miércoles, 30 de marzo de 2016

1.1 CARACTERÍSTICAS DE LOS CONOCIMIENTOS PRE-FILOSÓFICOS DE TIPO: MÍTICOS, MÁGICOS Y RELIGIOSOS EN LA CIVILIZACIÓN GRIEGA, MESOPOTÁMICA Y CHINA; COMO CONDICIONES PREVIAS A LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA




El ser humano en el transcurso de la historia ha sentido la necesidad de conocer su entorno, de acallar sus dudas, sobre todo de aquello que le produce asombro. El hombre primitivo se concentró primero en su mundo inmediato y posteriormente pudo reflexionar sobre la totalidad del cosmos, dando lugar al nacimiento de la filosofía y la ciencia. Como sabemos, el inicio de la filosofía se ha ubicado en los primeros decenios del siglo VI a. C. en la Antigua Grecia, aunque es posible encontrar en el Oriente, en las viejas culturas de Egipto, China y Mesopotamia, formas de actividad espiritual que ofrecen algunas analogías con el pensamiento de los griegos, a quienes se les atribuye la paternidad de la filosofía.
La filosofía griega es el resultado de una evolución gradual. En sus inicios se ha distinguido un periodo que marca sus antecedentes, conocido como período prefilosófico, mítico, o religioso, mismo que se remonta a unos dos o tres siglos antes del periodo presocrático en el que aparecen los primeros filósofos. Este periodo pre-filosófico, o previo a la aparición de la filosofía, se caracteriza por la aparición de relatos míticos, religiosos, muchas veces vinculados con ritos y prácticas mágicas. Podemos decir que en la Antigua Grecia este periodo está representado por los grandes poemas de Hornero (siglo IX) y Hesíodo (siglo VIII).
En el pensamiento mítico, que es previo al filosófico, se recurre a la fantasía  para convertir la realidad en fábula o leyenda. La tierra está poblada de espíritus, genios, demonios, duendes, divinidades, monstruos y héroes. Este tipo de pensamiento está íntimamente vinculado con la religión, ya que suele presentar un politeísmo antropomórfico según el cual hay una diversidad de dioses que personifican fuerzas o poderes naturales, lo que implica también una cosmogonía en la cual los problemas cósmicos son concebidos inicialmente como problemas humanos. El universo se explica a partir de conceptos provenientes del mundo humano y social como: justicia, gobierno, asambleas de dioses, amor, odio, antagonismo, lucha, etc. El politeísmo antropomórfico se manifiesta, por ejemplo, entre los griegos con una serie de dioses: el más importante de ellos es Zeus, y otros son Poseidón, dios de los mares; Cronos, dios del tiempo; Gea, diosa de la tierra; Eolo, dios del viento; etcétera.
El pensamiento mítico también está ligado a la magia, concebida como una especie de arte o técnica que intenta controlar o desviar el curso de la naturaleza mediante conjuros o maleficios. La magia suele basarse en poderes milagrosos de la mente humana, capaces de producir de manera voluntaria hechos sobrenaturales mediante su correcta evocación; tiene un carácter eminentemente práctico, ya que por medio de ella se busca curar enfermedades, tener buenas cosechas, producir abundantes lluvias o bien destruir a los enemigos. Un ejemplo, entre muchos, en los mitos de actos mágicos es el encuentro debido a un reto entre las diosas Atenea y Aracne para ver quién de ellas tejía la imagen más bella del universo, el triunfo fue para Atenea, que impuso como castigo a su rival convertirla en un insecto peludo y gordo con ocho patas.
De acuerdo con sus raíces etimológicas, la palabra "mito", del griego mytos, significa relato y se relaciona con "palabra, discurso, conversación, cuento, narración, fábula". En sus orígenes el mito se transmitió de manera oral, más tarde en forma de tradiciones y cuentos folclóricos. En los poetas griegos Hornero y Hesíodo los mitos se presentan de manera escrita para ser recitados y difundidos por la gente del pueblo.
El mito, como podrás apreciar en sus innumerables relatos, está vinculado a la poesía, a la tragedia, a la comedia y a la fábula. Posee cualidades artísticas o estéticas y reviste una capacidad de "encantamiento".
