1.2 ALGUNAS DEFINICIONES DE FILOSOFÍA
La filosofía
es inseparable de su historia, está vinculada a los hombres que la hacen y que
pertenecen a una época determinada que puede ser:
1. La
Antigüedad clásica.
2. El
cristianismo.
3. La Edad
Media.
4. La época
moderna.
5. La época
contemporánea.
Cada filósofo
plantea una serie de problemas desde su propia perspectiva histórica, problemas
que por referirse a cuestiones eminentemente humanas, como el conocimiento, la
ciencia, la moral o los valores, serán retomados y discutidos en el transcurso
de la historia, de esta historia que en su conjunto nos ayuda a formular las
diferentes definiciones de filosofía.
Pongamos
algunos ejemplos de estas definiciones de filosofía que han surgido en las
diferentes etapas de la historia.
La filosofía
se inicia, como sabemos, en la antigua Grecia en la etapa presocrática o
filósofos anteriores a Sócrates en el siglo vi a. C. Destacan los filósofos
jónicos fundadores de la Escuela de Mileto integrada por Tales de Mileto,
Anaxímenes y Anaximandro, los cuales emprenden la ardua tarea de explicar la
naturaleza a partir de un principio único (arje) concebido como origen y
sustento de toda realidad. Para Tales de Mileto este principio fundamental es
el agua; en Anaxímenes es el aire, y en Anaximandro, una sustancia
indeterminada llamada apurón. Con estos filósofos presocráticos la filosofía se
define como una búsqueda de los principios ordenadores del cosmos.
En el siglo V
a. C. la filosofía griega abandona las especulaciones cosmológicas para
centrarse en el tema del hombre; la conducta individual y los fundamentos de la
organización social se convierten en los temas medulares, dando lugar a una
nueva etapa conocida como humanista o antropológica. Sócrates (469-399 a. C.)
es, junto con los sofistas, el filósofo más representativo de este periodo.
Para Sócrates
lo más importante es el conocimiento de lo humano, saber que es lo conveniente,
la virtud, la crítica de los conceptos básicos de la ciencia, así como la
fundamentación racional de la conducta humana y de la organización de la
sociedad y el Estado.
La idea de la
filosofía en Sócrates parte de su famoso principio: conócete a ti mismo. Este
principio socrático nos permite considerar que la filosofía para el pensador
ateniense es conocimiento del hombre, de sus creaciones, virtudes o capacidades
que debe tener en cuenta para desarrollarse en la polis o ciudad.
Por ello,
Cicerón, un filósofo romano, dijo que "Sócrates fue el primero que hizo
bajar a la filosofía del cielo y la hizo residir en las ciudades, y la
introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por la vida y las
costumbres y por las cosas buenas y malas".
Con Platón
(427-348 a. C.) y su discípulo Aristóteles (384-322 a. C.), la filosofía alcanza
un periodo de madurez llamado sistemático, o de los grandes sistemas, ya que la
inquietud sobre el hombre y sus problemas se inserta dentro de una visión total
o integral de la naturaleza o el cosmos.
La filosofía
de Platón la encontramos desarrollada en su famosa teoría de las Ideas, según
la cual la realidad está dividida o escindida en dos mundos opuestos: el mundo
de las Ideas, que es en si la auténtica realidad, región trascendente,
inmutable, incorruptible, donde moran las ideas o los auténticos conocimientos;
y por otra parte, el mundo de los fenómenos de carácter empírico, sensible,
mudable, aparente, mero reflejo del mundo ideal y perfecto y, por tanto, una
cuasi o pseudo realidad. La filosofía, para el gran discípulo de Sócrates es,
precisamente, la ascensión o elevación hacia ese mundo superior, ideal e
inteligible llamado mundo de las Ideas, el cual nos librará de las
imperfecciones y contradicciones en que nos colocan las apariencias o remedos
de realidad.
Por su parte,
Aristóteles rechaza la trascendencia de las ideas platónicas y busca explicar
los cambios que sufre la realidad en el mundo real y material, introduciendo
conceptos como el de potencia y acto, materia y forma, causa final y eficiente.
