres en la sociedad.
El mundo de la moral plantea un sinnúmero de problemas a la ética, por ejemplo: ¿qué podemos entender por una conducta buena o recta?, ¿qué es el deber?, ¿de dónde deriva el carácter obligatorio de las reglas morales?, ¿somos en realidad libres para actuar moralmente?, ¿se puede hablar de un progreso moral?, ¿por qué cambian los diversos sistemas morales?, ¿cuál es el mejor modelo de vida que debemos seguir para alcanzar la felicidad? Muchas de estas preguntas han guiado las reflexiones de los filósofos en el transcurso de la historia, comenzando con los antiguos griegos como Sócrates, quien por primera vez hizo consistir la filosofía en un análisis de la conducta humana, y quien propuso relacionar la vida buena con el conocimiento de acuerdo con esta premisa: el hombre virtuoso y feliz es al mismo tiempo el hombre sabio, la maldad no es más que un engendro de la ignorancia.
Más tarde, Aristóteles nos ofrecerá todo un sistema ético —tal vez el primero en la historia— en su famosa obra conocida como Ética a Nicómaco o Ética nicomaquea (por estar dedicada a su hijo del mismo nombre).
Para Aristóteles, la ética trata de la formación del hombre, de su carácter o ethos; le interesa tanto el dominio teórico como el práctico de la actividad humana, y entre los temas que trata figuran: el problema del bien supremo: ¿cuál es el bien último al que aspira el ser humano?; la naturaleza de las virtudes tanto las intelectuales (como la sabiduría y el recto juicio) como las éticas referidas a la fortaleza, la justicia y la templanza, entre otras. Nos habla sobre temas tan humanos como la amistad y la felicidad y plantea una interesante teoría de la virtud conocida como la "teoría del justo medio" según la cual toda virtud se encuentra ubicada entre dos extremos, uno que peca por exceso y otro por defecto. Así, por ejemplo, la valentía está entre la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto).
Cabe observar que las más importantes teorías éticas que se han dado desde la Antigüedad, han propuesto un modelo de vida buena, así surge el eudemonismo para el cual el bien estriba en la felicidad, el hedonismo que equipara lo bueno con el placer, y en los tiempos modernos el utilitarismo (el bien radica en lo útil) y el formalismo kantiano para el cual lo bueno está en la (buena voluntad) que actúa por deber y solamente por deber.

ESTÉTICA
Otra área de la cultura de singular importancia es el arte, el cual es abordado por una disciplina filosófica denominada estética.
El arte genera el valor belleza en sus diversos matices o modalidades, por ello la estética también reflexiona sobre ésta. La palabra "estética" deriva del griego aesthesis que significa "sensación" o "percepción" y esto parece implicar que la belleza se percibe por medio de sensaciones, que tiene un carácter sensible.
El primero que utilizó el término estética fue Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1 762) en el siglo XVIII. Este filósofo alemán escribió, en 1 750, una obra titulada, justamente, Aesthetíca que concibió como una parte de la filosofía encargada de establecer las leyes del conocimiento sensible.
Tanto el arte como la belleza plantean una serie de cuestiones que han tratado de ser resueltas por esta disciplina, a la que el propio Baumgarten dio carta de autonomía: en primer lugar ¿qué es la belleza?, ¿es algo real y objetivo o algo meramente subjetivo y caprichoso?; ¿por qué existen diversas concepciones de lo bello?, ¿qué se quiere decir cuando algo es calificado de bello, de sublime, de grotesco, de cómico o de trágico? Y, en relación con el arte: ¿en qué consiste la actividad y la creación artística?, ¿qué papel desempeña el arte en la sociedad?, ¿cuál es su importancia?, ¿qué relación guarda con la ciencia, la técnica, la religión, la política y otras actividades humanas?, ¿cuáles son las artes?, ¿cuántas son sus especies?, ¿existen parámetros objetivos para juzgar las obras de arte?, ¿cómo se determinan?
Si bien el filósofo no es un artista ni un crítico de arte, sus reflexiones generales en torno al arte y la belleza tienen cierta influencia sobre el trabajo y las concepciones estéticas forjadas por los propios artistas. Aunque cabe aclarar que la estética no pretende proporcionar normas ni directrices para la creación artística, sino sólo desentrañar su sentido y razón de ser en el complejo ámbito de la vida humana.

AXIOLOGIA
Los seres humanos no sólo conocen las propiedades de las cosas que los rodean, sino que también hacen valoraciones en torno de ellas, juzgan o sienten si son útiles, agradables, bonitas, feas, benéficas o perjudiciales para su vida.   
Asimismo, determinados comportamientos son calificados como justos o injustos, buenos o malos, honestos o deshonestos. Todo esto significa que hay cosas y comportamientos valiosos o no valiosos.
De esta manera, surge la noción de Valor" que fue retomado del campo de la economía.
Algunos filósofos advirtieron que los valores constituyen un universo de objetos muy peculiares que no se confunden con otros, por ejemplo: con los objetos reales (una mesa, un libro), ideales (el pensamiento del libro) o imaginarias (una sirena o un tritón). Los valores tienen su esencia en el valer; Hermann Lotze (1817- 1881), un filósofo que se adelanta en el estudio de los valores, afirma que "los valores no son sino que valen". Tanta era la importancia que asignaba Lotze a los valores que pretendió reducir la lógica, la ética y la metafísica a la axiología.
Los valores constituyen el objeto de estudio de una disciplina filosófica llamada axiología del griego axios, "valioso" y lagos, "estudio o teoría". Entre los principales problemas que trata figuran los siguientes: ¿qué son los valores?, ¿qué tipo de existencia tienen?, ¿cómo se captan?, ¿cuál es el método más apropiado para descubrir la naturaleza última del valor?
Para resolver la pregunta acerca de qué tipo de existencia tienen los valores, han surgido dos teorías fundamentales: el objetivismo y el subjetivismo axiológicos. Para el objetivismo, los valores existen en una forma absoluta y plenamente objetiva, son realidades "en sí y por sí", independientes de los bienes o cosas materiales en los que se plasman (una escultura, un cuadro, una norma moral, etc.), son independientes, asimismo, de las apreciaciones subjetivas que realicen los individuos.
Para Nicolai Hartmann, representante de la teoría objetivista, los valores son semejantes a las ideas platónicas, pertenecen a un mundo suprasensible e inmaterial; de esta manera, los valores no dependen ni de los sujetos ni de las cosas o bienes, son entidades y estructuras que determinan una específica cualidad en los objetos, de manera directa sólo se les puede captar como los paradigmas platónicos, por medio de una "mirada interior".
Para otro destacado representante del objetivismo axiológico —Max Scheler— el acceso al mundo de los valores no se logra por medio de una mera percepción interior, sino mediante un conocimiento estimativo o intuición de lo valioso basado en el sentimiento y la preferencia y en último término en el amor y el odio.
Según Max Scheler la inteligencia es ciega para los valores, éstos se nos revelan gracias a una intuición emocional; la experiencia de los valores es independiente de la experiencia de las cosas, ello significa que los valores son captados en su integridad, se nos revelan en una intuición emotiva, como la belleza de un paisaje, la honestidad de una conducta o lo admirable de un acto heroico.
Para la teoría subjetivista de los valores, por el contrario, los valores son creaciones del sujeto y dependen de los estados de ánimo subjetivos de las personas. Las cosas tienen valor porque las apreciamos o deseamos. Para el subjetivismo los valores no son en sí y por sí —como piensan los objetivistas— sino que son para mí, es decir para mí en cuanto sujeto singular que capta determinados valores en sus rasgos muy concretos. Los partidarios de esta corriente —entre los que figuran: R. B. Perry, Rudolf Carnap y B. Russell— niegan que los valores tengan una realidad independiente de las estimaciones humanas y en ello resucitan la vieja tesis de Protágoras acerca de que "el hombre es la medida de todas las cosas".

