miércoles, 30 de marzo de 2016


1.2 ALGUNAS DEFINICIONES DE FILOSOFÍA




La filosofía es inseparable de su historia, está vinculada a los hombres que la hacen y que pertenecen a una época determinada que puede ser:
1. La Antigüedad clásica.
2. El cristianismo.   
3. La Edad Media.  
4. La época moderna.
5. La época contemporánea.
Cada filósofo plantea una serie de problemas desde su propia perspectiva histórica, problemas que por referirse a cuestiones eminentemente humanas, como el conocimiento, la ciencia, la moral o los valores, serán retomados y discutidos en el transcurso de la historia, de esta historia que en su conjunto nos ayuda a formular las diferentes definiciones de filosofía.
Pongamos algunos ejemplos de estas definiciones de filosofía que han surgido en las diferentes etapas de la historia.
La filosofía se inicia, como sabemos, en la antigua Grecia en la etapa presocrática o filósofos anteriores a Sócrates en el siglo vi a. C. Destacan los filósofos jónicos fundadores de la Escuela de Mileto integrada por Tales de Mileto, Anaxímenes y Anaximandro, los cuales emprenden la ardua tarea de explicar la naturaleza a partir de un principio único (arje) concebido como origen y sustento de toda realidad. Para Tales de Mileto este principio fundamental es el agua; en Anaxímenes es el aire, y en Anaximandro, una sustancia indeterminada llamada apurón. Con estos filósofos presocráticos la filosofía se define como una búsqueda de los principios ordenadores del cosmos.
En el siglo V a. C. la filosofía griega abandona las especulaciones cosmológicas para centrarse en el tema del hombre; la conducta individual y los fundamentos de la organización social se convierten en los temas medulares, dando lugar a una nueva etapa conocida como humanista o antropológica. Sócrates (469-399 a. C.) es, junto con los sofistas, el filósofo más representativo de este periodo.
Para Sócrates lo más importante es el conocimiento de lo humano, saber que es lo conveniente, la virtud, la crítica de los conceptos básicos de la ciencia, así como la fundamentación racional de la conducta humana y de la organización de la sociedad y el Estado.
La idea de la filosofía en Sócrates parte de su famoso principio: conócete a ti mismo. Este principio socrático nos permite considerar que la filosofía para el pensador ateniense es conocimiento del hombre, de sus creaciones, virtudes o capacidades que debe tener en cuenta para desarrollarse en la polis o ciudad.
Por ello, Cicerón, un filósofo romano, dijo que "Sócrates fue el primero que hizo bajar a la filosofía del cielo y la hizo residir en las ciudades, y la introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por la vida y las costumbres y por las cosas buenas y malas".
Con Platón (427-348 a. C.) y su discípulo Aristóteles (384-322 a. C.), la filosofía alcanza un periodo de madurez llamado sistemático, o de los grandes sistemas, ya que la inquietud sobre el hombre y sus problemas se inserta dentro de una visión total o integral de la naturaleza o el cosmos.
La filosofía de Platón la encontramos desarrollada en su famosa teoría de las Ideas, según la cual la realidad está dividida o escindida en dos mundos opuestos: el mundo de las Ideas, que es en si la auténtica realidad, región trascendente, inmutable, incorruptible, donde moran las ideas o los auténticos conocimientos; y por otra parte, el mundo de los fenómenos de carácter empírico, sensible, mudable, aparente, mero reflejo del mundo ideal y perfecto y, por tanto, una cuasi o pseudo realidad. La filosofía, para el gran discípulo de Sócrates es, precisamente, la ascensión o elevación hacia ese mundo superior, ideal e inteligible llamado mundo de las Ideas, el cual nos librará de las imperfecciones y contradicciones en que nos colocan las apariencias o remedos de realidad.
Por su parte, Aristóteles rechaza la trascendencia de las ideas platónicas y busca explicar los cambios que sufre la realidad en el mundo real y material, introduciendo conceptos como el de potencia y acto, materia y forma, causa final y eficiente. Para el estagirita la filosofía consiste en investigar las causas y los principios últimos de las cosas.
La filosofía es una ciencia superior y hasta divina, porque se remonta a las primeras causas de todo (metafísica) y nos permite conocer el por qué debe hacerse cada cosa; y este por qué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor de todo el conjunto de los seres.
Aristóteles llama a la filosofía "filosofía primera" (más tarde se le llamó metafísica), pues es la ciencia del ser en cuanto ser, que al estudiar la causa última o principio de todos los principios que es Dios, desemboca en una Teología.