Para el estagirita la filosofía consiste en investigar las causas y los
principios últimos de las cosas.
La filosofía
es una ciencia superior y hasta divina, porque se remonta a las primeras causas
de todo (metafísica) y nos permite conocer el por qué debe hacerse cada cosa; y
este por qué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor de todo
el conjunto de los seres.
Aristóteles
llama a la filosofía "filosofía primera" (más tarde se le llamó
metafísica), pues es la ciencia del ser en cuanto ser, que al estudiar la causa
última o principio de todos los principios que es Dios, desemboca en una
Teología.
Para Rene
Descartes (1596-1650) llamado el "padre de la modernidad" y, por
tanto, filósofo arquetípico de esta época, la filosofía es el estudio de la
sabiduría, tanto por conducir la vida como la conservación de la salud y la
invención de todas las artes.
Como filósofo
moderno, Descartes pretende buscar un principio claro y evidente en el que
todos puedan estar de acuerdo, algo indiscutible como lo que existe en las
matemáticas, modelo de saber racional.
Las posturas
representativas de la modernidad son el racionalismo cuyas bases están en el
propio Descartes y el empirismo inglés cuyos máximos exponentes: John Locke,
George Berkeley y David Hume, realizan una crítica de las ideas abstractas
reconociendo que el verdadero origen del conocimiento ha de encontrarse en la
mera experiencia.
En el siglo XVIII
la modernidad llega a su máxima expresión, es el famoso siglo de la Ilustración
que tiene una gran influencia en Francia con los llamados enciclopedistas al
frente: Diderot y D’Alembert. La Enciclopedia o Diccionario razonado en las
ciencias, artes y oficios editado entre 1752 y 1777 en 35 volúmenes fue la obra
que divulgó la filosofía del lluminismo o Ilustración, en ella se trasluce un racionalismo
como criterio de la filosofía y de la ciencia, y como instrumento para disipar
las sombras de la ignorancia, la superstición y la intolerancia.
El ideal de la
Ilustración es tornar como guía a la razón que habrá de conducirnos a un
progreso cada vez más acabado. Impera un interés por los problemas de la
organización social y política como lo muestran las obras de Voltaire,
Montesquieu, Rousseau, Turgot, Condorcet y Vico.
Hacia fines de
la Ilustración surge un filósofo muy importante: Immanuel Kant (1724-1804). En
su primera obra, la Crítica de la razón pura, se formula dos preguntas
fundamentales: ¿cómo es posible el conocimiento científico?, y ¿es posible el
conocimiento metafísico? A la primera responde afirmativamente desarrollando
una teoría del conocimiento que reconoce tanto la importancia y la necesidad de
la experiencia como fuente de conocimiento, cuanto la organización intelectual
que realiza nuestra mente en la organización y estructuración del conocimiento;
de hecho la pregunta: ¿cómo es posible el conocimiento?, supone de antemano que
sí es posible y lo único que falta es explicar, precisamente, cómo es posible.
En cambio, en
lo que se refiere a la segunda pregunta Kant contesta de manera negativa, ya
que a su juicio no podemos conocer nada sin el apoyo de la experiencia, sólo
aprendemos teóricamente los fenómenos, no las cosas en sí mismas, es decir, los
númenes de los cuales se ha ocupado la metafísica tradicional (por ejemplo:
Dios y el alma).
De acuerdo con
esto, el filósofo de Kónigsberg concibe la filosofía como ciencia que postula
los alcances o límites del conocimiento humano. Pero debemos observar que la
filosofía de Kant no se agota en el campo de la epistemología, es también una
reflexión sobre la moral y la creación estética, temas que aborda,
respectivamente, en otras de sus obras capitales: la Crítica de la razón
práctica y la Crítica del juicio, las cuales abren las puertas a una nueva
concepción de la metafísica.