LÓGICA  
La palabra "lógica" proviene del griego logas que se traduce como "palabra, discurso o pensamiento". De acuerdo con esto, esta disciplina filosófica estudia el pensamiento; sin embargo, no se ocupa de todos los aspectos que éste conlleva, como las representaciones o percepciones de los objetos pensados, o el lenguaje o las palabras que lo expresan; su atención, más bien, se centra en la forma o estructura que adoptan los pensamientos, dando lugar a conceptos, juicios, raciocinios y demostraciones, prescindiendo de sus contenidos empíricos. Por ejemplo, en los juicios: "todos los estudiantes son jóvenes", "todas las ballenas son mamíferos" y "todos los filósofos son sabios" existe un contenido distinto; sin embargo, desde el punto de vista de la forma, estos juicios son de un mismo tipo lógico ya que se ajustan a la forma de juicios universales: "todo 5 es p".
La lógica establece las leyes y reglas necesarias para formular razonamientos correctos o válidos; señala que una demostración es válida si la conclusión ha sido deducida correctamente de las premisas.
La lógica llamada "tradicional" fundada por Aristóteles, quien la concibió como un organon instrumento para la investigación científica, considera que hay tres leyes básicas o principios que rigen el pensamiento:
a)    Principio de identidad: una cosa es idéntica a sí misma.
b)    Principio de no-contradicción: una cosa no puede ser tanto x como no x al mismo tiempo.
c)    Principio de tercero excluido: una cosa debe ser x o no x, en una misma ocasión.      

En la época contemporánea se ha desarrollado una nueva lógica simbólica, matemática o logística. En esta nueva lógica —cuyos impulsores son los filósofos B. Russell, Wittgenstein, Carnap y Tarski, concurren tres características esenciales: el empleo sistemático de símbolos unívocos para representar formas de pensamiento, reducción de las operaciones del pensamiento a operaciones matemáticas (cálculo lógico, uso de funciones, etc.) y análisis del lenguaje, con el fin de detectar errores y falsos planteamientos muchas veces derivados de concepciones metafísicas.

1.4 LA FILOSOFÍA Y LA RELIGIÓN


Se ha definido a la religión como un conjunto de creencias, dogmas y prácticas relativas lo que un individuo considera divino o sagrado. Al igual que la filosofía, la religión nace d« asombro frente a lo incomprensible, ante las maravillas de la naturaleza. Este asombro primigenio conduce al filósofo a buscar una explicación racional y coherente de aquello que motiva su curiosidad o azoro, mientras que para el hombre religioso los misterios de la naturaleza de su entorno lo invaden de perplejidad y lo llevan a creer en seres superiores y trascendentes revestidos de poder, llamados dioses o divinidades.
Desde que surgió la filosofía, el medio para conocer las cosas ha sido el logas, la ratio o razón Para el hombre religioso "por ejemplo, en el caso de las religiones superiores o monoteísta como el cristianismo" la vía para conocer o acercarse a Dios es la fe, una creencia que no se sustenta en argumentos o explicaciones racionales como en el caso de la filosofía. Asimismo la fe es una confianza que se tiene en la palabra de Dios y esto conduce a un saber dogmático en el cual no se cuestiona ni se duda de los testimonios que provienen de un ser Supremo Omnipotente. La filosofía es contraria a un pensamiento dogmático; como ya vimos es u conocimiento que trata de liberarse de prejuicios y opiniones infundados.
En la historia de la filosofía los filósofos cristianos, en la etapa patrística y medieval, trataron de conciliar la fe con la razón. Según San Agustín, la filosofía debe servir para penetrar desde la especulación en los enunciados establecidos por la fe; por ello dice: "intelige ut credas; crede ut intelligas": entiende para que creas, cree para que entiendas. Mientras que Santo Tomás d Aquino en plena Edad Media se sirve de argumentos filosóficos o metafísicos para demostrar la existencia de Dios.
La filosofía busca la verdad basándose en principios racionales y plenamente inteligibles, se pregunta por ejemplo ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el hombre? ¿Qué significa conocer?... La actitud religiosa considera que resolver esto enigmas no es tan importante, lo verdaderamente importante es desarrollar un "saber de salvación". El ser humano como mortal, es un ser imperfecto, frágil que fácilmente sucumbe en el pecado, por lo cual busca ser perdonado redimido por Dios quien le otorgará la gracia o el perdón de sus faltas. Entre el hombre y Dios hay una enorme distancia; el hombre ante la majestad y grandeza de Dios se siente miserable, polvo o ceniza; o como dice San Anselmo "un ser desterrado". En su obra Proslogion San Anselmo se pregunta: ¿Qué hará, Altísimo Señor, qué hará éste tu lejano desterrado? Anhela verte, y tu faz está muy distante para él. El hombre religioso por antonomasia es el místico que pretende lograr una comunicación directa y personal con la divinidad por medio de la intuición, de la meditación o del éxtasis.
En toda religión prevalece la idea o sentimiento de lo sagrado que en las religiones primitivas es misterio o tabú, cualquier cosa puede elevarse al rango de lo sagrado: una piedra, un árbol, una montaña, un animal.
Una vez que las cosas se sacralizan se separan del mundo de lo profano. Muchas veces los objetos sagrados posibilitan la salvación: "poseer el objeto poderoso, el animal poderoso, significa salvación. Agua y árbol, el fruto en el campo y el animal en el bosque, son portadores de salvación".
Vinculado a lo sagrado figura la idea de poder. Lo sagrado está revestido de poder. El poder puede estar depositado en hombres extraordinarios, héroes, santos, demonios o muertos que al haber traspasado los umbrales de la vida se vuelven poderosos y esto explica el "culto a los muertos": "los muertos ejercen su poder frente a los hombres tanto en sentido benéfico, como en el maléfico. Los muertos son terribles y uno se angustia cuando se aproximan".
También es importante en el fenómeno religioso la presencia del sujeto: el hombre religioso que puede asumir varios papeles: como sacerdote, curandero, visionario, predicador, iniciado, apóstol, creyente, profeta, etc. Todos estos sujetos de la religión ajustan totalmente, en cuerpo y alma, su vida a una doctrina de salvación o una forma de existencia cuyo máximo valor es el encuentro con lo divino. En ese camino hacía la salvación y la eternidad encontrará muchos escollos, múltiples obstáculos que vencerá con sacrificios y abstinencias. "El anacoreta Pedro, que fue el primer monje que vivió en la >agrada península de Athos, la encontró abandonada y vivió allí 50 años en una gruta, luchando con los demonios y los animales salvajes".
Por su parte, la filosofía, como forma de vida está consagrada a buscar la verdad, independientemente de la fe y de las meras creencias, usando la reflexión, buscando las razones y el sentido de todo aquello que nos desafía, que nos llena de asombro y extrañeza. Si el filósofo anhela la vida buena tendrá primeramente que establecer sus fundamentos teóricos de por qué la hacen deseable, valiosa y plenamente humana. Es en este sentido que Platón le atribuyó a Sócrates el siguiente pensamiento:      

"Una vida sin reflexión no vale la pena de vivirse."

1.3 LA FILOSOFÍA Y LA CIENCIA



La filosofía es una de las creaciones humanas más antiguas; según la historia, sus orígenes se remontan hacia el siglo vi a. C. en la Grecia clásica. Reúne una serie de reflexiones sobre el sentido del mundo, del hombre y valor de la existencia. El filósofo no se propone recrear artísticamente la realidad, ni predecir una moral o experimentar una vivencia religiosa, sino comprender las cosas y fundamentarlas de manera racional. Ello significa que la filosofía está enraizada en la vida teórica. (Lo que los griegos llamaron vida contemplativa.) 
Tanto la ciencia, que también participa de la vida teórica, como la filosofía tienen en común la aspiración al conocimiento, ambas actividades humanas ponen en juego operaciones intelectuales o cognitivas: conceptos, teorías, hipótesis, metodologías etc. para formular conclusiones y verdades; sin embargo, el científico busca el conocimiento sólo en un sector de la realidad, de ahí que se hable de "ciencias particulares" o especiales como la biología, la química, la psicología, etc. En cambio, la filosofía se orienta hacia lo que hemos llamado una "visión totalizadora" mediante la cual el filósofo intenta establecer la unidad, la razón de todo. Esta visión totalizadora se refleja en las distintas disciplinas o ramas que la filosofía cultiva para meditar sobre el todo de la vida humana. Así, a través de la epistemología reflexiona sobre el conocimiento, la estética le permite reflexionar sobre el arte, la belleza y la ética sobre la moral, etcétera.
Otro rasgo que nos permite diferenciar a la ciencia de la filosofía, es el grado de profundidad cuando ésta se ha manifestado conduciéndola a su dimensión metafísica. De este modo, la filosofía se ha interesado en la búsqueda de los principios y últimas causas de las cosas, convirtiéndose así en un saber radical que se remonta hasta los fundamentos donde descansa todo saber.
Las ciencias aspiran a un conocimiento evidente y siempre verificable, pero limitado a una clase especial de objetos o de verdades, en cambio, la filosofía se eleva a la justificación o fundamentación de todo saber. Pretende regresar hasta las últimas certidumbres o evidencias del conocimiento; se ha dicho que "la filosofía es un conocimiento radical de la experiencia humana en su relación con el ser".
Lo que hace diferente a la filosofía de la ciencia y de otros saberes es su enfoque o perspectiva, así "mientras toda ciencia particular ve una región del mundo desde un sistema comprensivo previo, la filosofía ve todo el mundo y su sistema comprensivo desde sus orígenes. La filosofía es visión del mundo por el (revés) de su trama".
Por otro lado, la ciencia como la filosofía, de distinta manera, rompe con el sentido común. Frente al conocimiento vulgar o cotidiano, la ciencia se desarrolla como un saber especializado que busca explicar la realidad de manera objetiva, metódica y sistemática. Por su parte, la filosofía va más allá de la actividad natural o ingenua con la que el hombre común ve al mundo y está inserto en él. Frente a esta actitud natural y cotidiana la actitud filosófica pone en cuestión y crítica el mundo de lo dado. Gracias a la actitud filosófica el mundo que antes se creía fundado y revestido de sentido, ahora aparece menesteroso y sin fundamentación. Los conocimientos que se creían verdaderos aparecen como un cúmulo de meras opiniones o creencias.

