Como ya vimos,
la filosofía como ciencia desarrolla métodos para investigar la verdad. Veamos
algunos de ellos.
MAYÉUTICA O MÉTODO SOCRÁTICO
Sócrates
(470-399 a. C.) y los llamados sofistas (entre los que destacan Protágoras y
Georgias de Lontini) son los principales representantes de la etapa de la
filosofía griega conocida como antropológica o humanística.
En esta etapa
decae el interés por las viejas especulaciones cosmológicas de los
presocráticos, y en su lugar aparece como tema central el problema del hombre y
su relación con la polis.
El surgimiento
y la consolidación de la democracia es un factor importante que nos permite
explicar este viraje de la filosofía hacia el tema del hombre y su sociedad. La
forma democrática del Estado reclama del político destreza para hablar en
público, elocuencia para convencer a sus conciudadanos.
En las
asambleas populares, en los tribunales y hasta en los puestos administrativos
menos importantes, se requería dominar el arte del discurso, como ya lo hemos
visto al analizar el logos como forma de expresión.
El instrumento
de la acción individual era la palabra, lo cual implica un ejercicio autónomo
de la inteligencia y de la voluntad. Éstas son, definitivamente las potencias
que conducen la vida pública. El arte de argumentar y persuadir que Pericles
—líder de la democracia griega— poseyó lúcidamente se hizo cada vez más
necesario.
Los sofistas
—sabios y maestros de la época socrática— se empeñaron en enseñar la retórica o
arte de convencer mediante discursos persuasivos, elocuentes y emotivos. En
última instancia, para los sofistas no importaba tanto la verdad sobre las
cosas, sino el mero convencimiento de aquello que les interesaba probar, ya
fuera falso o verdadero. A los sofistas se les atribuye la invención de las
falacias o sofismas, argumentos lógicamente bien construidos pero que en el
fondo son falsos.
Sócrates
rechazó y combatió los métodos sofísticos; para el filósofo ateniense lo
importante era la obtención de la verdad, definir las cosas con precisión y
rigor. Su ideal era descubrir verdades universales, objetivas.
Así, el método
socrático llamado, sugestivamente, mayéutica, se propone obtener conocimientos
universalmente válidos, al igual que la ciencia.
Evocando a su
madre, Faenarete, que era "comadrona", Sócrates concebía su método
mayéutico como el arte de parir las ideas (de mayeuein, "parir, dar a
luz") o heurística (de heuris ristiché, arte de descubrir).
El filósofo de
Atenas acude puntualmente a la plaza pública (al Agora) a instruir a sus conciudadanos
acerca de lo que más le interesa: la adquisición de la virtud, la formación
moral de los individuos y el conocimiento de uno mismo, para ello, parte de la
idea de que todos los seres humanos tienen el conocimiento oculto, soterrado en
el interior de sus almas, por lo cual es necesario sacarlo a flote pero, ¿cómo
llevar a cabo esta empresa? Sócrates se vale de preguntas pertinentes, de una
forma dialogada por medio de la cual conduce a sus interlocutores a encontrar
por sí mismos lo buscado, ya sea la noción de virtud, de valor, de justicia o
de ciencia. Parte de experiencias concretas, de casos particulares y se va
elevando, gradualmente, a ideas más generales (a este procedimiento se le llama
"inducción").
Sócrates
primero trata de interesar vivamente a sus interlocutores sobre determinado
tema, saca a las personas de su ámbito cotidiano y las introduce aun diálogo
filosófico. Formula, hábilmente, inteligentes preguntas; en un momento dado,
los interlocutores se sienten acorralados y sorprendidos, no tienen elementos
para contestar adecuadamente y así surge la ironía socrática que nos permite
darnos cuenta de nuestra ignorancia, de nuestras equívocas respuestas. Sin
embargo, con la ayuda del maestro, lograremos salir de los embrollos para acceder
a un conocimiento, si no definitivo, por lo menos pausible y esclarecedor.