La filosofía
tradicional habla de tres conceptos metafísicos fundamentales: alma, mundo,
Dios, con los cuales se confirma la tendencia natural del ser humano hacia la
perfección; sin embargo, dicha filosofía convierte en realidad lo que solamente
son ideales. Según Kant las ideas tienen únicamente un uso regulativo, de tal
forma que los hombres deben actuar como si el alma fuera inmortal o como si
Dios realmente existiera.
Refiriéndonos
ahora al siglo xix, con el que se inicia la Época contemporánea, surge una
diversidad de corrientes filosóficas como el positivismo, el historicismo, el
existencialismo, el marxismo y el pragmatismo. Cada una presenta su idea de lo
que es la filosofía. No nos ocuparemos de todas ellas, sólo aludiremos algunos
ejemplos representativos.
El positivismo
fundado por el filósofo francés Augusto Comte (1798-1857) surge como una
reacción contra las especulaciones metafísicas y como un claro intento de
seguir los procedimientos de las ciencias que Comte llamó "positivas"
por explicar los hechos, formular leyes y utilizar la observación y la experimentación.
Para el positivismo la filosofía es un compendio general de los resultados de
las ciencias, y el filósofo es un especialista en generalidades.
La filosofía
positivista, con su exigencia de alcanzar un saber riguroso basado en la
observación y su rechazo a toda especulación metafísica, cobra expresión en
formas muy variadas en la obra de filósofos de diversos países como Littré,
Stuart Mili, Bain, Mach, Wundt, Taine, Guyau, y en México en la del pensador y
educador Gabino Barreda.
Otra corriente
de gran repercusión en la Época contemporánea es el marxismo fundado por Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Esta filosofía fundamenta
teóricamente la liquidación de la explotación del hombre por el hombre,
cuestión que constituye la gran misión histórica de la clase obrera. Según
Marx, el proletariado encuentra en la filosofía un instrumento que habrá de
liberarlo de los grilletes de la religión —la religión es el opio del pueblo— y
de toda ideología que trastoque la realidad.
La tarea que
le corresponde a la filosofía se sintetiza en la famosa tesis once sobre
Feuerbach que Marx postula: "los filósofos se han limitado a interpretar
el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo".
Según el filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, el marxismo representa la
conciencia más elevada de la filosofía de la praxis en el sentido que se
presenta como actividad real, objetiva, material del hombre y no se reduce a
una conciencia ordinaria.
El marxismo
propone como camino para el desarrollo de la filosofía: el de su estrecha
relación con las fuerzas sociales que se pronuncian por el progreso, por la
liquidación de un régimen social que se considera injusto y que se fundamenta
en el dominio de la propiedad privada, por la generalización filosófica de los
avances del conocimiento científico, de la experiencia, de la edificación de
una nueva sociedad, y sobre todo por la plena humanización del hombre, libre de
toda explotación, enajenación e injusticia.
Muchas de las
filosofías que nacen en el siglo xix se prolongan hacia el siguiente, como el
propio marxismo o el existencialismo. En cambio, hay otras que son propias del
siglo XX, como la fenomenología o la filosofía analítica.
Se advierte en
este tiempo una gran inquietud y fermentación filosóficas, que se traducen en
la ingente riqueza de la producción escrita y en la multitud de doctrinas y
corrientes, y tenemos la impresión de que el pensamiento contemporáneo es el
más fecundo y matizado de todos los que se han sucedido en la historia.
Son variados
los temas que aborda la filosofía contemporánea: los alcances y el valor de la
ciencia, el hombre y los valores, el análisis lógico del lenguaje, la
existencia concreta del hombre y su situación en el mundo, las relaciones entre
mente y cuerpo, las posibilidades de una filosofía auténticamente
latinoamericana, entre muchos otros.
CARACTERÍSTICAS DE LA FILOSOFÍA
a) Asombro
Como hemos
visto, la historia nos ofrece múltiples conceptos de filosofa, que tal vez nos
hagan pensar en la imposibilidad de encontrar una definición global,
unificadora y definitiva de nuestra disciplina; sin embargo, ante esta
diversidad es posible formular rasgos esenciales que nos permitan caracterizar
a la filosofía, independientemente de los problemas o supuestos teóricos que la
animen.