Recurre a figuras retóricas; por ejemplo en La Odisea, Hornero se refiere a Atenea como la diosa que tiene "los ojos de lechuza" y el Olimpo, morada de los dioses es un lugar en el que no se agitan los vientos, ni la nieve o la lluvia lo cubre y en cambio es envuelto por una esplendorosa claridad. Mientras que Hesíodo en su Cosmogonía habla de la tierra como "poseedora de amplio seno", de Eros como el más hermoso de los dioses inmortales, y de las grandes montañas como "moradas graciosas de dioses", etcétera.
Pero los mitos no son meros relatos para entretener a los mortales. Reclaman ser creídos al pie de la letra, y en esto se diferencian de los cuentos, que se interpretan como puras alegorías o simbolizaciones. En este sentido los mitos tienen, para el hombre arcaico, un gran poder explicativo, su función es la de explicar el origen de las cosas, del mundo, de las instituciones, de las comunidades o del comportamiento de la naturaleza. De esta manera representan una "historia verdadera", sagrada y ejemplar. Según Mirce Eliade "el mito es una exposición falsa que describe lo verdadero" en esto estriba su paradoja y su importancia para las antiguas civilizaciones.
Como bien lo ha visto H. A. Frankfort, en la explicación mítica y religiosa el ser humano se encuentra entrañablemente unido a la naturaleza; el dominio de la naturaleza no se distingue del dominio de lo humano, el hombre está inmerso en la naturaleza y depende de las fuerzas cósmicas. Mientras que para el hombre moderno la naturaleza es una relación de fenómenos, un "ello", algo impersonal; para el hombre primitivo creador de mitos, la realidad, la naturaleza es algo enteramente personal, es un "tú" ante el cual se enfrenta de manera vital y emotiva, originando un conocimiento directo y desarticulado, mientras que el conocimiento científico es articulado e indiferente desde el punto de vista emotivo. La ciencia se orienta a comprender a los objetos y a los acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su comportamiento bajo circunstancias definidas. Sin embargo, para la mentalidad mítica el mundo no es algo inanimado ni vacío, sino pleno de una vida, que cobra individualidad en los hombres, en los animales, en las plantas y en todos aquellos fenómenos que nos embargan de asombro como las tempestades, los bellos amaneceres o los temblores. Por ejemplo, los antiguos babilonios se preguntaban: ¿cómo se produce la lluvia? Para contestar a esta interrogante acudían a un mito en el que intervenía el gigantesco pájaro Imdugud, que venía en su auxilio. Éste cubría el cielo con las negras nubes de tempestad de sus alas y devoraba al Toro del Cielo, cuyo cálido aliento había abrasado las cosechas.
Los mitos no representan un fenómeno aislado en la historia de la humanidad. Todas las civilizaciones han acudido, en ciertos momentos de su evolución, a este tipo de relatos. La misma Grecia, cuna de la filosofía, no es una excepción, pues, como ya hemos mencionado, pasa por una etapa prefilosófíca o mitológica que después logra superar. En las colonias griegas del Asia Menor, y más precisamente en la Jonia, es donde por primera vez aparecen (hacia el siglo vi a. C.) manifestaciones de un pensamiento que ya busca independizarse de los mitos, desarrollando una explicación de la naturaleza y la vida sobre bases racionales. Lo mismo que en Grecia, otras civilizaciones antiguas como la mesopotámica y la china cultivaron un conocimiento religioso y mitológico, el cual trataremos de reseñar más adelante.

EL MITO EN LA ANTIGUA GRECIA   
   

La trágica historia del pensamiento humano no es sino la de una lucha entre la razón y la vida, aquélla empeñada en racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad; y ésta, la vida, empeñada en vitalizar la razón obligándola a que sirva de apoyo a sus anhelos vitales.
Miguel de Unamuno
Al estudiar a los antiguos griegos creadores de la filosofía, no podemos prescindir de su pensamiento mítico que floreció en los albores de su cultura. La historia de la Formación del hombre griego es "la historia de sus modos de relación vital, de sus situaciones vitales fundamentales. Y la religiosidad es una de estas formas de relación, en cuya historia puede reseguirse el lento progreso del hombre en su camino hacia la plena humanidad'.
Según Werner Jaeger, Grecia representa frente a los grandes pueblos orientales un progreso fundamental, una nueva etapa en todo lo que hace referencia a la vida de los hombres en la comunidad, la cual se basa en principios totalmente nuevos que se van a manifestar en su arte, su religión, su política y su filosofía.