El juicio heredado nos enajena, no porque siempre sea falso, sino porque no se funda en nuestra verificación racional, ni su verdad ha sido decidida ante nosotros. Así, la filosofía no es, en sus comienzos, una concepción acabada del mundo y de la vida, ni un acopio de conocimientos destinado a reemplazar a los antiguos. La filosofía nace como catharsis: depuración de la opinión no verificada y encuentro con la propia razón.



1.2 ALGUNAS DEFINICIONES DE FILOSOFÍA




La filosofía es inseparable de su historia, está vinculada a los hombres que la hacen y que pertenecen a una época determinada que puede ser:
1. La Antigüedad clásica.
2. El cristianismo.   
3. La Edad Media.  
4. La época moderna.
5. La época contemporánea.
Cada filósofo plantea una serie de problemas desde su propia perspectiva histórica, problemas que por referirse a cuestiones eminentemente humanas, como el conocimiento, la ciencia, la moral o los valores, serán retomados y discutidos en el transcurso de la historia, de esta historia que en su conjunto nos ayuda a formular las diferentes definiciones de filosofía.
Pongamos algunos ejemplos de estas definiciones de filosofía que han surgido en las diferentes etapas de la historia.
La filosofía se inicia, como sabemos, en la antigua Grecia en la etapa presocrática o filósofos anteriores a Sócrates en el siglo vi a. C. Destacan los filósofos jónicos fundadores de la Escuela de Mileto integrada por Tales de Mileto, Anaxímenes y Anaximandro, los cuales emprenden la ardua tarea de explicar la naturaleza a partir de un principio único (arje) concebido como origen y sustento de toda realidad. Para Tales de Mileto este principio fundamental es el agua; en Anaxímenes es el aire, y en Anaximandro, una sustancia indeterminada llamada apurón. Con estos filósofos presocráticos la filosofía se define como una búsqueda de los principios ordenadores del cosmos.
En el siglo V a. C. la filosofía griega abandona las especulaciones cosmológicas para centrarse en el tema del hombre; la conducta individual y los fundamentos de la organización social se convierten en los temas medulares, dando lugar a una nueva etapa conocida como humanista o antropológica. Sócrates (469-399 a. C.) es, junto con los sofistas, el filósofo más representativo de este periodo.
Para Sócrates lo más importante es el conocimiento de lo humano, saber que es lo conveniente, la virtud, la crítica de los conceptos básicos de la ciencia, así como la fundamentación racional de la conducta humana y de la organización de la sociedad y el Estado.
La idea de la filosofía en Sócrates parte de su famoso principio: conócete a ti mismo. Este principio socrático nos permite considerar que la filosofía para el pensador ateniense es conocimiento del hombre, de sus creaciones, virtudes o capacidades que debe tener en cuenta para desarrollarse en la polis o ciudad.
Por ello, Cicerón, un filósofo romano, dijo que "Sócrates fue el primero que hizo bajar a la filosofía del cielo y la hizo residir en las ciudades, y la introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por la vida y las costumbres y por las cosas buenas y malas".
Con Platón (427-348 a. C.) y su discípulo Aristóteles (384-322 a. C.), la filosofía alcanza un periodo de madurez llamado sistemático, o de los grandes sistemas, ya que la inquietud sobre el hombre y sus problemas se inserta dentro de una visión total o integral de la naturaleza o el cosmos.
La filosofía de Platón la encontramos desarrollada en su famosa teoría de las Ideas, según la cual la realidad está dividida o escindida en dos mundos opuestos: el mundo de las Ideas, que es en si la auténtica realidad, región trascendente, inmutable, incorruptible, donde moran las ideas o los auténticos conocimientos; y por otra parte, el mundo de los fenómenos de carácter empírico, sensible, mudable, aparente, mero reflejo del mundo ideal y perfecto y, por tanto, una cuasi o pseudo realidad. La filosofía, para el gran discípulo de Sócrates es, precisamente, la ascensión o elevación hacia ese mundo superior, ideal e inteligible llamado mundo de las Ideas, el cual nos librará de las imperfecciones y contradicciones en que nos colocan las apariencias o remedos de realidad.
Por su parte, Aristóteles rechaza la trascendencia de las ideas platónicas y busca explicar los cambios que sufre la realidad en el mundo real y material, introduciendo conceptos como el de potencia y acto, materia y forma, causa final y eficiente. Para el estagirita la filosofía consiste en investigar las causas y los principios últimos de las cosas.
La filosofía es una ciencia superior y hasta divina, porque se remonta a las primeras causas de todo (metafísica) y nos permite conocer el por qué debe hacerse cada cosa; y este por qué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor de todo el conjunto de los seres.
Aristóteles llama a la filosofía "filosofía primera" (más tarde se le llamó metafísica), pues es la ciencia del ser en cuanto ser, que al estudiar la causa última o principio de todos los principios que es Dios, desemboca en una Teología.
Para Rene Descartes (1596-1650) llamado el "padre de la modernidad" y, por tanto, filósofo arquetípico de esta época, la filosofía es el estudio de la sabiduría, tanto por conducir la vida como la conservación de la salud y la invención de todas las artes.
Como filósofo moderno, Descartes pretende buscar un principio claro y evidente en el que todos puedan estar de acuerdo, algo indiscutible como lo que existe en las matemáticas, modelo de saber racional.
Las posturas representativas de la modernidad son el racionalismo cuyas bases están en el propio Descartes y el empirismo inglés cuyos máximos exponentes: John Locke, George Berkeley y David Hume, realizan una crítica de las ideas abstractas reconociendo que el verdadero origen del conocimiento ha de encontrarse en la mera experiencia.
En el siglo XVIII la modernidad llega a su máxima expresión, es el famoso siglo de la Ilustración que tiene una gran influencia en Francia con los llamados enciclopedistas al frente: Diderot y D’Alembert. La Enciclopedia o Diccionario razonado en las ciencias, artes y oficios editado entre 1752 y 1777 en 35 volúmenes fue la obra que divulgó la filosofía del lluminismo o Ilustración, en ella se trasluce un racionalismo como criterio de la filosofía y de la ciencia, y como instrumento para disipar las sombras de la ignorancia, la superstición y la intolerancia.
El ideal de la Ilustración es tornar como guía a la razón que habrá de conducirnos a un progreso cada vez más acabado. Impera un interés por los problemas de la organización social y política como lo muestran las obras de Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Turgot, Condorcet y Vico.
Hacia fines de la Ilustración surge un filósofo muy importante: Immanuel Kant (1724-1804). En su primera obra, la Crítica de la razón pura, se formula dos preguntas fundamentales: ¿cómo es posible el conocimiento científico?, y ¿es posible el conocimiento metafísico? A la primera responde afirmativamente desarrollando una teoría del conocimiento que reconoce tanto la importancia y la necesidad de la experiencia como fuente de conocimiento, cuanto la organización intelectual que realiza nuestra mente en la organización y estructuración del conocimiento; de hecho la pregunta: ¿cómo es posible el conocimiento?, supone de antemano que sí es posible y lo único que falta es explicar, precisamente, cómo es posible.
En cambio, en lo que se refiere a la segunda pregunta Kant contesta de manera negativa, ya que a su juicio no podemos conocer nada sin el apoyo de la experiencia, sólo aprendemos teóricamente los fenómenos, no las cosas en sí mismas, es decir, los númenes de los cuales se ha ocupado la metafísica tradicional (por ejemplo: Dios y el alma).
De acuerdo con esto, el filósofo de Kónigsberg concibe la filosofía como ciencia que postula los alcances o límites del conocimiento humano. Pero debemos observar que la filosofía de Kant no se agota en el campo de la epistemología, es también una reflexión sobre la moral y la creación estética, temas que aborda, respectivamente, en otras de sus obras capitales: la Crítica de la razón práctica y la Crítica del juicio, las cuales abren las puertas a una nueva concepción de la metafísica.
La filosofía tradicional habla de tres conceptos metafísicos fundamentales: alma, mundo, Dios, con los cuales se confirma la tendencia natural del ser humano hacia la perfección; sin embargo, dicha filosofía convierte en realidad lo que solamente son ideales. Según Kant las ideas tienen únicamente un uso regulativo, de tal forma que los hombres deben actuar como si el alma fuera inmortal o como si Dios realmente existiera.
Refiriéndonos ahora al siglo xix, con el que se inicia la Época contemporánea, surge una diversidad de corrientes filosóficas como el positivismo, el historicismo, el existencialismo, el marxismo y el pragmatismo. Cada una presenta su idea de lo que es la filosofía. No nos ocuparemos de todas ellas, sólo aludiremos algunos ejemplos representativos.
El positivismo fundado por el filósofo francés Augusto Comte (1798-1857) surge como una reacción contra las especulaciones metafísicas y como un claro intento de seguir los procedimientos de las ciencias que Comte llamó "positivas" por explicar los hechos, formular leyes y utilizar la observación y la experimentación. Para el positivismo la filosofía es un compendio general de los resultados de las ciencias, y el filósofo es un especialista en generalidades.
La filosofía positivista, con su exigencia de alcanzar un saber riguroso basado en la observación y su rechazo a toda especulación metafísica, cobra expresión en formas muy variadas en la obra de filósofos de diversos países como Littré, Stuart Mili, Bain, Mach, Wundt, Taine, Guyau, y en México en la del pensador y educador Gabino Barreda.
Otra corriente de gran repercusión en la Época contemporánea es el marxismo fundado por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Esta filosofía fundamenta teóricamente la liquidación de la explotación del hombre por el hombre, cuestión que constituye la gran misión histórica de la clase obrera. Según Marx, el proletariado encuentra en la filosofía un instrumento que habrá de liberarlo de los grilletes de la religión —la religión es el opio del pueblo— y de toda ideología que trastoque la realidad.
La tarea que le corresponde a la filosofía se sintetiza en la famosa tesis once sobre Feuerbach que Marx postula: "los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo". Según el filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, el marxismo representa la conciencia más elevada de la filosofía de la praxis en el sentido que se presenta como actividad real, objetiva, material del hombre y no se reduce a una conciencia ordinaria.
El marxismo propone como camino para el desarrollo de la filosofía: el de su estrecha relación con las fuerzas sociales que se pronuncian por el progreso, por la liquidación de un régimen social que se considera injusto y que se fundamenta en el dominio de la propiedad privada, por la generalización filosófica de los avances del conocimiento científico, de la experiencia, de la edificación de una nueva sociedad, y sobre todo por la plena humanización del hombre, libre de toda explotación, enajenación e injusticia.      
Muchas de las filosofías que nacen en el siglo xix se prolongan hacia el siguiente, como el propio marxismo o el existencialismo. En cambio, hay otras que son propias del siglo XX, como la fenomenología o la filosofía analítica.
Se advierte en este tiempo una gran inquietud y fermentación filosóficas, que se traducen en la ingente riqueza de la producción escrita y en la multitud de doctrinas y corrientes, y tenemos la impresión de que el pensamiento contemporáneo es el más fecundo y matizado de todos los que se han sucedido en la historia.
Son variados los temas que aborda la filosofía contemporánea: los alcances y el valor de la ciencia, el hombre y los valores, el análisis lógico del lenguaje, la existencia concreta del hombre y su situación en el mundo, las relaciones entre mente y cuerpo, las posibilidades de una filosofía auténticamente latinoamericana, entre muchos otros.

