1.1 CARACTERÍSTICAS DE LOS CONOCIMIENTOS PRE-FILOSÓFICOS DE TIPO: MÍTICOS, MÁGICOS Y RELIGIOSOS EN LA CIVILIZACIÓN GRIEGA, MESOPOTÁMICA Y CHINA; COMO CONDICIONES PREVIAS A LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA
El ser humano
en el transcurso de la historia ha sentido la necesidad de conocer su entorno,
de acallar sus dudas, sobre todo de aquello que le produce asombro. El hombre
primitivo se concentró primero en su mundo inmediato y posteriormente pudo
reflexionar sobre la totalidad del cosmos, dando lugar al nacimiento de la
filosofía y la ciencia. Como sabemos, el inicio de la filosofía se ha ubicado
en los primeros decenios del siglo VI a. C. en la Antigua Grecia, aunque es
posible encontrar en el Oriente, en las viejas culturas de Egipto, China y
Mesopotamia, formas de actividad espiritual que ofrecen algunas analogías con
el pensamiento de los griegos, a quienes se les atribuye la paternidad de la
filosofía.
La filosofía
griega es el resultado de una evolución gradual. En sus inicios se ha
distinguido un periodo que marca sus antecedentes, conocido como período
prefilosófico, mítico, o religioso, mismo que se remonta a unos dos o tres
siglos antes del periodo presocrático en el que aparecen los primeros
filósofos. Este periodo pre-filosófico, o previo a la aparición de la
filosofía, se caracteriza por la aparición de relatos míticos, religiosos,
muchas veces vinculados con ritos y prácticas mágicas. Podemos decir que en la
Antigua Grecia este periodo está representado por los grandes poemas de Hornero
(siglo IX) y Hesíodo (siglo VIII).
En el
pensamiento mítico, que es previo al filosófico, se recurre a la fantasía para convertir la realidad en fábula o
leyenda. La tierra está poblada de espíritus, genios, demonios, duendes,
divinidades, monstruos y héroes. Este tipo de pensamiento está íntimamente
vinculado con la religión, ya que suele presentar un politeísmo antropomórfico
según el cual hay una diversidad de dioses que personifican fuerzas o poderes
naturales, lo que implica también una cosmogonía en la cual los problemas
cósmicos son concebidos inicialmente como problemas humanos. El universo se
explica a partir de conceptos provenientes del mundo humano y social como:
justicia, gobierno, asambleas de dioses, amor, odio, antagonismo, lucha, etc.
El politeísmo antropomórfico se manifiesta, por ejemplo, entre los griegos con
una serie de dioses: el más importante de ellos es Zeus, y otros son Poseidón,
dios de los mares; Cronos, dios del tiempo; Gea, diosa de la tierra; Eolo, dios
del viento; etcétera.
El pensamiento
mítico también está ligado a la magia, concebida como una especie de arte o
técnica que intenta controlar o desviar el curso de la naturaleza mediante
conjuros o maleficios. La magia suele basarse en poderes milagrosos de la mente
humana, capaces de producir de manera voluntaria hechos sobrenaturales mediante
su correcta evocación; tiene un carácter eminentemente práctico, ya que por
medio de ella se busca curar enfermedades, tener buenas cosechas, producir
abundantes lluvias o bien destruir a los enemigos. Un ejemplo, entre muchos, en
los mitos de actos mágicos es el encuentro debido a un reto entre las diosas
Atenea y Aracne para ver quién de ellas tejía la imagen más bella del universo,
el triunfo fue para Atenea, que impuso como castigo a su rival convertirla en
un insecto peludo y gordo con ocho patas.
De acuerdo con
sus raíces etimológicas, la palabra "mito", del griego mytos,
significa relato y se relaciona con "palabra, discurso, conversación,
cuento, narración, fábula". En sus orígenes el mito se transmitió de
manera oral, más tarde en forma de tradiciones y cuentos folclóricos. En los
poetas griegos Hornero y Hesíodo los mitos se presentan de manera escrita para
ser recitados y difundidos por la gente del pueblo.
El mito, como
podrás apreciar en sus innumerables relatos, está vinculado a la poesía, a la
tragedia, a la comedia y a la fábula. Posee cualidades artísticas o estéticas y
reviste una capacidad de "encantamiento".