En los tiempos pre-filosóficos destaca la figura de Hornero, el gran creador de los mitos arcaicos. Para el mismo Jaeger, este poeta no debe ser considerado como simple objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más grande creador de la humanidad griega.
La obra homérica, en su conjunto, muestra claramente lo que representa la lucha: la prodigiosa lucha de muchos héroes inmortales, de la más alta arete (virtud). Pero no sólo la areté o virtud de los griegos, sino también la de sus enemigos que también son unos héroes que luchan por su patria y por sus ideales de libertad.
La concepción del mundo y del hombre, la "filosofía" si podríamos decirlo así, de Hornero está contenida en sus dos grandes poemas La Iliada y La Odisea escritos durante el siglo VIII. La Iliada trata de las guerras de Troya, mientras que La Odisea se refiere a los viajes del héroe llamado Ulises u Odiseo y las peripecias en las que se ve envuelto cuando decide retornar a su hogar.
El mundo para Hornero presenta un orden y una armonía. La jerarquía de las fuerzas naturales corresponde al orden como están organizados los dioses. El Olimpo o morada de los dioses está formado por divinidades superiores e inferiores al mundo de Zeus. Los dioses superiores no son engendrados, son eternos e inmortales, los inferiores son engendrados y temporales. De aquí se deriva una dualidad de principios: lo eterno y lo temporal, lo que permanece y lo efímero, distinción que va a ser retomada por los filósofos griegos tan sensibles a los cambios. Para Hornero, el mundo viene siendo el desarrollo de fuerzas divinas que operan desde dentro y que producen la multiplicidad, contraste y variabilidad de los fenómenos.
Por otro lado, el hombre se encuentra a merced del Destino o Moira y de la caprichosa voluntad de los dioses. El Destino o Moira cuyos designios inexorables cobran expresión en las Parcas o divinidades infernales que la noche engendró por sí misma. Presidían el nacimiento y la vida del hombre. Estas entidades eran tres: Cloto, que señoreaba el nacimiento y bordaba el destino en una rueca; Laquesis, que hilaba los aconteceres de la existencia, y Átropos, la más terrible de todas, que con unas tijeras cortaba el hilo de la vida.
Un siglo después de Hornero surge otro gran poeta creador de mitos llamado Hesíodo autor de dos notables obras: Los trabajos y los días y la Teogonia. La primera de ellas se origina por una disputa que su autor tiene con su hermano sobre una herencia de tierras que su padre les legó. A propósito de esta querella, habla de los ideales de la vida humana basada en el trabajo y la observancia de las leyes. Hornero había exaltado las virtudes de los héroes: la valentía, el honor, el patriotismo, etc.; en cambio Hesíodo enaltece el trabajo (ergon), el esfuerzo para someter la naturaleza y arrancarle sus preciados frutos. Para Hesíodo el mundo humano debe estar basado en leyes y en la justicia y es, por tanto, diferente al mundo animal, que está exento de estos valores. La segunda obra, la Teogonia, refiere el origen del mundo estrechamente ligado al origen de los dioses. He aquí un breve relato de cómo —según Hesíodo— surgió el mundo:
Primeramente fue el abismo (Caos), y después la Tierra (Gea) de amplio seno, asiento siempre seguro de todo, y Tártaro oscuro en el fondo de la tierra de anchos caminos, y Eros el más hermoso de los dioses inmortales, que relaja los miembros y domina en el pecho la muerte y la voluntad prudente de todos los dioses y de todos los hombres. Del abismo nacieron Erebo y la negra Noche; y de la Noche misma nacieron a su vez el Éter y el Día, que ella concibió y dio a luz tras de haberse unido en Amor con Erebo. La tierra primeramente procreó al brillante cielo (Urano) igual a sí misma, para que la rodeara por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses bienaventurados. Engendró a las grandes montañas, moradas religiosas de dioses, y a las Ninfas, que habitan en los sinuosos montes. También ella dio a luz, sin el deseado amor, al mar estéril, a Ponto, que hierve con su oleaje.
Como podrás observar, en muchos mitos y concretamente en el caso de Hesíodo, para explicar la formación del universo los elementos naturales son "antropomorfizados" o humanizados. Por ejemplo, el amor o Eros encarna en un hermoso dios que posee una "voluntad prudente".