CARACTERÍSTICAS DE LA FILOSOFÍA       
a) Asombro
Como hemos visto, la historia nos ofrece múltiples conceptos de filosofa, que tal vez nos hagan pensar en la imposibilidad de encontrar una definición global, unificadora y definitiva de nuestra disciplina; sin embargo, ante esta diversidad es posible formular rasgos esenciales que nos permitan caracterizar a la filosofía, independientemente de los problemas o supuestos teóricos que la animen.
A continuación nos referiremos a algunos de estos rasgos o características que acompañan a todo filosofar.
En primer lugar figura el asombro o admiración que es como el motor que impulsa el quehacer filosófico. Si bien la filosofía se ha caracterizado por ser una actividad eminentemente racional en cuanto a su afán de conocer y explicar la realidad a través del logas, también se conforma de un aspecto o ámbito vital que se manifiesta cuando el ser humano conmovido, estremecido y lleno de perplejidad se enfrenta ante una realidad que se le presenta como compleja y problemática, tratando de descifrarla y comprenderla en su conjunto.
Ya desde la antigüedad clásica filósofos como Platón y Aristóteles nos hablan del asombro como origen de la filosofía. "Lo que propiamente hace al filósofo —nos dice Platón— es esta capacidad de admirarse; no tiene en efecto, la filosofía, otro origen distinto de éste".
La filosofía se origina frente a un callejón sin salida de las cosas, es decir, frente a una aporia, frente a un problema, pues la filosofía se encuentra con objetos problemáticos que le causan profunda admiración o sorpresa, porque se ignora qué son, en qué consisten. Existen objetos que son familiares, cotidianos, que no nos causan asombro o admiración y que forman parte de nuestra vida cotidiana; pero frente a éstos hay objetos desconocidos, extraños que plantean dudas y problemas, éstos son los que nos empujan al conocimiento, los que despiertan un afán por conocer.
Desde que el hombre aparece sobre la faz de la Tierra empieza a asombrarse de cosas que le parecen admirables, portentosas, sobrenaturales y terribles: un eclipse solar, un terremoto, una tormenta, un arco iris. ¿A qué se deben estos extraños fenómenos?, se pregunta el hombre arcaico. La respuesta, ante tales enigmas, la empieza a elaborar a través de una serie de mitos y creencias: son los dioses los que al enfurecerse provocan los diluvios y desastres naturales y son también los dioses los que nos benefician con espléndidas cosechas.
Pero una vez cancelado el mito como forma de conocimiento, el asombro permanece y las respuestas cambian; es ahora la razón, lo que los griegos llamaron logas, la encargada de ofrecernos una explicación coherente y satisfactoria de las cosas que provocan nuestra admiración.
Aristóteles fue uno de los primeros individuos que hicieron filosofía; esa ciencia suprema, eminentemente teórica y contemplativa que investiga la naturaleza de los primeros principios y de las últimas causas de todo.
¿Qué llevó a los seres humanos a filosofar, a penetrar en los secretos del ser, a ver las cosas con mirada inédita? Contesta Aristóteles:         ]
Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo.
Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente —concluye el estagirita— si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad.
Al parecer las explicaciones de Aristóteles sobre el asombro como origen del filosofar no han perdido del todo su vigencia, en la medida en que la humanidad, pese a los grandes y asombrosos progresos científicos y técnicos alcanzados, no ha resuelto todos sus problemas; viejas y nuevas interrogantes siguen llenándonos de asombro y perplejidad.
Aun si lográramos dar una explicación cabal de todo el acontecer cósmico —dice el filósofo mexicano Luis Villero—, aun si determináramos todos los sucesos por su obediencia a leyes generales exhaustivas, aun entonces sería válido preguntar: Pero ¿qué sentido tiene ese universo?
Para otro filósofo, Martin Heidegger, el asombro no es solamente aquello que nos impulsa hacia la filosofía, no se encuentra simplemente al comienzo de la filosofía, como por ejemplo, el lavarse las manos precede a la operación del cirujano, sino que el asombro sostiene y domina a la filosofía.
Por ello, Heidegger considera que decir que Platón y Aristóteles sólo consignaron el hecho de que el asombro es la causa de la filosofía, sería superficial y ante todo no pensar como los griegos. Si el asombro sólo fuera el principio de la filosofía, un mero impulso o chispa que la enciende, desaparecería una vez que se extinguiera el resplandor de luz; sin embargo ello no es así porque el asombro, la admiración, predomina en cada paso de la filosofía. Dice Heidegger:
El asombro es la disposición en la cual y para la cual se abre el ser del ente. El asombro es la disposición dentro de la cual el corresponder al ser del ente fue otorgado a los filósofos griegos.