Para Rene Descartes (1596-1650) llamado el "padre de la modernidad" y, por tanto, filósofo arquetípico de esta época, la filosofía es el estudio de la sabiduría, tanto por conducir la vida como la conservación de la salud y la invención de todas las artes.
Como filósofo moderno, Descartes pretende buscar un principio claro y evidente en el que todos puedan estar de acuerdo, algo indiscutible como lo que existe en las matemáticas, modelo de saber racional.
Las posturas representativas de la modernidad son el racionalismo cuyas bases están en el propio Descartes y el empirismo inglés cuyos máximos exponentes: John Locke, George Berkeley y David Hume, realizan una crítica de las ideas abstractas reconociendo que el verdadero origen del conocimiento ha de encontrarse en la mera experiencia.
En el siglo XVIII la modernidad llega a su máxima expresión, es el famoso siglo de la Ilustración que tiene una gran influencia en Francia con los llamados enciclopedistas al frente: Diderot y D’Alembert. La Enciclopedia o Diccionario razonado en las ciencias, artes y oficios editado entre 1752 y 1777 en 35 volúmenes fue la obra que divulgó la filosofía del lluminismo o Ilustración, en ella se trasluce un racionalismo como criterio de la filosofía y de la ciencia, y como instrumento para disipar las sombras de la ignorancia, la superstición y la intolerancia.
El ideal de la Ilustración es tornar como guía a la razón que habrá de conducirnos a un progreso cada vez más acabado. Impera un interés por los problemas de la organización social y política como lo muestran las obras de Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Turgot, Condorcet y Vico.
Hacia fines de la Ilustración surge un filósofo muy importante: Immanuel Kant (1724-1804). En su primera obra, la Crítica de la razón pura, se formula dos preguntas fundamentales: ¿cómo es posible el conocimiento científico?, y ¿es posible el conocimiento metafísico? A la primera responde afirmativamente desarrollando una teoría del conocimiento que reconoce tanto la importancia y la necesidad de la experiencia como fuente de conocimiento, cuanto la organización intelectual que realiza nuestra mente en la organización y estructuración del conocimiento; de hecho la pregunta: ¿cómo es posible el conocimiento?, supone de antemano que sí es posible y lo único que falta es explicar, precisamente, cómo es posible.
En cambio, en lo que se refiere a la segunda pregunta Kant contesta de manera negativa, ya que a su juicio no podemos conocer nada sin el apoyo de la experiencia, sólo aprendemos teóricamente los fenómenos, no las cosas en sí mismas, es decir, los númenes de los cuales se ha ocupado la metafísica tradicional (por ejemplo: Dios y el alma).
De acuerdo con esto, el filósofo de Kónigsberg concibe la filosofía como ciencia que postula los alcances o límites del conocimiento humano. Pero debemos observar que la filosofía de Kant no se agota en el campo de la epistemología, es también una reflexión sobre la moral y la creación estética, temas que aborda, respectivamente, en otras de sus obras capitales: la Crítica de la razón práctica y la Crítica del juicio, las cuales abren las puertas a una nueva concepción de la metafísica.
La filosofía tradicional habla de tres conceptos metafísicos fundamentales: alma, mundo, Dios, con los cuales se confirma la tendencia natural del ser humano hacia la perfección; sin embargo, dicha filosofía convierte en realidad lo que solamente son ideales. Según Kant las ideas tienen únicamente un uso regulativo, de tal forma que los hombres deben actuar como si el alma fuera inmortal o como si Dios realmente existiera.
Refiriéndonos ahora al siglo xix, con el que se inicia la Época contemporánea, surge una diversidad de corrientes filosóficas como el positivismo, el historicismo, el existencialismo, el marxismo y el pragmatismo. Cada una presenta su idea de lo que es la filosofía. No nos ocuparemos de todas ellas, sólo aludiremos algunos ejemplos representativos.
El positivismo fundado por el filósofo francés Augusto Comte (1798-1857) surge como una reacción contra las especulaciones metafísicas y como un claro intento de seguir los procedimientos de las ciencias que Comte llamó "positivas" por explicar los hechos, formular leyes y utilizar la observación y la experimentación. Para el positivismo la filosofía es un compendio general de los resultados de las ciencias, y el filósofo es un especialista en generalidades.
La filosofía positivista, con su exigencia de alcanzar un saber riguroso basado en la observación y su rechazo a toda especulación metafísica, cobra expresión en formas muy variadas en la obra de filósofos de diversos países como Littré, Stuart Mili, Bain, Mach, Wundt, Taine, Guyau, y en México en la del pensador y educador Gabino Barreda.