La noche semeja una mujer que es capaz de engendrar al éter y al día; la Tierra, por su parte procrea al cielo, etc. Así, el mundo se formó por una serie de partos y ayuntamientos entre elementos y dioses. Pero en todo caso, el mundo se origina a partir de un Caos primigenio.

EL MITO EN MESOPOTAMIA    
Al igual que en la antigua Grecia, los mitos o pensamientos prefilosóficos en Mesopotamia desempeñaron un papel importante para explicar el origen del mundo y el orden que debía imperar en la sociedad como parte fundamental de su cosmovisión. En esta parte del mundo, los mitos se vinculan a los perfiles geográficos de la región así como a su estructura social.
En la Mesopotamia hay dos ríos, cada uno con diversos tributarios. Son menos fáciles de navegar que el Nilo, pues el Tigris en particular es muy turbulento, y las inundaciones son menos regulares, dado que el país está sometido a lluvias torrenciales. El área que podía ser irrigada con un solo sistema era limitada.
[... ] Además, lejos de estar aislada, la zona estaba expuesta a los nómadas del desierto por el oeste y el norte, y por el este a las tribus montañesas de Armenia y Elam. La unidad básica fue la ciudad-Estado. Las ciudades de la Mesopotamia se hallaban siempre en pie de guerra, y aunque se unían de tiempo en tiempo por la fuerza de las arenas, estos Imperios no duraban.

MAPA DE MESOPOTAMIA
Esta breve descripción de Mesopotamia nos indica que esta antigua cultura se desenvolvió en medio de fuerzas impetuosas y violentas. El hombre mesopotámico no intenta siquiera oponerse a las fuerzas naturales que lo sobrecogen. Así, se dice en un viejo relato:
El diluvio desenfrenado al que ningún hombre puede oponerse. Que estremece los cielos y hace que la tierra se '      sacuda. Envuelve un espantoso manto a la madre y al niño.
Situado frente a las fuerzas cósmicas, el hombre de la Mesopotamia se percata de su impotencia, con el temor que produce el encontrarse ante la acción de fuerzas gigantescas.
Se ha visto una interrelación entre la organización social y la visión del cosmos que sustentaban los antiguos babilonios. Por ello, Thorkild Jacobsen considera que el cosmos en esta cultura era como una réplica del Estado. Y esto era así porque el universo era considerado como algo vivo y personalizado y con una voluntad propia dentro de una concepción mágico-religiosa. Las relaciones que se daban entre fenómenos naturales eran semejantes a las relaciones que se entablaban en la sociedad. Había una personalidad, un dios, en cada fenómeno. En el mito de la creación, por ejemplo, se habla de que los dioses se reunían en juntas o asambleas para tomar importantes decisiones; de la misma manera, los habitantes de Mesopotamia se encontraban organizados en una Asamblea, que reunía a todos los hombres y mujeres bajo la dirección de un gran sacerdote. La ciudad poseía varios templos, cada uno tenía su propio dios. El sacerdocio se consolidó como clase dirigente al usurpar los poderes del Consejo y apropiarse de la tierra. La tierra se cultivaba por la acción de los esclavos que eran tomados en la guerra y por los pequeños propietarios, a quienes los sacerdotes sometían a trabajos forzados.
Se pensaba que la ciudad en su conjunto era propiedad de su dios protector, arrendada por éste al supremo sacerdote, quien la gobernaba y supervisaba los problemas de interés general, tales como el riego, el comercio y las relaciones exteriores.
Así como en la sociedad sólo los adultos libres podían decidir en los negocios públicos, asimismo, en el universo sólo aquellas fuerzas naturales que inspiraban verdadero temor tenían un rango de dioses supremos y de "ciudadanos del universo".
De la misma manera que en la sociedad, en el universo se vislumbraba un orden; a partir de jerarquías las fuerzas cósmicas se ordenaban según su importancia y efectividad en la vida de los hombres, así tenemos que:
Anu era el dios supremo, el dios del cielo. Está por encima de todas las cosas y es la fuerza más importante del cosmos. La grandeza del cielo le sugirió al hombre mesopotamio una noción de majestad, de autoridad y fuerza. La experiencia de los fenómenos naturales le hizo sentirse dependiente del terrible e implacable poder del cielo.