b) Duda
Otro ingrediente esencial de la filosofía es la duda; si el saber filosófico plantea problemas encaminados a conocer la realidad en sus múltiples aspectos es porque no tiene respuestas claras y definitivas, porque es asediado por la sombra de la incertidumbre. El ideal de la filosofía es encontrar una máxima certeza sobre las cosas, buscar razones suficientes para declararlas verdaderas.
El filósofo no se precipita, analiza las cosas con extremada cautela, se arma de recelo para examinarlas.
En la historia de la filosofía figuran los llamados filósofos escépticos, que convirtieron la duda en un fin en sí mismo y no en un simple medio, en un camino para llegar a la verdad.           
El escepticismo entraña una doctrina de conocimiento según la cual no hay ningún saber firme, y tampoco puede encontrarse una opinión absolutamente segura. El escepticismo es una postura filosófica negativa, porque nos condena a la imposibilidad de acceder a la verdad.
El verdadero escéptico es aquel que, con el ánimo suspenso, se rehúsa a pronunciarse sobre cualquier tema porque implícitamente acepta que es mejor esta abstención que un pronunciamiento discutible.
Los escépticos griegos, como Pirrón de Elis, argumentaban que los sentidos siempre nos engañan: un árbol, visto de cerca, me cubre con su follaje y puede parecerme grande; a cierta distancia el árbol se empequeñece hasta ser, a lo lejos, un diminuto punto en el horizonte, entonces, ¿cuál es la verdadera dimensión del árbol?
Pese a la visión radical de los escépticos, la duda puede ser fructífera cuando se utiliza como un método, tal como lo hizo Rene Descartes en el siglo XVII.
Según Descartes no hay otro medio para librarse de los diversos prejuicios y llegar a un conocimiento firme y seguro que dudar de todo cuanto se ofrezca con la menor sospecha de incertidumbre. En otro de nuestros subtemas abordaremos con más detalle el método cartesiano, por ahora nos conformamos con señalar cómo la duda en la filosofía constituye una actitud que dota al filósofo de un instrumento pertinente y necesario para obtener la verdad.
Veremos como Rene Descartes, aplicando la duda de manera sistemática logra llegar a una absoluta certeza.

c) Reflexión
La reflexión es otro de los elementos indispensables del filosofar. Reflexionar significa volver a pensar, re-pensar; justificar y fundamentar, en el caso de la filosofía, la realidad, la vida humana y todo aquello que se presenta como cuestionable.
Reflexionar también equivale a meditar. Cuando meditamos, en virtud de un acto introspectivo, estamos ingresando, en cierta manera, al ámbito de la filosofía.
Cuando un estudiante después de sus actividades cotidianas abre un espacio para preguntarse una serie de cosas que le preocupan ya está ejerciendo la reflexión: ¿para qué estudio?, ¿qué sentido tiene para mi vida seguir una carrera profesional?, ¿fue correcta la actitud de mis padres al inducirme a este tipo de estudios?
Asimismo, en otro nivel, la filosofía implica una reflexión sobre las cosas que provocan —como ya vimos— el asombro del ser humano. La filosofía es una reflexión orientada a esclarecer el sentido y valor de la existencia: ¿se justifica por sí misma la existencia? Hace tantos y tantos años yo todavía no existía, y dentro de otros años no existiré. El hecho de que yo exista precisamente en este mundo, de que la realidad sea como es, de que lo que en ella tiene lugar suceda precisamente según estas leyes y no según otras, no es, tampoco algo de suyo comprensible; todo podría ser también de otra manera, ¿por qué es precisamente así?, ¿y por qué existe algo?, pues también podría no existir nada (como dicen los filósofos: ¿por qué el ser y no la nada?).
Por otra parte, la filosofía no inventa sus objetos o temas de reflexión, los obtiene de algo hecho y consolidado a través de la historia, como la cultura humana con todos sus valores y aportaciones. La filosofía reflexiona sobre la realidad constituida sobre la cultura que ha desarrollado el propio ser humano; la ciencia, el arte, la religión, la política, le proporcionan temas y problemas para meditar. Algunas veces, desde una visión idealista, se ha caracterizado a la filosofía como una reflexión de segundo grado, ya que reflexiona sobre algo establecido, algo dado que, como tal, implicó un trabajo previo de la conciencia. Así, por ejemplo, a partir de la ciencia la filosofía se pregunta: ¿qué es la ciencia?, ¿qué validez tienen sus teorías?, ¿qué alcances tienen sus metodologías?, ¿qué significa la verdad en la ciencia?, etc., y tomando como punto de partida el fenómeno moral se ha preguntado: ¿qué sentido tiene la moralidad?, ¿qué es lo bueno?, ¿de dónde proviene la obligatoriedad de las normas morales?, ¿soy libre para actuar moralmente?

d) Pregunta       
La capacidad de asombro está estrechamente ligada al hecho de indagar y preguntar que se da en el quehacer filosófico. El arte de preguntar es privativo del filósofo, para él todo es de alguna manera cuestionable, nada es seguro y definitivo.
Cuando Sócrates hace sus preguntas en el Agora o plaza pública, sabe de antemano que no obtendrá respuestas conclusivas.
Parece que la filosofía estriba no tanto en las soluciones, sino en los problemas planteados. El filósofo no se cansa de preguntar, de inquirir y de problematizarlo todo: "¿cómo se puede vivir —pregunta José Ortega y Gasset— sordo a las postreras, dramáticas preguntas?, ¿de dónde viene el mundo, a dónde va?, ¿cuál es la potencia definitiva del cosmos?, ¿cuál es el sentido esencial de la vida?
El filósofo, al preguntar, al lanzar su certera interrogación, se orienta hacia una perspectiva integral de las cosas y no se conforma, como nos dice Ortega, con "un paisaje mutilado" de la realidad.
Las interrogantes que formula la filosofía son como puntos cardinales, como coordenadas que orientan nuestra existencia pues "no nos es dado renunciar a la adopción de posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u otro rostro se incorporan en nosotros".

LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN
Toda actividad espiritual participa de la filosofía en la medida en que consiste en un desinteresado testimonio de la verdad propia. En la apasionada inquisición del científico, en el sacrificio del auténtico religioso, en el libre respeto del hombre moral por la ley, hay más filosofía que en la vana verborrea de muchos creadores de sistemas. Pues la vida filosófica es sólo un intento de realizar de modo radical una aspiración inherente a toda actividad espiritual: hacer de la vida un testimonio.
La ciencia, la religión y la filosofía constituyen dominios de la cultura fundamentales que han sido cultivados por la humanidad en el transcurso de la historia pero, ¿cómo se relacionan y se diferencian estas creaciones humanas? ¿Qué diferencias y posibles similitudes encontramos en la investigación que hace un científico en el laboratorio, con el místico o religioso que entra en profunda meditación para comunicarse con la divinidad o con las reflexiones que lleva a cabo un filósofo para fundamentar la verdad?    