Otra corriente de gran repercusión en la Época contemporánea es el marxismo fundado por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Esta filosofía fundamenta teóricamente la liquidación de la explotación del hombre por el hombre, cuestión que constituye la gran misión histórica de la clase obrera. Según Marx, el proletariado encuentra en la filosofía un instrumento que habrá de liberarlo de los grilletes de la religión —la religión es el opio del pueblo— y de toda ideología que trastoque la realidad.
La tarea que le corresponde a la filosofía se sintetiza en la famosa tesis once sobre Feuerbach que Marx postula: "los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo". Según el filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, el marxismo representa la conciencia más elevada de la filosofía de la praxis en el sentido que se presenta como actividad real, objetiva, material del hombre y no se reduce a una conciencia ordinaria.
El marxismo propone como camino para el desarrollo de la filosofía: el de su estrecha relación con las fuerzas sociales que se pronuncian por el progreso, por la liquidación de un régimen social que se considera injusto y que se fundamenta en el dominio de la propiedad privada, por la generalización filosófica de los avances del conocimiento científico, de la experiencia, de la edificación de una nueva sociedad, y sobre todo por la plena humanización del hombre, libre de toda explotación, enajenación e injusticia.      
Muchas de las filosofías que nacen en el siglo xix se prolongan hacia el siguiente, como el propio marxismo o el existencialismo. En cambio, hay otras que son propias del siglo XX, como la fenomenología o la filosofía analítica.
Se advierte en este tiempo una gran inquietud y fermentación filosóficas, que se traducen en la ingente riqueza de la producción escrita y en la multitud de doctrinas y corrientes, y tenemos la impresión de que el pensamiento contemporáneo es el más fecundo y matizado de todos los que se han sucedido en la historia.
Son variados los temas que aborda la filosofía contemporánea: los alcances y el valor de la ciencia, el hombre y los valores, el análisis lógico del lenguaje, la existencia concreta del hombre y su situación en el mundo, las relaciones entre mente y cuerpo, las posibilidades de una filosofía auténticamente latinoamericana, entre muchos otros.

CARACTERÍSTICAS DE LA FILOSOFÍA       
a) Asombro
Como hemos visto, la historia nos ofrece múltiples conceptos de filosofa, que tal vez nos hagan pensar en la imposibilidad de encontrar una definición global, unificadora y definitiva de nuestra disciplina; sin embargo, ante esta diversidad es posible formular rasgos esenciales que nos permitan caracterizar a la filosofía, independientemente de los problemas o supuestos teóricos que la animen.
A continuación nos referiremos a algunos de estos rasgos o características que acompañan a todo filosofar.
En primer lugar figura el asombro o admiración que es como el motor que impulsa el quehacer filosófico. Si bien la filosofía se ha caracterizado por ser una actividad eminentemente racional en cuanto a su afán de conocer y explicar la realidad a través del logas, también se conforma de un aspecto o ámbito vital que se manifiesta cuando el ser humano conmovido, estremecido y lleno de perplejidad se enfrenta ante una realidad que se le presenta como compleja y problemática, tratando de descifrarla y comprenderla en su conjunto.
Ya desde la antigüedad clásica filósofos como Platón y Aristóteles nos hablan del asombro como origen de la filosofía. "Lo que propiamente hace al filósofo —nos dice Platón— es esta capacidad de admirarse; no tiene en efecto, la filosofía, otro origen distinto de éste".
La filosofía se origina frente a un callejón sin salida de las cosas, es decir, frente a una aporia, frente a un problema, pues la filosofía se encuentra con objetos problemáticos que le causan profunda admiración o sorpresa, porque se ignora qué son, en qué consisten. Existen objetos que son familiares, cotidianos, que no nos causan asombro o admiración y que forman parte de nuestra vida cotidiana; pero frente a éstos hay objetos desconocidos, extraños que plantean dudas y problemas, éstos son los que nos empujan al conocimiento, los que despiertan un afán por conocer.
Desde que el hombre aparece sobre la faz de la Tierra empieza a asombrarse de cosas que le parecen admirables, portentosas, sobrenaturales y terribles: un eclipse solar, un terremoto, una tormenta, un arco iris. ¿A qué se deben estos extraños fenómenos?, se pregunta el hombre arcaico. La respuesta, ante tales enigmas, la empieza a elaborar a través de una serie de mitos y creencias: son los dioses los que al enfurecerse provocan los diluvios y desastres naturales y son también los dioses los que nos benefician con espléndidas cosechas.