La segunda fuerza cósmica era el dios de la tempestad, llamado Enlil, el cual fue identificado con el dios guerrero Marduk. Su nombre significa "Señor Tempestad". La tempestad simbolizaba la fuerza de todos los elementos que encarna en los dioses que someten y castigan a los mortales. La violenta fuerza destructiva que padecieron los mesopotamios con la invasión de hordas bárbaras era interpretada como una tormenta ordenada por el cielo. 
En tercer lugar figuraba la tierra como elemento fundamental del universo visible. Era la "madre tierra" que fecunda, que brinda cosas buenas a los seres humanos, por ello era concebida como "la reina de los dioses" y como "Señora de las Montañas". La tierra es fuente de las bienhechoras aguas de los ríos.
Como fuente de estas aguas la tierra era masculina, era Enki, señor de la tierra o, más literalmente, "Señor Tierra". Entre los dioses de Mesopotamia el tercero y cuarto lugar correspondían a estos dos aspectos de la tierra. Ninhursaga y Enki. Con ellos se completa el grupo de los elementos cósmicos de mayor importancia que tenían el rango más elevado y que ejercían la mayor influencia sobre todo lo existente.
Sin duda alguna, un mito de gran significación en la cultura mesopotámica es el mito cosmológico de la creación, conocido como Enuma elis que significa "cuando arriba". En términos generales, podemos decir que este mito trata sobre la creación del universo mediante la imposición del orden y de la autoridad de los dioses, del paso de la inestabilidad, del desorden, de la confusión, al orden y la estabilidad. "El origen del orden del mundo es un prolongado conflicto entre dos principios antagónicos, las fuerzas que llevan a la actividad y las que conducen a la inactividad". La victoria sobre la inactividad se logra por la pura autoridad o ésta combinada con la fuerza, la cual se hace expresa en el enfrentamiento entre esos "dos principios antagónicos" representados por Tiamat, el caos acuoso, y por Marduk, el héroe del mito, quien posibilita la creación y el orden. Marduk es un dios luminoso:
De estatura grandiosa, con mirada relampagueante, y un porte viril, era un caudillo nato. Ea su padre, se regocijó al verlo. Alegrándose y deleitándose en su corazón. Le concedió, sí, le aseguró una doble divinidad. De talla aventajada, descollando en todo. Más astuto de lo que pudiera suponerse, incomprensible, terrible, no debía ser visto. Con cuatro ojos y cuatro oídos; arrojaba fuego cada vez que sus labios se movían.
Tiamat, en combinación con las fuerzas del caos organiza un ejército para enfrentarse a Marduk. La madre Hubur, creadora de todas las formas, presta ayuda con armas irresistibles, creando serpientes monstruosas con aguzados dientes, con crueles colmillos, cuyo cuerpo estaba lleno de veneno, en vez de sangre.
Los dioses reunidos en asamblea eligen a Marduk como salvador, lo invisten de guerrero dotándolo de poder y le dicen: "Tú eres importante entre los dioses mayores; de ahora en adelante tus órdenes no serán alteradas, lo que tú digas se hará verdadero, tu palabra no será en vano. Ninguno de los dioses usurpará tus derechos".
Y así Marduk forma siete tempestades, levanta su maza, que es el diluvio, monta en su carro de guerra y se va a combatir a Tiamat rodeado de su ejército formado por dioses. Se entabla una singular batalla. Desplegando su poderosa red, Marduk envuelve con ella a Tiamat quien abre sus inmensas fauces con intención de tragárselo, pero Marduk envía a los vientos para que se las mantengan abiertas y le arroja una flecha que traspasa su corazón, hiriéndola de muerte. Una vez que ha alcanzado la victoria, Marduk destroza el cadáver de su adversaria, le corta sus arterias y los vientos esparcen su sangre, corta en dos partes el cuerpo y levantando una de ellas forma el cielo. Esto significa que con los restos de Tiamat crea el mundo y con ello el orden. Entonces ¿con los restos del caos se creó el mundo? ¿Hay peligro latente de que la inestabilidad, el caos vuelve a surgir? [...]    
Por su parte, Thorkild Jacobsen nos ofrece la siguiente interpretación del mito de Marduk y Tiamat:
Posiblemente esta batalla entre Marduk, o Enlil, y Tiamat, entre el viento y el agua, sea una interpretación arcaica de las inundaciones primaverales. Cada primavera, las aguas inundan la llanura de Mesopotamia y el mundo del hombre mesopotámico se convierte en un caos acuoso o, más bien, en el "caos primordial" hasta que los vientos barren las aguas y la tierra se seca de nuevo. Es posible que al decirse que los vientos esparcen la sangre de Tiamat se esté haciendo referencia a este fenómeno.