Recurre a
figuras retóricas; por ejemplo en La Odisea, Hornero se refiere a Atenea como
la diosa que tiene "los ojos de lechuza" y el Olimpo, morada de los
dioses es un lugar en el que no se agitan los vientos, ni la nieve o la lluvia
lo cubre y en cambio es envuelto por una esplendorosa claridad. Mientras que
Hesíodo en su Cosmogonía habla de la tierra como "poseedora de amplio
seno", de Eros como el más hermoso de los dioses inmortales, y de las
grandes montañas como "moradas graciosas de dioses", etcétera.
Pero los mitos
no son meros relatos para entretener a los mortales. Reclaman ser creídos al
pie de la letra, y en esto se diferencian de los cuentos, que se interpretan
como puras alegorías o simbolizaciones. En este sentido los mitos tienen, para
el hombre arcaico, un gran poder explicativo, su función es la de explicar el origen
de las cosas, del mundo, de las instituciones, de las comunidades o del
comportamiento de la naturaleza. De esta manera representan una "historia
verdadera", sagrada y ejemplar. Según Mirce Eliade "el mito es una
exposición falsa que describe lo verdadero" en esto estriba su paradoja y
su importancia para las antiguas civilizaciones.
Como bien lo
ha visto H. A. Frankfort, en la explicación mítica y religiosa el ser humano se
encuentra entrañablemente unido a la naturaleza; el dominio de la naturaleza no
se distingue del dominio de lo humano, el hombre está inmerso en la naturaleza
y depende de las fuerzas cósmicas. Mientras que para el hombre moderno la
naturaleza es una relación de fenómenos, un "ello", algo impersonal;
para el hombre primitivo creador de mitos, la realidad, la naturaleza es algo
enteramente personal, es un "tú" ante el cual se enfrenta de manera
vital y emotiva, originando un conocimiento directo y desarticulado, mientras
que el conocimiento científico es articulado e indiferente desde el punto de
vista emotivo. La ciencia se orienta a comprender a los objetos y a los
acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su
comportamiento bajo circunstancias definidas. Sin embargo, para la mentalidad
mítica el mundo no es algo inanimado ni vacío, sino pleno de una vida, que
cobra individualidad en los hombres, en los animales, en las plantas y en todos
aquellos fenómenos que nos embargan de asombro como las tempestades, los bellos
amaneceres o los temblores. Por ejemplo, los antiguos babilonios se
preguntaban: ¿cómo se produce la lluvia? Para contestar a esta interrogante
acudían a un mito en el que intervenía el gigantesco pájaro Imdugud, que venía
en su auxilio. Éste cubría el cielo con las negras nubes de tempestad de sus
alas y devoraba al Toro del Cielo, cuyo cálido aliento había abrasado las
cosechas.
Los mitos no
representan un fenómeno aislado en la historia de la humanidad. Todas las
civilizaciones han acudido, en ciertos momentos de su evolución, a este tipo de
relatos. La misma Grecia, cuna de la filosofía, no es una excepción, pues, como
ya hemos mencionado, pasa por una etapa prefilosófíca o mitológica que después
logra superar. En las colonias griegas del Asia Menor, y más precisamente en la
Jonia, es donde por primera vez aparecen (hacia el siglo vi a. C.)
manifestaciones de un pensamiento que ya busca independizarse de los mitos,
desarrollando una explicación de la naturaleza y la vida sobre bases
racionales. Lo mismo que en Grecia, otras civilizaciones antiguas como la
mesopotámica y la china cultivaron un conocimiento religioso y mitológico, el
cual trataremos de reseñar más adelante.
EL MITO EN LA ANTIGUA GRECIA
La trágica historia del pensamiento humano no es sino la de una lucha entre la razón y la vida, aquélla empeñada en
racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad;
y ésta, la vida, empeñada en vitalizar la razón obligándola a que sirva de
apoyo a sus anhelos vitales.
Miguel
de Unamuno
Al estudiar a
los antiguos griegos creadores de la filosofía, no podemos prescindir de su
pensamiento mítico que floreció en los albores de su cultura. La historia de la
Formación del hombre griego es "la historia de sus modos de relación
vital, de sus situaciones vitales fundamentales. Y la religiosidad es una de
estas formas de relación, en cuya historia puede reseguirse el lento progreso
del hombre en su camino hacia la plena humanidad'.
Según Werner
Jaeger, Grecia representa frente a los grandes pueblos orientales un progreso
fundamental, una nueva etapa en todo lo que hace referencia a la vida de los
hombres en la comunidad, la cual se basa en principios totalmente nuevos que se
van a manifestar en su arte, su religión, su política y su filosofía.