Pero una vez cancelado el mito como forma de conocimiento, el asombro permanece y las respuestas cambian; es ahora la razón, lo que los griegos llamaron logas, la encargada de ofrecernos una explicación coherente y satisfactoria de las cosas que provocan nuestra admiración.
Aristóteles fue uno de los primeros individuos que hicieron filosofía; esa ciencia suprema, eminentemente teórica y contemplativa que investiga la naturaleza de los primeros principios y de las últimas causas de todo.
¿Qué llevó a los seres humanos a filosofar, a penetrar en los secretos del ser, a ver las cosas con mirada inédita? Contesta Aristóteles:         ]
Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo.
Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente —concluye el estagirita— si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad.
Al parecer las explicaciones de Aristóteles sobre el asombro como origen del filosofar no han perdido del todo su vigencia, en la medida en que la humanidad, pese a los grandes y asombrosos progresos científicos y técnicos alcanzados, no ha resuelto todos sus problemas; viejas y nuevas interrogantes siguen llenándonos de asombro y perplejidad.
Aun si lográramos dar una explicación cabal de todo el acontecer cósmico —dice el filósofo mexicano Luis Villero—, aun si determináramos todos los sucesos por su obediencia a leyes generales exhaustivas, aun entonces sería válido preguntar: Pero ¿qué sentido tiene ese universo?
Para otro filósofo, Martin Heidegger, el asombro no es solamente aquello que nos impulsa hacia la filosofía, no se encuentra simplemente al comienzo de la filosofía, como por ejemplo, el lavarse las manos precede a la operación del cirujano, sino que el asombro sostiene y domina a la filosofía.
Por ello, Heidegger considera que decir que Platón y Aristóteles sólo consignaron el hecho de que el asombro es la causa de la filosofía, sería superficial y ante todo no pensar como los griegos. Si el asombro sólo fuera el principio de la filosofía, un mero impulso o chispa que la enciende, desaparecería una vez que se extinguiera el resplandor de luz; sin embargo ello no es así porque el asombro, la admiración, predomina en cada paso de la filosofía. Dice Heidegger:
El asombro es la disposición en la cual y para la cual se abre el ser del ente. El asombro es la disposición dentro de la cual el corresponder al ser del ente fue otorgado a los filósofos griegos.

b) Duda
Otro ingrediente esencial de la filosofía es la duda; si el saber filosófico plantea problemas encaminados a conocer la realidad en sus múltiples aspectos es porque no tiene respuestas claras y definitivas, porque es asediado por la sombra de la incertidumbre. El ideal de la filosofía es encontrar una máxima certeza sobre las cosas, buscar razones suficientes para declararlas verdaderas.
El filósofo no se precipita, analiza las cosas con extremada cautela, se arma de recelo para examinarlas.
En la historia de la filosofía figuran los llamados filósofos escépticos, que convirtieron la duda en un fin en sí mismo y no en un simple medio, en un camino para llegar a la verdad.           
El escepticismo entraña una doctrina de conocimiento según la cual no hay ningún saber firme, y tampoco puede encontrarse una opinión absolutamente segura. El escepticismo es una postura filosófica negativa, porque nos condena a la imposibilidad de acceder a la verdad.
El verdadero escéptico es aquel que, con el ánimo suspenso, se rehúsa a pronunciarse sobre cualquier tema porque implícitamente acepta que es mejor esta abstención que un pronunciamiento discutible.
Los escépticos griegos, como Pirrón de Elis, argumentaban que los sentidos siempre nos engañan: un árbol, visto de cerca, me cubre con su follaje y puede parecerme grande; a cierta distancia el árbol se empequeñece hasta ser, a lo lejos, un diminuto punto en el horizonte, entonces, ¿cuál es la verdadera dimensión del árbol?
Pese a la visión radical de los escépticos, la duda puede ser fructífera cuando se utiliza como un método, tal como lo hizo Rene Descartes en el siglo XVII.
Según Descartes no hay otro medio para librarse de los diversos prejuicios y llegar a un conocimiento firme y seguro que dudar de todo cuanto se ofrezca con la menor sospecha de incertidumbre. En otro de nuestros subtemas abordaremos con más detalle el método cartesiano, por ahora nos conformamos con señalar cómo la duda en la filosofía constituye una actitud que dota al filósofo de un instrumento pertinente y necesario para obtener la verdad.
Veremos como Rene Descartes, aplicando la duda de manera sistemática logra llegar a una absoluta certeza.

c) Reflexión
La reflexión es otro de los elementos indispensables del filosofar. Reflexionar significa volver a pensar, re-pensar; justificar y fundamentar, en el caso de la filosofía, la realidad, la vida humana y todo aquello que se presenta como cuestionable.