A continuación
nos referiremos a algunos de estos rasgos o características que acompañan a
todo filosofar.
En primer
lugar figura el asombro o admiración que es como el motor que impulsa el
quehacer filosófico. Si bien la filosofía se ha caracterizado por ser una
actividad eminentemente racional en cuanto a su afán de conocer y explicar la
realidad a través del logas, también se conforma de un aspecto o ámbito vital
que se manifiesta cuando el ser humano conmovido, estremecido y lleno de
perplejidad se enfrenta ante una realidad que se le presenta como compleja y
problemática, tratando de descifrarla y comprenderla en su conjunto.
Ya desde la
antigüedad clásica filósofos como Platón y Aristóteles nos hablan del asombro
como origen de la filosofía. "Lo que propiamente hace al filósofo —nos
dice Platón— es esta capacidad de admirarse; no tiene en efecto, la filosofía,
otro origen distinto de éste".
La filosofía
se origina frente a un callejón sin salida de las cosas, es decir, frente a una
aporia, frente a un problema, pues la filosofía se encuentra con objetos
problemáticos que le causan profunda admiración o sorpresa, porque se ignora
qué son, en qué consisten. Existen objetos que son familiares, cotidianos, que
no nos causan asombro o admiración y que forman parte de nuestra vida
cotidiana; pero frente a éstos hay objetos desconocidos, extraños que plantean
dudas y problemas, éstos son los que nos empujan al conocimiento, los que
despiertan un afán por conocer.
Desde que el
hombre aparece sobre la faz de la Tierra empieza a asombrarse de cosas que le
parecen admirables, portentosas, sobrenaturales y terribles: un eclipse solar,
un terremoto, una tormenta, un arco iris. ¿A qué se deben estos extraños
fenómenos?, se pregunta el hombre arcaico. La respuesta, ante tales enigmas, la
empieza a elaborar a través de una serie de mitos y creencias: son los dioses
los que al enfurecerse provocan los diluvios y desastres naturales y son
también los dioses los que nos benefician con espléndidas cosechas.
Pero una vez
cancelado el mito como forma de conocimiento, el asombro permanece y las
respuestas cambian; es ahora la razón, lo que los griegos llamaron logas, la
encargada de ofrecernos una explicación coherente y satisfactoria de las cosas
que provocan nuestra admiración.
Aristóteles
fue uno de los primeros individuos que hicieron filosofía; esa ciencia suprema,
eminentemente teórica y contemplativa que investiga la naturaleza de los
primeros principios y de las últimas causas de todo.
¿Qué llevó a
los seres humanos a filosofar, a penetrar en los secretos del ser, a ver las
cosas con mirada inédita? Contesta Aristóteles: ]
Lo que en un
principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas
fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no
podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance;
después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos;
por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y,
por último, la formación del Universo.
Ir en busca de
una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse,
que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el
asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente —concluye el
estagirita— si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la
ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras
de utilidad.
Al parecer las
explicaciones de Aristóteles sobre el asombro como origen del filosofar no han
perdido del todo su vigencia, en la medida en que la humanidad, pese a los
grandes y asombrosos progresos científicos y técnicos alcanzados, no ha
resuelto todos sus problemas; viejas y nuevas interrogantes siguen llenándonos
de asombro y perplejidad.
Aun si
lográramos dar una explicación cabal de todo el acontecer cósmico —dice el
filósofo mexicano Luis Villero—, aun si determináramos todos los sucesos por su
obediencia a leyes generales exhaustivas, aun entonces sería válido preguntar:
Pero ¿qué sentido tiene ese universo?
Para otro
filósofo, Martin Heidegger, el asombro no es solamente aquello que nos impulsa
hacia la filosofía, no se encuentra simplemente al comienzo de la filosofía,
como por ejemplo, el lavarse las manos precede a la operación del cirujano,
sino que el asombro sostiene y domina a la filosofía.