En los tiempos
pre-filosóficos destaca la figura de Hornero, el gran creador de los mitos
arcaicos. Para el mismo Jaeger, este poeta no debe ser considerado como simple
objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más
grande creador de la humanidad griega.
La obra
homérica, en su conjunto, muestra claramente lo que representa la lucha: la
prodigiosa lucha de muchos héroes inmortales, de la más alta arete (virtud).
Pero no sólo la areté o virtud de los griegos, sino también la de sus enemigos
que también son unos héroes que luchan por su patria y por sus ideales de
libertad.
La concepción
del mundo y del hombre, la "filosofía" si podríamos decirlo así, de
Hornero está contenida en sus dos grandes poemas La Iliada y La Odisea escritos
durante el siglo VIII. La Iliada
trata de las guerras de Troya, mientras que La Odisea se refiere a los viajes
del héroe llamado Ulises u Odiseo y las peripecias en las que se ve envuelto
cuando decide retornar a su hogar.
El mundo para
Hornero presenta un orden y una armonía. La jerarquía de las fuerzas naturales
corresponde al orden como están organizados los dioses. El Olimpo o morada de
los dioses está formado por divinidades superiores e inferiores al mundo de
Zeus. Los dioses superiores no son engendrados, son eternos e inmortales, los
inferiores son engendrados y temporales. De aquí se deriva una dualidad de
principios: lo eterno y lo temporal, lo que permanece y lo efímero, distinción
que va a ser retomada por los filósofos griegos tan sensibles a los cambios.
Para Hornero, el mundo viene siendo el desarrollo de fuerzas divinas que operan
desde dentro y que producen la multiplicidad, contraste y variabilidad de los
fenómenos.
Por otro lado,
el hombre se encuentra a merced del Destino o Moira y de la caprichosa voluntad
de los dioses. El Destino o Moira cuyos designios inexorables cobran expresión
en las Parcas o divinidades infernales que la noche engendró por sí misma.
Presidían el nacimiento y la vida del hombre. Estas entidades eran tres: Cloto,
que señoreaba el nacimiento y bordaba el destino en una rueca; Laquesis, que
hilaba los aconteceres de la existencia, y Átropos, la más terrible de todas,
que con unas tijeras cortaba el hilo de la vida.
Un siglo
después de Hornero surge otro gran poeta creador de mitos llamado Hesíodo autor de dos notables obras:
Los trabajos y los días y la Teogonia. La primera de ellas se origina por una
disputa que su autor tiene con su hermano sobre una herencia de tierras que su
padre les legó. A propósito de esta querella, habla de los ideales de la vida
humana basada en el trabajo y la observancia de las leyes. Hornero había
exaltado las virtudes de los héroes: la valentía, el honor, el patriotismo,
etc.; en cambio Hesíodo enaltece el trabajo (ergon), el esfuerzo para someter
la naturaleza y arrancarle sus preciados frutos. Para Hesíodo el mundo humano
debe estar basado en leyes y en la justicia y es, por tanto, diferente al mundo
animal, que está exento de estos valores. La segunda obra, la Teogonia, refiere
el origen del mundo estrechamente ligado al origen de los dioses. He aquí un
breve relato de cómo —según Hesíodo— surgió el mundo:
Primeramente fue el abismo (Caos), y después
la Tierra (Gea) de amplio seno, asiento siempre seguro de todo, y Tártaro
oscuro en el fondo de la tierra de anchos caminos, y Eros el más hermoso de los
dioses inmortales, que relaja los miembros y domina en el pecho la muerte y la
voluntad prudente de todos los dioses y de todos los hombres. Del abismo
nacieron Erebo y la negra Noche; y de la Noche misma nacieron a su vez el Éter
y el Día, que ella concibió y dio a luz tras de haberse unido en Amor con
Erebo. La tierra primeramente procreó al brillante cielo (Urano) igual a sí
misma, para que la rodeara por todas partes y fuera un asiento seguro para los
dioses bienaventurados. Engendró a las grandes montañas, moradas religiosas de
dioses, y a las Ninfas, que habitan en los sinuosos montes. También ella dio a
luz, sin el deseado amor, al mar estéril, a Ponto, que hierve con su oleaje.
Como podrás
observar, en muchos mitos y concretamente en el caso de Hesíodo, para explicar
la formación del universo los elementos naturales son
"antropomorfizados" o humanizados. Por ejemplo, el amor o Eros
encarna en un hermoso dios que posee una "voluntad prudente".