El filósofo
que llega a resultados ciertos, que se eleva a las ideas de lo bueno y de lo
bello, de lo justo y lo verdadero, no hace otra cosa que cultivarse, enriquecer
el caudal de su sabiduría práctica.
Para Sócrates,
el fin último que persigue la filosofía es la educación moral del hombre, la
formación de buenos ciudadanos, por ello, las ideas que más le preocupan son
las relativas a las virtudes éticas.
Para el
creador de la mayéutica el recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a
vivir moralmente.
·Quien sabe
lo que es bueno también lo practica.
·Lo que
llamamos maldad es fruto de la ignorancia.
·Ningún
sabio procede mal puesto que conoce lo que es bueno. Si la virtud deriva del
conocimiento ello significa que puede ser enseñada.
Tales son los
supuestos del intelectualismo ético propuesto por Sócrates.
DIALÉCTICA
Este método lo
encontramos ya, por primera vez, en los antiguos griegos. Dialéctica es una
palabra griega que significa diálogo y más propiamente disputa, su propósito es
la búsqueda de la verdad. En este sentido, podemos decir que Sócrates era un
filósofo dialéctico, porque utilizaba el diálogo para buscar la verdad.
Para Platón,
la dialéctica se convierte en un método muy importante, nos conduce a una forma
suprema de conocimiento que no se conforma simplemente con aceptar verdades
establecidas, sino que trata de profundizarlas para establecer sus fundamentos
últimos. Para Platón la dialéctica es el objeto del supremo entrenamiento del
filósofo.
Por medio de
la dialéctica el espíritu se va elevando, desde el conocimiento más elemental,
que es el sensible, hasta llegar a la contemplación de las ideas o reino de la
verdad. Para ello se debe proceder críticamente, sopesar el sentido de los
conceptos y de las palabras que los expresan y definirlos de manera rigurosa.
Por medio de
la dialéctica, según Platón, logramos reducir la multiplicidad de las cosas a
su prístina unidad. Conocer es, para el gran discípulo de Sócrates, buscarla
unidad de una ley, de un principio que pueda explicar la diversidad de nuestras
experiencias.
Las ideas que
se encuentran en un mundo suprasensible y plenamente inteligible, nos entregan
la esencia inmutable, el verdadero ser de las cosas cuyo conocimiento es el fin
de toda filosofía.
Por otro lado,
la dialéctica también se entiende como un método basado en la confrontación o
choque de ideas para obtener conclusiones. Éste era el método practicado por
los sofistas en cuanto constituía una forma de discusiones y debates en la que
triunfaba el más hábil en el manejo del discurso.
En los tiempos
modernos, el filósofo alemán Friedrich Hegel (1770-1831) aplica el método
dialéctico para comprender la realidad y la historia. De acuerdo con Hegel, la
realidad es movimiento y acorde con éste, el método que la capta y comprende es
dinámico. La realidad, siempre en proceso, comprende afirmaciones y negaciones;
así, la verdad no surge de la identidad sino de la oposición. Cada estado, cada
situación, origina su contrario, que a su vez se disuelve en una síntesis, en
una unidad superior de la cual forman parte la tesis y la antítesis.
El proceso
dialéctico entraña una tríada conformada por los siguientes momentos: la tesis,
la antítesis y la síntesis, en los que los dos anteriores confluyen o se
resuelven. La síntesis constituye, a su vez, una tesis que da lugar a una nueva
tríada y así sucesivamente.
Puede
advertirse que para Hegel la dialéctica no es solamente un simple método de
pensar, sino que es la forma en que se manifiesta la realidad misma, una
realidad en permanente cambio, que alcanza su verdad en su completo
desenvolvimiento.
La filosofía
en Hegel consiste en seguir los momentos mediante los cuales se va
incrementando, enriqueciendo la realidad para contemplar, por último, el ser en
su totalidad determinada y viva.