Reflexionar también equivale a meditar. Cuando meditamos, en virtud de un acto introspectivo, estamos ingresando, en cierta manera, al ámbito de la filosofía.
Cuando un estudiante después de sus actividades cotidianas abre un espacio para preguntarse una serie de cosas que le preocupan ya está ejerciendo la reflexión: ¿para qué estudio?, ¿qué sentido tiene para mi vida seguir una carrera profesional?, ¿fue correcta la actitud de mis padres al inducirme a este tipo de estudios?
Asimismo, en otro nivel, la filosofía implica una reflexión sobre las cosas que provocan —como ya vimos— el asombro del ser humano. La filosofía es una reflexión orientada a esclarecer el sentido y valor de la existencia: ¿se justifica por sí misma la existencia? Hace tantos y tantos años yo todavía no existía, y dentro de otros años no existiré. El hecho de que yo exista precisamente en este mundo, de que la realidad sea como es, de que lo que en ella tiene lugar suceda precisamente según estas leyes y no según otras, no es, tampoco algo de suyo comprensible; todo podría ser también de otra manera, ¿por qué es precisamente así?, ¿y por qué existe algo?, pues también podría no existir nada (como dicen los filósofos: ¿por qué el ser y no la nada?).
Por otra parte, la filosofía no inventa sus objetos o temas de reflexión, los obtiene de algo hecho y consolidado a través de la historia, como la cultura humana con todos sus valores y aportaciones. La filosofía reflexiona sobre la realidad constituida sobre la cultura que ha desarrollado el propio ser humano; la ciencia, el arte, la religión, la política, le proporcionan temas y problemas para meditar. Algunas veces, desde una visión idealista, se ha caracterizado a la filosofía como una reflexión de segundo grado, ya que reflexiona sobre algo establecido, algo dado que, como tal, implicó un trabajo previo de la conciencia. Así, por ejemplo, a partir de la ciencia la filosofía se pregunta: ¿qué es la ciencia?, ¿qué validez tienen sus teorías?, ¿qué alcances tienen sus metodologías?, ¿qué significa la verdad en la ciencia?, etc., y tomando como punto de partida el fenómeno moral se ha preguntado: ¿qué sentido tiene la moralidad?, ¿qué es lo bueno?, ¿de dónde proviene la obligatoriedad de las normas morales?, ¿soy libre para actuar moralmente?

d) Pregunta       
La capacidad de asombro está estrechamente ligada al hecho de indagar y preguntar que se da en el quehacer filosófico. El arte de preguntar es privativo del filósofo, para él todo es de alguna manera cuestionable, nada es seguro y definitivo.
Cuando Sócrates hace sus preguntas en el Agora o plaza pública, sabe de antemano que no obtendrá respuestas conclusivas.
Parece que la filosofía estriba no tanto en las soluciones, sino en los problemas planteados. El filósofo no se cansa de preguntar, de inquirir y de problematizarlo todo: "¿cómo se puede vivir —pregunta José Ortega y Gasset— sordo a las postreras, dramáticas preguntas?, ¿de dónde viene el mundo, a dónde va?, ¿cuál es la potencia definitiva del cosmos?, ¿cuál es el sentido esencial de la vida?
El filósofo, al preguntar, al lanzar su certera interrogación, se orienta hacia una perspectiva integral de las cosas y no se conforma, como nos dice Ortega, con "un paisaje mutilado" de la realidad.
Las interrogantes que formula la filosofía son como puntos cardinales, como coordenadas que orientan nuestra existencia pues "no nos es dado renunciar a la adopción de posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u otro rostro se incorporan en nosotros".

LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN
Toda actividad espiritual participa de la filosofía en la medida en que consiste en un desinteresado testimonio de la verdad propia. En la apasionada inquisición del científico, en el sacrificio del auténtico religioso, en el libre respeto del hombre moral por la ley, hay más filosofía que en la vana verborrea de muchos creadores de sistemas. Pues la vida filosófica es sólo un intento de realizar de modo radical una aspiración inherente a toda actividad espiritual: hacer de la vida un testimonio.
La ciencia, la religión y la filosofía constituyen dominios de la cultura fundamentales que han sido cultivados por la humanidad en el transcurso de la historia pero, ¿cómo se relacionan y se diferencian estas creaciones humanas? ¿Qué diferencias y posibles similitudes encontramos en la investigación que hace un científico en el laboratorio, con el místico o religioso que entra en profunda meditación para comunicarse con la divinidad o con las reflexiones que lleva a cabo un filósofo para fundamentar la verdad?    

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