1.3 LA FILOSOFÍA Y LA CIENCIA
La filosofía
es una de las creaciones humanas más antiguas; según la historia, sus orígenes
se remontan hacia el siglo vi a. C. en la Grecia clásica. Reúne una serie de
reflexiones sobre el sentido del mundo, del hombre y valor de la existencia. El
filósofo no se propone recrear artísticamente la realidad, ni predecir una
moral o experimentar una vivencia religiosa, sino comprender las cosas y
fundamentarlas de manera racional. Ello significa que la filosofía está
enraizada en la vida teórica. (Lo que los griegos llamaron vida contemplativa.)
Tanto la
ciencia, que también participa de la vida teórica, como la filosofía tienen en
común la aspiración al conocimiento, ambas actividades humanas ponen en juego
operaciones intelectuales o cognitivas: conceptos, teorías, hipótesis,
metodologías etc. para formular conclusiones y verdades; sin embargo, el
científico busca el conocimiento sólo en un sector de la realidad, de ahí que
se hable de "ciencias particulares" o especiales como la biología, la
química, la psicología, etc. En cambio, la filosofía se orienta hacia lo que
hemos llamado una "visión totalizadora" mediante la cual el filósofo
intenta establecer la unidad, la razón de todo. Esta visión totalizadora se
refleja en las distintas disciplinas o ramas que la filosofía cultiva para
meditar sobre el todo de la vida humana. Así, a través de la epistemología
reflexiona sobre el conocimiento, la estética le permite reflexionar sobre el
arte, la belleza y la ética sobre la moral, etcétera.
Otro rasgo que
nos permite diferenciar a la ciencia de la filosofía, es el grado de
profundidad cuando ésta se ha manifestado conduciéndola a su dimensión metafísica.
De este modo, la filosofía se ha interesado en la búsqueda de los principios y
últimas causas de las cosas, convirtiéndose así en un saber radical que se
remonta hasta los fundamentos donde descansa todo saber.
Las ciencias
aspiran a un conocimiento evidente y siempre verificable, pero limitado a una
clase especial de objetos o de verdades, en cambio, la filosofía se eleva a la
justificación o fundamentación de todo saber. Pretende regresar hasta las
últimas certidumbres o evidencias del conocimiento; se ha dicho que "la
filosofía es un conocimiento radical de la experiencia humana en su relación
con el ser".
Lo que hace
diferente a la filosofía de la ciencia y de otros saberes es su enfoque o
perspectiva, así "mientras toda ciencia particular ve una región del mundo
desde un sistema comprensivo previo, la filosofía ve todo el mundo y su sistema
comprensivo desde sus orígenes. La filosofía es visión del mundo por el (revés)
de su trama".
Por otro lado,
la ciencia como la filosofía, de distinta manera, rompe con el sentido común.
Frente al conocimiento vulgar o cotidiano, la ciencia se desarrolla como un
saber especializado que busca explicar la realidad de manera objetiva, metódica
y sistemática. Por su parte, la filosofía va más allá de la actividad natural o
ingenua con la que el hombre común ve al mundo y está inserto en él. Frente a
esta actitud natural y cotidiana la actitud filosófica pone en cuestión y
crítica el mundo de lo dado. Gracias a la actitud filosófica el mundo que antes
se creía fundado y revestido de sentido, ahora aparece menesteroso y sin
fundamentación. Los conocimientos que se creían verdaderos aparecen como un
cúmulo de meras opiniones o creencias.
El juicio
heredado nos enajena, no porque siempre sea falso, sino porque no se funda en
nuestra verificación racional, ni su verdad ha sido decidida ante nosotros.
Así, la filosofía no es, en sus comienzos, una concepción acabada del mundo y
de la vida, ni un acopio de conocimientos destinado a reemplazar a los
antiguos. La filosofía nace como catharsis: depuración de la opinión no
verificada y encuentro con la propia razón.
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