Más tarde la
dialéctica hegeliana es retomada por Karl Marx (1818-1883) en forma
completamente distinta. En efecto, mientras que la dialéctica en Hegel tiene un
carácter idealista, Marx le imprime una interpretación materialista. Marx
expresaba este cambio diciendo que la dialéctica en Hegel estaba distorsionada,
"cabeza abajo", por lo que era menester enderezarla. Esto significaba
que para Marx la dialéctica no consistía en el desarrollo del espíritu en un
nivel especulativo, sino que era una interacción de factores materiales y
económicos, una manera de considerar el mundo y la existencia humana como un
choque ininterrumpido entre oposiciones para finalmente advenir a una sociedad
más humana y justa: la sociedad comunista.
El comunismo
—dice Marx— es la abolición positiva de la propiedad privada, de la
auto-enajenación humana y, por tanto, de la apropiación real de la naturaleza
humana a través del hombre mismo como ser social, es decir, realmente humano;
[...] es la resolución definitiva al antagonismo entre el hombre y el hombre.
Es la verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre
la objetivación y la autoafirmación, entre el individuo y la especie, es en
suma: la solución al dilema de la historia.
La dialéctica
en Marx no es sólo la base del conocimiento sino de la actividad práctica que
ejercen los hombres; revela el carácter históricamente transitorio de todas las
formas de la vida social; exige no atenuar las contradicciones sociales
radicales, sino su solución por la vía revolucionaria. De esta manera, la
dialéctica asume un papel crítico y revolucionario, pugna por la desaparición
de la propiedad privada y la explotación capitalista dando paso a una nueva sociedad.
Este breve
asomo al método mayéutico nos muestra la necesidad que tienen los filósofos de
contar con un método o una vía que los conduzcan a la verdad. Como hemos visto,
Sócrates optó por la mayéutica utilizando el diálogo que nos ayuda a descubrir,
a alumbrar conocimientos o ideas que supuestamente ya existen en nuestro
espíritu.
Por su parte,
Descartes, en el siglo XVII, al igual que Sócrates, es un racionalista que
acude a la duda para llegar a una verdad indubitable, a una certeza que se
convertirá en el punto de partida del conocimiento. Lo indudable nace de la
duda, pues dudar es ya pensar, y si pienso, dice Descartes, entonces existo.
Sócrates, en un momento dado, también se beneficia de la duda tratando de
convencer a sus interlocutores de que no sabían aquello de lo que se estaba
discutiendo. El filósofo de la mayéutica aseguraba: sólo sé que nada sé, frase
crucial que nos permite reconocer nuestra ignorancia y la necesidad de
superarla mediante la afanosa búsqueda de la verdad que para el propio Sócrates
consiste en establecer la definición y el concepto definitivo de lo que se
tratare, por ejemplo, saber en qué consiste la justicia o la virtud. Las
reflexiones de Sócrates se dirigieron a la formación de los ciudadanos. Sus
deseos de saber y obrar rectamente fueron sus grandes aspiraciones.
1.5 DISCIPLINAS FILOSÓFICAS
En virtud de
su carácter totalizador, la filosofía explora la realidad en su máxima
generalidad la cual comprende, por un lado, el cosmos, la naturaleza, y por
otro las producciones humanas que forman la cultura en sus diversos ámbitos: la
moral, el arte, la ciencia, la religión, la política, etc. Tomando como punto
de partida estas áreas o regiones de la cultura, la filosofía desarrolla sus
disciplinas o ramificaciones que, en su conjunto, nos brindan una explicación
que abarca las diversas manifestaciones humanas. En lo que atañe al arte, por
ejemplo, la filosofía nos explica cuál es la esencia de la actividad artística
y de la belleza; en el ámbito de la ciencia lo que es el conocimiento
científico, la estructura, fundamento y métodos de los sistemas científicos, y
así frente a las demás áreas de la cultura.