La noche
semeja una mujer que es capaz de engendrar al éter y al día; la Tierra, por su
parte procrea al cielo, etc. Así, el mundo se formó por una serie de partos y
ayuntamientos entre elementos y dioses. Pero en todo caso, el mundo se origina
a partir de un Caos primigenio.
EL MITO EN MESOPOTAMIA
Al igual que
en la antigua Grecia, los mitos o pensamientos prefilosóficos en Mesopotamia
desempeñaron un papel importante para explicar el origen del mundo y el orden
que debía imperar en la sociedad como parte fundamental de su cosmovisión. En
esta parte del mundo, los mitos se vinculan a los perfiles geográficos de la
región así como a su estructura social.
En la
Mesopotamia hay dos ríos, cada uno con diversos tributarios. Son menos fáciles
de navegar que el Nilo, pues el Tigris en particular es muy turbulento, y las
inundaciones son menos regulares, dado que el país está sometido a lluvias
torrenciales. El área que podía ser irrigada con un solo sistema era limitada.
[... ] Además,
lejos de estar aislada, la zona estaba expuesta a los nómadas del desierto por
el oeste y el norte, y por el este a las tribus montañesas de Armenia y Elam.
La unidad básica fue la ciudad-Estado. Las ciudades de la Mesopotamia se
hallaban siempre en pie de guerra, y aunque se unían de tiempo en tiempo por la
fuerza de las arenas, estos Imperios no duraban.
MAPA DE MESOPOTAMIA
Esta breve
descripción de Mesopotamia nos indica que esta antigua cultura se desenvolvió
en medio de fuerzas impetuosas y violentas. El hombre mesopotámico no intenta
siquiera oponerse a las fuerzas naturales que lo sobrecogen. Así, se dice en un
viejo relato:
El diluvio desenfrenado al que ningún hombre
puede oponerse. Que estremece los cielos y hace que la tierra se ' sacuda. Envuelve un espantoso manto a la
madre y al niño.
Situado frente
a las fuerzas cósmicas, el hombre de la Mesopotamia se percata de su
impotencia, con el temor que produce el encontrarse ante la acción de fuerzas
gigantescas.
Se ha visto
una interrelación entre la organización social y la visión del cosmos que
sustentaban los antiguos babilonios. Por ello, Thorkild Jacobsen considera que
el cosmos en esta cultura era como una réplica del Estado. Y esto era así
porque el universo era considerado como algo vivo y personalizado y con una
voluntad propia dentro de una concepción mágico-religiosa. Las relaciones que
se daban entre fenómenos naturales eran semejantes a las relaciones que se
entablaban en la sociedad. Había una personalidad, un dios, en cada fenómeno.
En el mito de la creación, por ejemplo, se habla de que los dioses se reunían
en juntas o asambleas para tomar importantes decisiones; de la misma manera,
los habitantes de Mesopotamia se encontraban organizados en una Asamblea, que
reunía a todos los hombres y mujeres bajo la dirección de un gran sacerdote. La
ciudad poseía varios templos, cada uno tenía su propio dios. El sacerdocio se
consolidó como clase dirigente al usurpar los poderes del Consejo y apropiarse
de la tierra. La tierra se cultivaba por la acción de los esclavos que eran
tomados en la guerra y por los pequeños propietarios, a quienes los sacerdotes
sometían a trabajos forzados.
Se pensaba que
la ciudad en su conjunto era propiedad de su dios protector, arrendada por éste
al supremo sacerdote, quien la gobernaba y supervisaba los problemas de interés
general, tales como el riego, el comercio y las relaciones exteriores.
Así como en la
sociedad sólo los adultos libres podían decidir en los negocios públicos,
asimismo, en el universo sólo aquellas fuerzas naturales que inspiraban verdadero
temor tenían un rango de dioses supremos y de "ciudadanos del
universo".
De la misma
manera que en la sociedad, en el universo se vislumbraba un orden; a partir de
jerarquías las fuerzas cósmicas se ordenaban según su importancia y efectividad
en la vida de los hombres, así tenemos que:
Anu era el dios supremo, el dios del
cielo. Está por encima de todas las cosas y es la fuerza más importante del
cosmos. La grandeza del cielo le sugirió al hombre mesopotamio una noción de
majestad, de autoridad y fuerza. La experiencia de los fenómenos naturales le
hizo sentirse dependiente del terrible e implacable poder del cielo.