1.1 CARACTERÍSTICAS DE LOS CONOCIMIENTOS PRE-FILOSÓFICOS DE TIPO: MÍTICOS, MÁGICOS Y RELIGIOSOS EN LA CIVILIZACIÓN GRIEGA, MESOPOTÁMICA Y CHINA; COMO CONDICIONES PREVIAS A LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA




El ser humano en el transcurso de la historia ha sentido la necesidad de conocer su entorno, de acallar sus dudas, sobre todo de aquello que le produce asombro. El hombre primitivo se concentró primero en su mundo inmediato y posteriormente pudo reflexionar sobre la totalidad del cosmos, dando lugar al nacimiento de la filosofía y la ciencia. Como sabemos, el inicio de la filosofía se ha ubicado en los primeros decenios del siglo VI a. C. en la Antigua Grecia, aunque es posible encontrar en el Oriente, en las viejas culturas de Egipto, China y Mesopotamia, formas de actividad espiritual que ofrecen algunas analogías con el pensamiento de los griegos, a quienes se les atribuye la paternidad de la filosofía.
La filosofía griega es el resultado de una evolución gradual. En sus inicios se ha distinguido un periodo que marca sus antecedentes, conocido como período prefilosófico, mítico, o religioso, mismo que se remonta a unos dos o tres siglos antes del periodo presocrático en el que aparecen los primeros filósofos. Este periodo pre-filosófico, o previo a la aparición de la filosofía, se caracteriza por la aparición de relatos míticos, religiosos, muchas veces vinculados con ritos y prácticas mágicas. Podemos decir que en la Antigua Grecia este periodo está representado por los grandes poemas de Hornero (siglo IX) y Hesíodo (siglo VIII).
En el pensamiento mítico, que es previo al filosófico, se recurre a la fantasía  para convertir la realidad en fábula o leyenda. La tierra está poblada de espíritus, genios, demonios, duendes, divinidades, monstruos y héroes. Este tipo de pensamiento está íntimamente vinculado con la religión, ya que suele presentar un politeísmo antropomórfico según el cual hay una diversidad de dioses que personifican fuerzas o poderes naturales, lo que implica también una cosmogonía en la cual los problemas cósmicos son concebidos inicialmente como problemas humanos. El universo se explica a partir de conceptos provenientes del mundo humano y social como: justicia, gobierno, asambleas de dioses, amor, odio, antagonismo, lucha, etc. El politeísmo antropomórfico se manifiesta, por ejemplo, entre los griegos con una serie de dioses: el más importante de ellos es Zeus, y otros son Poseidón, dios de los mares; Cronos, dios del tiempo; Gea, diosa de la tierra; Eolo, dios del viento; etcétera.
El pensamiento mítico también está ligado a la magia, concebida como una especie de arte o técnica que intenta controlar o desviar el curso de la naturaleza mediante conjuros o maleficios. La magia suele basarse en poderes milagrosos de la mente humana, capaces de producir de manera voluntaria hechos sobrenaturales mediante su correcta evocación; tiene un carácter eminentemente práctico, ya que por medio de ella se busca curar enfermedades, tener buenas cosechas, producir abundantes lluvias o bien destruir a los enemigos. Un ejemplo, entre muchos, en los mitos de actos mágicos es el encuentro debido a un reto entre las diosas Atenea y Aracne para ver quién de ellas tejía la imagen más bella del universo, el triunfo fue para Atenea, que impuso como castigo a su rival convertirla en un insecto peludo y gordo con ocho patas.
De acuerdo con sus raíces etimológicas, la palabra "mito", del griego mytos, significa relato y se relaciona con "palabra, discurso, conversación, cuento, narración, fábula". En sus orígenes el mito se transmitió de manera oral, más tarde en forma de tradiciones y cuentos folclóricos. En los poetas griegos Hornero y Hesíodo los mitos se presentan de manera escrita para ser recitados y difundidos por la gente del pueblo.
El mito, como podrás apreciar en sus innumerables relatos, está vinculado a la poesía, a la tragedia, a la comedia y a la fábula. Posee cualidades artísticas o estéticas y reviste una capacidad de "encantamiento".
Recurre a figuras retóricas; por ejemplo en La Odisea, Hornero se refiere a Atenea como la diosa que tiene "los ojos de lechuza" y el Olimpo, morada de los dioses es un lugar en el que no se agitan los vientos, ni la nieve o la lluvia lo cubre y en cambio es envuelto por una esplendorosa claridad. Mientras que Hesíodo en su Cosmogonía habla de la tierra como "poseedora de amplio seno", de Eros como el más hermoso de los dioses inmortales, y de las grandes montañas como "moradas graciosas de dioses", etcétera.
Pero los mitos no son meros relatos para entretener a los mortales. Reclaman ser creídos al pie de la letra, y en esto se diferencian de los cuentos, que se interpretan como puras alegorías o simbolizaciones. En este sentido los mitos tienen, para el hombre arcaico, un gran poder explicativo, su función es la de explicar el origen de las cosas, del mundo, de las instituciones, de las comunidades o del comportamiento de la naturaleza. De esta manera representan una "historia verdadera", sagrada y ejemplar. Según Mirce Eliade "el mito es una exposición falsa que describe lo verdadero" en esto estriba su paradoja y su importancia para las antiguas civilizaciones.
Como bien lo ha visto H. A. Frankfort, en la explicación mítica y religiosa el ser humano se encuentra entrañablemente unido a la naturaleza; el dominio de la naturaleza no se distingue del dominio de lo humano, el hombre está inmerso en la naturaleza y depende de las fuerzas cósmicas. Mientras que para el hombre moderno la naturaleza es una relación de fenómenos, un "ello", algo impersonal; para el hombre primitivo creador de mitos, la realidad, la naturaleza es algo enteramente personal, es un "tú" ante el cual se enfrenta de manera vital y emotiva, originando un conocimiento directo y desarticulado, mientras que el conocimiento científico es articulado e indiferente desde el punto de vista emotivo. La ciencia se orienta a comprender a los objetos y a los acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su comportamiento bajo circunstancias definidas. Sin embargo, para la mentalidad mítica el mundo no es algo inanimado ni vacío, sino pleno de una vida, que cobra individualidad en los hombres, en los animales, en las plantas y en todos aquellos fenómenos que nos embargan de asombro como las tempestades, los bellos amaneceres o los temblores. Por ejemplo, los antiguos babilonios se preguntaban: ¿cómo se produce la lluvia? Para contestar a esta interrogante acudían a un mito en el que intervenía el gigantesco pájaro Imdugud, que venía en su auxilio. Éste cubría el cielo con las negras nubes de tempestad de sus alas y devoraba al Toro del Cielo, cuyo cálido aliento había abrasado las cosechas.
Los mitos no representan un fenómeno aislado en la historia de la humanidad. Todas las civilizaciones han acudido, en ciertos momentos de su evolución, a este tipo de relatos. La misma Grecia, cuna de la filosofía, no es una excepción, pues, como ya hemos mencionado, pasa por una etapa prefilosófíca o mitológica que después logra superar. En las colonias griegas del Asia Menor, y más precisamente en la Jonia, es donde por primera vez aparecen (hacia el siglo vi a. C.) manifestaciones de un pensamiento que ya busca independizarse de los mitos, desarrollando una explicación de la naturaleza y la vida sobre bases racionales. Lo mismo que en Grecia, otras civilizaciones antiguas como la mesopotámica y la china cultivaron un conocimiento religioso y mitológico, el cual trataremos de reseñar más adelante.