EL MITO EN CHINA
La cultura china es una de las más antiguas. Se inicia hacia el año 100 000 a. C. Hacia el tercer milenio atraviesa por el Neolítico, en el segundo surge la Edad de Bronce, en el siglo xv aparecen los primeros escritos.
Así como en las demás culturas del mundo antiguo, encontramos en China un pensamiento prefilosófico nutrido de relatos mitológicos y mágicos, pero también una gran tradición de filosofía práctica en la que se revela la sabiduría de sus pensadores tales como Confucio, Lao Tsé y Mo Tsé.
George Thomson observa un interesante paralelismo entre los griegos y chinos antiguos. “Ambos pueblos sobresalieron en un periodo muy temprano, tanto en filosofía como en poesía, y también ejercieron una sostenida influencia sobre pueblos vecinos en el lejano Occidente y en el extremo Oriente".
Los chinos también, como en el caso de Mesopotamia, sostuvieron una correspondencia entre la naturaleza y la sociedad. Su cosmovisión revela la conformación de un orden perfecto.
El nombre chino para China (Chung Kuo) significa el Reino Medio, esto es, el medio del mundo. En el medio Je este reino yacía la capital imperial, que comprendía el Altar del Sol y la Morada del Destino. El Altar del Sol era un montículo cuadrado, que representaba el espacio, pues la tierra y el espacio se imaginaban cuadrados. Se hallaban cubiertos en su parte superior con tierra amarilla, pues el amarillo era el color del centro. Sus cuatro lados correspondían a los cuatro puntos cardinales y estaban pintados de rojo (el Sur), de verde (el Este), de blanco (el Oeste) y de negro (el Norte). Al ser investido un príncipe por el emperador con el señorío de un dominio, tomaba un terrón de tierra del montículo, rojo, verde, blanco o negro, según el lugar en que se hallaba situado su dominio. Se imaginaba que el reino consistía en un cuadrado rodeado por cuatro bandas rectangulares ordenadas como las cajas chinas, con sus lados enfrentando a los cuatro puntos cardinales. La región central era la capital, en la que residía el emperador; las tres regiones restantes pertenecían a los príncipes, divididos en tres grados; la quinta representaba la región de la frontera, más allá de las cuales se ubicaban las tierras de las cuatro tribus bárbaras y los cuatro mares.'
Al igual que en otras viejas culturas, en un momento dado los chinos acallaron sus dudas, sus grandes interrogantes, por medio de mitos poblados de seres fantásticos, por terribles monstruos, serpientes de agudos colmillos, aves gigantescas, dragones, que vomitan fuego, etc., criaturas singulares que habitaban en el mar, los ríos, la tierra y las montañas. Un mito habla, por ejemplo, de cómo se creó el mundo a partir del caos. Cuando aún no existían ni el cielo ni la tierra, el caos era como un huevo de gallina; dentro de ese huevo se engendró Pan-Ku, un héroe fabuloso. Transcurridos muchos miles de años, el caos se abrió, escapando de manera incontenible los elementos, que dieron origen al cielo y a la tierra. En otra versión de este mito cosmogónico se cuenta que a la muerte de Pan-Ku el mundo se creó de las distintas partes de su cuerpo. La cabeza se convirtió en las cuatro montañas o puntos cardinales; sus ojos en el Sol y la Luna; de su grasa se formaron los ríos y los mares, sus cabellos fueron las plantas, sus lágrimas dieron vida a los ríos y mares, su aliento se convirtió en el viento, su voz dio origen al trueno y sus ojos se convirtieron en rayos. Otro mito nos habla de cómo fue creado el hombre: Pan-Ku, durmiendo la siesta, notó que recorría todo su cuerpo un molesto escozor. En un principio pensó que se trataba de una erupción, pero no tardó en comprobar que la causa era otra cosa. Advirtió que unos insectos saltarines, pequeños y grises, eran los culpables de su malestar.

Se trataba de pulgas. Pan-Ku sacudió sus ropas y las pulgas, al caer al suelo, se convirtieron en seres humanos, pues no podían seguir siendo irracionales después de haber probado la sangre de un dios.

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