La segunda
fuerza cósmica era el dios de la tempestad, llamado Enlil, el cual fue
identificado con el dios guerrero Marduk. Su nombre significa "Señor
Tempestad". La tempestad simbolizaba la fuerza de todos los elementos que
encarna en los dioses que someten y castigan a los mortales. La violenta fuerza
destructiva que padecieron los mesopotamios con la invasión de hordas bárbaras
era interpretada como una tormenta ordenada por el cielo.
En tercer
lugar figuraba la tierra como elemento fundamental del universo visible. Era la
"madre tierra" que fecunda, que brinda cosas buenas a los seres
humanos, por ello era concebida como "la reina de los dioses" y como
"Señora de las Montañas". La tierra es fuente de las bienhechoras
aguas de los ríos.
Como fuente de
estas aguas la tierra era masculina, era Enki, señor de la tierra o, más
literalmente, "Señor Tierra". Entre los dioses de Mesopotamia el tercero
y cuarto lugar correspondían a estos dos aspectos de la tierra. Ninhursaga y
Enki. Con ellos se completa el grupo de los elementos cósmicos de mayor
importancia que tenían el rango más elevado y que ejercían la mayor influencia
sobre todo lo existente.
Sin duda
alguna, un mito de gran significación en la cultura mesopotámica es el mito
cosmológico de la creación, conocido como Enuma elis que significa "cuando
arriba". En términos generales, podemos decir que este mito trata sobre la
creación del universo mediante la imposición del orden y de la autoridad de los
dioses, del paso de la inestabilidad, del desorden, de la confusión, al orden y
la estabilidad. "El origen del orden del mundo es un prolongado conflicto
entre dos principios antagónicos, las fuerzas que llevan a la actividad y las que
conducen a la inactividad". La victoria sobre la inactividad se logra por
la pura autoridad o ésta combinada con la fuerza, la cual se hace expresa en el
enfrentamiento entre esos "dos principios antagónicos" representados
por Tiamat, el caos acuoso, y por Marduk, el héroe del mito, quien posibilita
la creación y el orden. Marduk es un dios luminoso:
De estatura
grandiosa, con mirada relampagueante, y un porte viril, era un caudillo nato.
Ea su padre, se regocijó al verlo. Alegrándose y deleitándose en su corazón. Le
concedió, sí, le aseguró una doble divinidad. De talla aventajada, descollando
en todo. Más astuto de lo que pudiera suponerse, incomprensible, terrible, no
debía ser visto. Con cuatro ojos y cuatro oídos; arrojaba fuego cada vez que
sus labios se movían.
Tiamat, en
combinación con las fuerzas del caos organiza un ejército para enfrentarse a
Marduk. La madre Hubur, creadora de todas las formas, presta ayuda con armas
irresistibles, creando serpientes monstruosas con aguzados dientes, con crueles
colmillos, cuyo cuerpo estaba lleno de veneno, en vez de sangre.
Los dioses
reunidos en asamblea eligen a Marduk como salvador, lo invisten de guerrero
dotándolo de poder y le dicen: "Tú eres importante entre los dioses
mayores; de ahora en adelante tus órdenes no serán alteradas, lo que tú digas
se hará verdadero, tu palabra no será en vano. Ninguno de los dioses usurpará
tus derechos".
Y así Marduk
forma siete tempestades, levanta su maza, que es el diluvio, monta en su carro
de guerra y se va a combatir a Tiamat rodeado de su ejército formado por
dioses. Se entabla una singular batalla. Desplegando su poderosa red, Marduk
envuelve con ella a Tiamat quien abre sus inmensas fauces con intención de
tragárselo, pero Marduk envía a los vientos para que se las mantengan abiertas
y le arroja una flecha que traspasa su corazón, hiriéndola de muerte. Una vez
que ha alcanzado la victoria, Marduk destroza el cadáver de su adversaria, le
corta sus arterias y los vientos esparcen su sangre, corta en dos partes el
cuerpo y levantando una de ellas forma el cielo. Esto significa que con los
restos de Tiamat crea el mundo y con ello el orden. Entonces ¿con los restos
del caos se creó el mundo? ¿Hay peligro latente de que la inestabilidad, el
caos vuelve a surgir? [...]
Por su parte,
Thorkild Jacobsen nos ofrece la siguiente interpretación del mito de Marduk y
Tiamat:
Posiblemente
esta batalla entre Marduk, o Enlil, y Tiamat, entre el viento y el agua, sea
una interpretación arcaica de las inundaciones primaverales. Cada primavera,
las aguas inundan la llanura de Mesopotamia y el mundo del hombre mesopotámico
se convierte en un caos acuoso o, más bien, en el "caos primordial"
hasta que los vientos barren las aguas y la tierra se seca de nuevo. Es posible
que al decirse que los vientos esparcen la sangre de Tiamat se esté haciendo
referencia a este fenómeno.