Por ello,
Heidegger considera que decir que Platón y Aristóteles sólo consignaron el
hecho de que el asombro es la causa de la filosofía, sería superficial y ante
todo no pensar como los griegos. Si el asombro sólo fuera el principio de la
filosofía, un mero impulso o chispa que la enciende, desaparecería una vez que
se extinguiera el resplandor de luz; sin embargo ello no es así porque el
asombro, la admiración, predomina en cada paso de la filosofía. Dice Heidegger:
El asombro es
la disposición en la cual y para la cual se abre el ser del ente. El asombro es
la disposición dentro de la cual el corresponder al ser del ente fue otorgado a
los filósofos griegos.
b) Duda
Otro
ingrediente esencial de la filosofía es la duda; si el saber filosófico plantea
problemas encaminados a conocer la realidad en sus múltiples aspectos es porque
no tiene respuestas claras y definitivas, porque es asediado por la sombra de
la incertidumbre. El ideal de la filosofía es encontrar una máxima certeza
sobre las cosas, buscar razones suficientes para declararlas verdaderas.
El filósofo no
se precipita, analiza las cosas con extremada cautela, se arma de recelo para
examinarlas.
En la historia
de la filosofía figuran los llamados filósofos escépticos, que convirtieron la
duda en un fin en sí mismo y no en un simple medio, en un camino para llegar a
la verdad.
El
escepticismo entraña una doctrina de conocimiento según la cual no hay ningún
saber firme, y tampoco puede encontrarse una opinión absolutamente segura. El
escepticismo es una postura filosófica negativa, porque nos condena a la
imposibilidad de acceder a la verdad.
El verdadero
escéptico es aquel que, con el ánimo suspenso, se rehúsa a pronunciarse sobre
cualquier tema porque implícitamente acepta que es mejor esta abstención que un
pronunciamiento discutible.
Los escépticos
griegos, como Pirrón de Elis, argumentaban que los sentidos siempre nos
engañan: un árbol, visto de cerca, me cubre con su follaje y puede parecerme
grande; a cierta distancia el árbol se empequeñece hasta ser, a lo lejos, un
diminuto punto en el horizonte, entonces, ¿cuál es la verdadera dimensión del
árbol?
Pese a la
visión radical de los escépticos, la duda puede ser fructífera cuando se
utiliza como un método, tal como lo hizo Rene Descartes en el siglo XVII.
Según
Descartes no hay otro medio para librarse de los diversos prejuicios y llegar a
un conocimiento firme y seguro que dudar de todo cuanto se ofrezca con la menor
sospecha de incertidumbre. En otro de nuestros subtemas abordaremos con más
detalle el método cartesiano, por ahora nos conformamos con señalar cómo la
duda en la filosofía constituye una actitud que dota al filósofo de un
instrumento pertinente y necesario para obtener la verdad.
Veremos como
Rene Descartes, aplicando la duda de manera sistemática logra llegar a una
absoluta certeza.
c) Reflexión
La reflexión
es otro de los elementos indispensables del filosofar. Reflexionar significa
volver a pensar, re-pensar; justificar y fundamentar, en el caso de la
filosofía, la realidad, la vida humana y todo aquello que se presenta como
cuestionable.
Reflexionar
también equivale a meditar. Cuando meditamos, en virtud de un acto
introspectivo, estamos ingresando, en cierta manera, al ámbito de la filosofía.
Cuando un
estudiante después de sus actividades cotidianas abre un espacio para
preguntarse una serie de cosas que le preocupan ya está ejerciendo la
reflexión: ¿para qué estudio?, ¿qué sentido tiene para mi vida seguir una
carrera profesional?, ¿fue correcta la actitud de mis padres al inducirme a
este tipo de estudios?