EL MITO EN LA ANTIGUA GRECIA   
   

La trágica historia del pensamiento humano no es sino la de una lucha entre la razón y la vida, aquélla empeñada en racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad; y ésta, la vida, empeñada en vitalizar la razón obligándola a que sirva de apoyo a sus anhelos vitales.
Miguel de Unamuno
Al estudiar a los antiguos griegos creadores de la filosofía, no podemos prescindir de su pensamiento mítico que floreció en los albores de su cultura. La historia de la Formación del hombre griego es "la historia de sus modos de relación vital, de sus situaciones vitales fundamentales. Y la religiosidad es una de estas formas de relación, en cuya historia puede reseguirse el lento progreso del hombre en su camino hacia la plena humanidad'.
Según Werner Jaeger, Grecia representa frente a los grandes pueblos orientales un progreso fundamental, una nueva etapa en todo lo que hace referencia a la vida de los hombres en la comunidad, la cual se basa en principios totalmente nuevos que se van a manifestar en su arte, su religión, su política y su filosofía.
En los tiempos pre-filosóficos destaca la figura de Hornero, el gran creador de los mitos arcaicos. Para el mismo Jaeger, este poeta no debe ser considerado como simple objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más grande creador de la humanidad griega.
La obra homérica, en su conjunto, muestra claramente lo que representa la lucha: la prodigiosa lucha de muchos héroes inmortales, de la más alta arete (virtud). Pero no sólo la areté o virtud de los griegos, sino también la de sus enemigos que también son unos héroes que luchan por su patria y por sus ideales de libertad.
La concepción del mundo y del hombre, la "filosofía" si podríamos decirlo así, de Hornero está contenida en sus dos grandes poemas La Iliada y La Odisea escritos durante el siglo VIII. La Iliada trata de las guerras de Troya, mientras que La Odisea se refiere a los viajes del héroe llamado Ulises u Odiseo y las peripecias en las que se ve envuelto cuando decide retornar a su hogar.
El mundo para Hornero presenta un orden y una armonía. La jerarquía de las fuerzas naturales corresponde al orden como están organizados los dioses. El Olimpo o morada de los dioses está formado por divinidades superiores e inferiores al mundo de Zeus. Los dioses superiores no son engendrados, son eternos e inmortales, los inferiores son engendrados y temporales. De aquí se deriva una dualidad de principios: lo eterno y lo temporal, lo que permanece y lo efímero, distinción que va a ser retomada por los filósofos griegos tan sensibles a los cambios. Para Hornero, el mundo viene siendo el desarrollo de fuerzas divinas que operan desde dentro y que producen la multiplicidad, contraste y variabilidad de los fenómenos.
Por otro lado, el hombre se encuentra a merced del Destino o Moira y de la caprichosa voluntad de los dioses. El Destino o Moira cuyos designios inexorables cobran expresión en las Parcas o divinidades infernales que la noche engendró por sí misma. Presidían el nacimiento y la vida del hombre. Estas entidades eran tres: Cloto, que señoreaba el nacimiento y bordaba el destino en una rueca; Laquesis, que hilaba los aconteceres de la existencia, y Átropos, la más terrible de todas, que con unas tijeras cortaba el hilo de la vida.
Un siglo después de Hornero surge otro gran poeta creador de mitos llamado Hesíodo autor de dos notables obras: Los trabajos y los días y la Teogonia. La primera de ellas se origina por una disputa que su autor tiene con su hermano sobre una herencia de tierras que su padre les legó. A propósito de esta querella, habla de los ideales de la vida humana basada en el trabajo y la observancia de las leyes. Hornero había exaltado las virtudes de los héroes: la valentía, el honor, el patriotismo, etc.; en cambio Hesíodo enaltece el trabajo (ergon), el esfuerzo para someter la naturaleza y arrancarle sus preciados frutos. Para Hesíodo el mundo humano debe estar basado en leyes y en la justicia y es, por tanto, diferente al mundo animal, que está exento de estos valores. La segunda obra, la Teogonia, refiere el origen del mundo estrechamente ligado al origen de los dioses. He aquí un breve relato de cómo —según Hesíodo— surgió el mundo:
Primeramente fue el abismo (Caos), y después la Tierra (Gea) de amplio seno, asiento siempre seguro de todo, y Tártaro oscuro en el fondo de la tierra de anchos caminos, y Eros el más hermoso de los dioses inmortales, que relaja los miembros y domina en el pecho la muerte y la voluntad prudente de todos los dioses y de todos los hombres. Del abismo nacieron Erebo y la negra Noche; y de la Noche misma nacieron a su vez el Éter y el Día, que ella concibió y dio a luz tras de haberse unido en Amor con Erebo. La tierra primeramente procreó al brillante cielo (Urano) igual a sí misma, para que la rodeara por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses bienaventurados. Engendró a las grandes montañas, moradas religiosas de dioses, y a las Ninfas, que habitan en los sinuosos montes. También ella dio a luz, sin el deseado amor, al mar estéril, a Ponto, que hierve con su oleaje.
Como podrás observar, en muchos mitos y concretamente en el caso de Hesíodo, para explicar la formación del universo los elementos naturales son "antropomorfizados" o humanizados. Por ejemplo, el amor o Eros encarna en un hermoso dios que posee una "voluntad prudente".
La noche semeja una mujer que es capaz de engendrar al éter y al día; la Tierra, por su parte procrea al cielo, etc. Así, el mundo se formó por una serie de partos y ayuntamientos entre elementos y dioses. Pero en todo caso, el mundo se origina a partir de un Caos primigenio.

EL MITO EN MESOPOTAMIA    
Al igual que en la antigua Grecia, los mitos o pensamientos prefilosóficos en Mesopotamia desempeñaron un papel importante para explicar el origen del mundo y el orden que debía imperar en la sociedad como parte fundamental de su cosmovisión. En esta parte del mundo, los mitos se vinculan a los perfiles geográficos de la región así como a su estructura social.
En la Mesopotamia hay dos ríos, cada uno con diversos tributarios. Son menos fáciles de navegar que el Nilo, pues el Tigris en particular es muy turbulento, y las inundaciones son menos regulares, dado que el país está sometido a lluvias torrenciales. El área que podía ser irrigada con un solo sistema era limitada.
[... ] Además, lejos de estar aislada, la zona estaba expuesta a los nómadas del desierto por el oeste y el norte, y por el este a las tribus montañesas de Armenia y Elam. La unidad básica fue la ciudad-Estado. Las ciudades de la Mesopotamia se hallaban siempre en pie de guerra, y aunque se unían de tiempo en tiempo por la fuerza de las arenas, estos Imperios no duraban.