EL MITO EN CHINA
La cultura
china es una de las más antiguas. Se inicia hacia el año 100 000 a. C. Hacia el
tercer milenio atraviesa por el Neolítico, en el segundo surge la Edad de
Bronce, en el siglo xv aparecen los primeros escritos.
Así como en
las demás culturas del mundo antiguo, encontramos en China un pensamiento
prefilosófico nutrido de relatos mitológicos y mágicos, pero también una gran
tradición de filosofía práctica en la que se revela la sabiduría de sus
pensadores tales como Confucio, Lao Tsé y Mo Tsé.
George Thomson
observa un interesante paralelismo entre los griegos y chinos antiguos. “Ambos
pueblos sobresalieron en un periodo muy temprano, tanto en filosofía como en
poesía, y también ejercieron una sostenida influencia sobre pueblos vecinos en
el lejano Occidente y en el extremo Oriente".
Los chinos
también, como en el caso de Mesopotamia, sostuvieron una correspondencia entre
la naturaleza y la sociedad. Su cosmovisión revela la conformación de un orden
perfecto.
El nombre
chino para China (Chung Kuo) significa el Reino Medio, esto es, el medio del
mundo. En el medio Je este reino yacía la capital imperial, que comprendía el
Altar del Sol y la Morada del Destino. El Altar del Sol era un montículo
cuadrado, que representaba el espacio, pues la tierra y el espacio se
imaginaban cuadrados. Se hallaban cubiertos en su parte superior con tierra
amarilla, pues el amarillo era el color del centro. Sus cuatro lados
correspondían a los cuatro puntos cardinales y estaban pintados de rojo (el
Sur), de verde (el Este), de blanco (el Oeste) y de negro (el Norte). Al ser
investido un príncipe por el emperador con el señorío de un dominio, tomaba un
terrón de tierra del montículo, rojo, verde, blanco o negro, según el lugar en
que se hallaba situado su dominio. Se imaginaba que el reino consistía en un
cuadrado rodeado por cuatro bandas rectangulares ordenadas como las cajas chinas,
con sus lados enfrentando a los cuatro puntos cardinales. La región central era
la capital, en la que residía el emperador; las tres regiones restantes
pertenecían a los príncipes, divididos en tres grados; la quinta representaba
la región de la frontera, más allá de las cuales se ubicaban las tierras de las
cuatro tribus bárbaras y los cuatro mares.'
Al igual que
en otras viejas culturas, en un momento dado los chinos acallaron sus dudas,
sus grandes interrogantes, por medio de mitos poblados de seres fantásticos,
por terribles monstruos, serpientes de agudos colmillos, aves gigantescas,
dragones, que vomitan fuego, etc., criaturas singulares que habitaban en el
mar, los ríos, la tierra y las montañas. Un mito habla, por ejemplo, de cómo se
creó el mundo a partir del caos. Cuando aún no existían ni el cielo ni la
tierra, el caos era como un huevo de gallina; dentro de ese huevo se engendró
Pan-Ku, un héroe fabuloso. Transcurridos muchos miles de años, el caos se
abrió, escapando de manera incontenible los elementos, que dieron origen al
cielo y a la tierra. En otra versión de este mito cosmogónico se cuenta que a
la muerte de Pan-Ku el mundo se creó de las distintas partes de su cuerpo. La
cabeza se convirtió en las cuatro montañas o puntos cardinales; sus ojos en el
Sol y la Luna; de su grasa se formaron los ríos y los mares, sus cabellos
fueron las plantas, sus lágrimas dieron vida a los ríos y mares, su aliento se
convirtió en el viento, su voz dio origen al trueno y sus ojos se convirtieron
en rayos. Otro mito nos habla de cómo fue creado el hombre: Pan-Ku, durmiendo
la siesta, notó que recorría todo su cuerpo un molesto escozor. En un principio
pensó que se trataba de una erupción, pero no tardó en comprobar que la causa
era otra cosa. Advirtió que unos insectos saltarines, pequeños y grises, eran
los culpables de su malestar.
Se trataba de
pulgas. Pan-Ku sacudió sus ropas y las pulgas, al caer al suelo, se
convirtieron en seres humanos, pues no podían seguir siendo irracionales
después de haber probado la sangre de un dios.
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