Asimismo, en
otro nivel, la filosofía implica una reflexión sobre las cosas que provocan
—como ya vimos— el asombro del ser humano. La filosofía es una reflexión
orientada a esclarecer el sentido y valor de la existencia: ¿se justifica por
sí misma la existencia? Hace tantos y tantos años yo todavía no existía, y
dentro de otros años no existiré. El hecho de que yo exista precisamente en
este mundo, de que la realidad sea como es, de que lo que en ella tiene lugar
suceda precisamente según estas leyes y no según otras, no es, tampoco algo de
suyo comprensible; todo podría ser también de otra manera, ¿por qué es
precisamente así?, ¿y por qué existe algo?, pues también podría no existir nada
(como dicen los filósofos: ¿por qué el ser y no la nada?).
Por otra
parte, la filosofía no inventa sus objetos o temas de reflexión, los obtiene de
algo hecho y consolidado a través de la historia, como la cultura humana con
todos sus valores y aportaciones. La filosofía reflexiona sobre la realidad
constituida sobre la cultura que ha desarrollado el propio ser humano; la
ciencia, el arte, la religión, la política, le proporcionan temas y problemas
para meditar. Algunas veces, desde una visión idealista, se ha caracterizado a
la filosofía como una reflexión de segundo grado, ya que reflexiona sobre algo
establecido, algo dado que, como tal, implicó un trabajo previo de la
conciencia. Así, por ejemplo, a partir de la ciencia la filosofía se pregunta:
¿qué es la ciencia?, ¿qué validez tienen sus teorías?, ¿qué alcances tienen sus
metodologías?, ¿qué significa la verdad en la ciencia?, etc., y tomando como
punto de partida el fenómeno moral se ha preguntado: ¿qué sentido tiene la
moralidad?, ¿qué es lo bueno?, ¿de dónde proviene la obligatoriedad de las
normas morales?, ¿soy libre para actuar moralmente?
d) Pregunta
La capacidad
de asombro está estrechamente ligada al hecho de indagar y preguntar que se da
en el quehacer filosófico. El arte de preguntar es privativo del filósofo, para
él todo es de alguna manera cuestionable, nada es seguro y definitivo.
Cuando
Sócrates hace sus preguntas en el Agora o plaza pública, sabe de antemano que
no obtendrá respuestas conclusivas.
Parece que la
filosofía estriba no tanto en las soluciones, sino en los problemas planteados.
El filósofo no se cansa de preguntar, de inquirir y de problematizarlo todo:
"¿cómo se puede vivir —pregunta José Ortega y Gasset— sordo a las
postreras, dramáticas preguntas?, ¿de dónde viene el mundo, a dónde va?, ¿cuál
es la potencia definitiva del cosmos?, ¿cuál es el sentido esencial de la vida?
El filósofo,
al preguntar, al lanzar su certera interrogación, se orienta hacia una
perspectiva integral de las cosas y no se conforma, como nos dice Ortega, con
"un paisaje mutilado" de la realidad.
Las
interrogantes que formula la filosofía son como puntos cardinales, como
coordenadas que orientan nuestra existencia pues "no nos es dado renunciar
a la adopción de posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u
otro rostro se incorporan en nosotros".
LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN
Toda actividad
espiritual participa de la filosofía en la medida en que consiste en un
desinteresado testimonio de la verdad propia. En la apasionada inquisición del
científico, en el sacrificio del auténtico religioso, en el libre respeto del
hombre moral por la ley, hay más filosofía que en la vana verborrea de muchos
creadores de sistemas. Pues la vida filosófica es sólo un intento de realizar
de modo radical una aspiración inherente a toda actividad espiritual: hacer de
la vida un testimonio.
La ciencia, la
religión y la filosofía constituyen dominios de la cultura fundamentales que han
sido cultivados por la humanidad en el transcurso de la historia pero, ¿cómo se
relacionan y se diferencian estas creaciones humanas? ¿Qué diferencias y
posibles similitudes encontramos en la investigación que hace un científico en
el laboratorio, con el místico o religioso que entra en profunda meditación
para comunicarse con la divinidad o con las reflexiones que lleva a cabo un
filósofo para fundamentar la verdad?
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