MAPA DE MESOPOTAMIA
Esta breve descripción de Mesopotamia nos indica que esta antigua cultura se desenvolvió en medio de fuerzas impetuosas y violentas. El hombre mesopotámico no intenta siquiera oponerse a las fuerzas naturales que lo sobrecogen. Así, se dice en un viejo relato:
El diluvio desenfrenado al que ningún hombre puede oponerse. Que estremece los cielos y hace que la tierra se '      sacuda. Envuelve un espantoso manto a la madre y al niño.
Situado frente a las fuerzas cósmicas, el hombre de la Mesopotamia se percata de su impotencia, con el temor que produce el encontrarse ante la acción de fuerzas gigantescas.
Se ha visto una interrelación entre la organización social y la visión del cosmos que sustentaban los antiguos babilonios. Por ello, Thorkild Jacobsen considera que el cosmos en esta cultura era como una réplica del Estado. Y esto era así porque el universo era considerado como algo vivo y personalizado y con una voluntad propia dentro de una concepción mágico-religiosa. Las relaciones que se daban entre fenómenos naturales eran semejantes a las relaciones que se entablaban en la sociedad. Había una personalidad, un dios, en cada fenómeno. En el mito de la creación, por ejemplo, se habla de que los dioses se reunían en juntas o asambleas para tomar importantes decisiones; de la misma manera, los habitantes de Mesopotamia se encontraban organizados en una Asamblea, que reunía a todos los hombres y mujeres bajo la dirección de un gran sacerdote. La ciudad poseía varios templos, cada uno tenía su propio dios. El sacerdocio se consolidó como clase dirigente al usurpar los poderes del Consejo y apropiarse de la tierra. La tierra se cultivaba por la acción de los esclavos que eran tomados en la guerra y por los pequeños propietarios, a quienes los sacerdotes sometían a trabajos forzados.
Se pensaba que la ciudad en su conjunto era propiedad de su dios protector, arrendada por éste al supremo sacerdote, quien la gobernaba y supervisaba los problemas de interés general, tales como el riego, el comercio y las relaciones exteriores.
Así como en la sociedad sólo los adultos libres podían decidir en los negocios públicos, asimismo, en el universo sólo aquellas fuerzas naturales que inspiraban verdadero temor tenían un rango de dioses supremos y de "ciudadanos del universo".
De la misma manera que en la sociedad, en el universo se vislumbraba un orden; a partir de jerarquías las fuerzas cósmicas se ordenaban según su importancia y efectividad en la vida de los hombres, así tenemos que:
Anu era el dios supremo, el dios del cielo. Está por encima de todas las cosas y es la fuerza más importante del cosmos. La grandeza del cielo le sugirió al hombre mesopotamio una noción de majestad, de autoridad y fuerza. La experiencia de los fenómenos naturales le hizo sentirse dependiente del terrible e implacable poder del cielo.
La segunda fuerza cósmica era el dios de la tempestad, llamado Enlil, el cual fue identificado con el dios guerrero Marduk. Su nombre significa "Señor Tempestad". La tempestad simbolizaba la fuerza de todos los elementos que encarna en los dioses que someten y castigan a los mortales. La violenta fuerza destructiva que padecieron los mesopotamios con la invasión de hordas bárbaras era interpretada como una tormenta ordenada por el cielo. 
En tercer lugar figuraba la tierra como elemento fundamental del universo visible. Era la "madre tierra" que fecunda, que brinda cosas buenas a los seres humanos, por ello era concebida como "la reina de los dioses" y como "Señora de las Montañas". La tierra es fuente de las bienhechoras aguas de los ríos.
Como fuente de estas aguas la tierra era masculina, era Enki, señor de la tierra o, más literalmente, "Señor Tierra". Entre los dioses de Mesopotamia el tercero y cuarto lugar correspondían a estos dos aspectos de la tierra. Ninhursaga y Enki. Con ellos se completa el grupo de los elementos cósmicos de mayor importancia que tenían el rango más elevado y que ejercían la mayor influencia sobre todo lo existente.
Sin duda alguna, un mito de gran significación en la cultura mesopotámica es el mito cosmológico de la creación, conocido como Enuma elis que significa "cuando arriba". En términos generales, podemos decir que este mito trata sobre la creación del universo mediante la imposición del orden y de la autoridad de los dioses, del paso de la inestabilidad, del desorden, de la confusión, al orden y la estabilidad. "El origen del orden del mundo es un prolongado conflicto entre dos principios antagónicos, las fuerzas que llevan a la actividad y las que conducen a la inactividad". La victoria sobre la inactividad se logra por la pura autoridad o ésta combinada con la fuerza, la cual se hace expresa en el enfrentamiento entre esos "dos principios antagónicos" representados por Tiamat, el caos acuoso, y por Marduk, el héroe del mito, quien posibilita la creación y el orden. Marduk es un dios luminoso:
De estatura grandiosa, con mirada relampagueante, y un porte viril, era un caudillo nato. Ea su padre, se regocijó al verlo. Alegrándose y deleitándose en su corazón. Le concedió, sí, le aseguró una doble divinidad. De talla aventajada, descollando en todo. Más astuto de lo que pudiera suponerse, incomprensible, terrible, no debía ser visto. Con cuatro ojos y cuatro oídos; arrojaba fuego cada vez que sus labios se movían.
Tiamat, en combinación con las fuerzas del caos organiza un ejército para enfrentarse a Marduk. La madre Hubur, creadora de todas las formas, presta ayuda con armas irresistibles, creando serpientes monstruosas con aguzados dientes, con crueles colmillos, cuyo cuerpo estaba lleno de veneno, en vez de sangre.
Los dioses reunidos en asamblea eligen a Marduk como salvador, lo invisten de guerrero dotándolo de poder y le dicen: "Tú eres importante entre los dioses mayores; de ahora en adelante tus órdenes no serán alteradas, lo que tú digas se hará verdadero, tu palabra no será en vano. Ninguno de los dioses usurpará tus derechos".
Y así Marduk forma siete tempestades, levanta su maza, que es el diluvio, monta en su carro de guerra y se va a combatir a Tiamat rodeado de su ejército formado por dioses. Se entabla una singular batalla. Desplegando su poderosa red, Marduk envuelve con ella a Tiamat quien abre sus inmensas fauces con intención de tragárselo, pero Marduk envía a los vientos para que se las mantengan abiertas y le arroja una flecha que traspasa su corazón, hiriéndola de muerte. Una vez que ha alcanzado la victoria, Marduk destroza el cadáver de su adversaria, le corta sus arterias y los vientos esparcen su sangre, corta en dos partes el cuerpo y levantando una de ellas forma el cielo. Esto significa que con los restos de Tiamat crea el mundo y con ello el orden. Entonces ¿con los restos del caos se creó el mundo? ¿Hay peligro latente de que la inestabilidad, el caos vuelve a surgir? [...]    
Por su parte, Thorkild Jacobsen nos ofrece la siguiente interpretación del mito de Marduk y Tiamat:
Posiblemente esta batalla entre Marduk, o Enlil, y Tiamat, entre el viento y el agua, sea una interpretación arcaica de las inundaciones primaverales. Cada primavera, las aguas inundan la llanura de Mesopotamia y el mundo del hombre mesopotámico se convierte en un caos acuoso o, más bien, en el "caos primordial" hasta que los vientos barren las aguas y la tierra se seca de nuevo. Es posible que al decirse que los vientos esparcen la sangre de Tiamat se esté haciendo referencia a este fenómeno.

EL MITO EN CHINA
La cultura china es una de las más antiguas. Se inicia hacia el año 100 000 a. C. Hacia el tercer milenio atraviesa por el Neolítico, en el segundo surge la Edad de Bronce, en el siglo xv aparecen los primeros escritos.
Así como en las demás culturas del mundo antiguo, encontramos en China un pensamiento prefilosófico nutrido de relatos mitológicos y mágicos, pero también una gran tradición de filosofía práctica en la que se revela la sabiduría de sus pensadores tales como Confucio, Lao Tsé y Mo Tsé.
George Thomson observa un interesante paralelismo entre los griegos y chinos antiguos. “Ambos pueblos sobresalieron en un periodo muy temprano, tanto en filosofía como en poesía, y también ejercieron una sostenida influencia sobre pueblos vecinos en el lejano Occidente y en el extremo Oriente".
Los chinos también, como en el caso de Mesopotamia, sostuvieron una correspondencia entre la naturaleza y la sociedad. Su cosmovisión revela la conformación de un orden perfecto.
El nombre chino para China (Chung Kuo) significa el Reino Medio, esto es, el medio del mundo. En el medio Je este reino yacía la capital imperial, que comprendía el Altar del Sol y la Morada del Destino. El Altar del Sol era un montículo cuadrado, que representaba el espacio, pues la tierra y el espacio se imaginaban cuadrados. Se hallaban cubiertos en su parte superior con tierra amarilla, pues el amarillo era el color del centro. Sus cuatro lados correspondían a los cuatro puntos cardinales y estaban pintados de rojo (el Sur), de verde (el Este), de blanco (el Oeste) y de negro (el Norte). Al ser investido un príncipe por el emperador con el señorío de un dominio, tomaba un terrón de tierra del montículo, rojo, verde, blanco o negro, según el lugar en que se hallaba situado su dominio. Se imaginaba que el reino consistía en un cuadrado rodeado por cuatro bandas rectangulares ordenadas como las cajas chinas, con sus lados enfrentando a los cuatro puntos cardinales. La región central era la capital, en la que residía el emperador; las tres regiones restantes pertenecían a los príncipes, divididos en tres grados; la quinta representaba la región de la frontera, más allá de las cuales se ubicaban las tierras de las cuatro tribus bárbaras y los cuatro mares.'
Al igual que en otras viejas culturas, en un momento dado los chinos acallaron sus dudas, sus grandes interrogantes, por medio de mitos poblados de seres fantásticos, por terribles monstruos, serpientes de agudos colmillos, aves gigantescas, dragones, que vomitan fuego, etc., criaturas singulares que habitaban en el mar, los ríos, la tierra y las montañas. Un mito habla, por ejemplo, de cómo se creó el mundo a partir del caos. Cuando aún no existían ni el cielo ni la tierra, el caos era como un huevo de gallina; dentro de ese huevo se engendró Pan-Ku, un héroe fabuloso. Transcurridos muchos miles de años, el caos se abrió, escapando de manera incontenible los elementos, que dieron origen al cielo y a la tierra. En otra versión de este mito cosmogónico se cuenta que a la muerte de Pan-Ku el mundo se creó de las distintas partes de su cuerpo. La cabeza se convirtió en las cuatro montañas o puntos cardinales; sus ojos en el Sol y la Luna; de su grasa se formaron los ríos y los mares, sus cabellos fueron las plantas, sus lágrimas dieron vida a los ríos y mares, su aliento se convirtió en el viento, su voz dio origen al trueno y sus ojos se convirtieron en rayos. Otro mito nos habla de cómo fue creado el hombre: Pan-Ku, durmiendo la siesta, notó que recorría todo su cuerpo un molesto escozor. En un principio pensó que se trataba de una erupción, pero no tardó en comprobar que la causa era otra cosa. Advirtió que unos insectos saltarines, pequeños y grises, eran los culpables de su malestar.

Se trataba de pulgas. Pan-Ku sacudió sus ropas y las pulgas, al caer al suelo, se convirtieron en seres humanos, pues no podían seguir siendo irracionales después de haber probado la sangre de un dios.