Veamos a
continuación algunas de las principales disciplinas filosóficas, en las que
podrás percatarte de los vínculos que la filosofía mantiene con la cultura
humana, porque inclusive la filosofía misma forma parte esencial de ella.
ONTOLOGÍA
Del griego
antas, "estudio del ser". De acuerdo con ello, investiga las
categorías y principios del ser en general y de los diversos géneros de entes o
seres.
Se ha identificado
a esta disciplina con la metafísica, que Aristóteles formula como una ciencia
que estudia el ser en tanto ser, es decir, la investigación del ser en su
máxima generalidad, independientemente de qué clase de ser se trate, ya que
puede ser finito, infinito, material o inmaterial.
También la
ontología se ha concebido como una disciplina que estudia al ente, que
investiga la determinación en virtud de la cual los entes existen, es decir su
esencia.
Para un
filósofo como Martin Heidegger (1889-1976) "considerado
existencialista" la ontología tiene por finalidad descubrir la
constitución del ser de la existencia, la de saber cuál es el fundamento de la
existencia en su finitud y concreticidad.
Para este
filósofo, autor de Ser y tiempo, obra publicada en 1927, el tema del ser es
fundamental. En el lenguaje cotidiano usamos a menudo la palabra
"ser", cuando decimos "el cielo es azul" "esta calle
es angosta", "yo soy joven" etc. Sin embargo, el término se
complica cuando nos preguntamos: ¿qué es el ser?, ¿qué es el existir?, ¿cuál es
el sentido del ser?
La metafísica
tradicional ha hablado del ser abstracto, equiparándolo con lo que se llama
esencia, pero a Heidegger le interesa ocuparse del ser concreto, del existir
(en latín esse). Así, el punto de partida de la filosofía heideggeriana es el
análisis de la existencia humana, del ser humano o como lo llama Heidegger el
Dassein o "ser-ahí" el cual no es un ente como los demás, propiamente
no es un ente, sino un existente, una realidad en cuyo ser le va su ser, su temporalidad,
su angustia, su muerte.
La analítica o
análisis del ser-ahí es compleja, la atraviesan varias categorías que maneja
Heidegger como "ser en el mundo" estar-en-el mundo",
"mundanidad" "existencia auténtica", "existencia
inauténtica", "ser-para-la muerte", etcétera.
Pero este
análisis del dasein, del existente como realidad humana, prepara —en el caso de
Heidegger— el terreno para la comprensión del ser en general, para lo cual es
menester someter a revisión crítica todas las ideas que se han dado sobre el
ser en la historia de la filosofía.
Por eso es
menester proceder a una "destrucción de la ontología", es decir, a
una disolución de las capas encubridoras, endurecidas en el curso de la
historia del pensamiento filosófico, allanar el camino para establecer una
apertura al ser.
EPISTEMOLOGÍA
De episteme,
"ciencia o conocimiento" y lagos, "estudio". A esta
disciplina filosófica se le conoce también con el nombre de gnoseología
(gnosis, conocimiento; logas, estudio) y teoría del conocimiento. Tiene la
misión de reflexionar sobre todos aquellos problemas relacionados con el
conocimiento: ¿cuál es el origen del conocimiento?, ¿cuál es su esencia?, ¿cuál
es su posibilidad de validez?, ¿cuántas clases de conocimiento hay?, etcétera.
Aunque la epistemología
cobra singular desarrollo en la modernidad, ya en los tiempos antiguos los
filósofos griegos hacían importantes reflexiones sobre el conocimiento.
Recordemos a
Sócrates con su famoso lema: "conócete a ti mismo". Y con su método
mayéutico, encaminado a resolver una serie de cuestiones, incluyendo al
conocimiento mismo. Recordemos, asimismo a Platón, quien afirmaba que el
verdadero conocimiento nunca podría lograrse por la vía de los sentidos. El
conocimiento —para el destacado discípulo de Sócrates— debería ser una visión
intelectual en la cual el alma penetraba en la verdadera naturaleza de la
realidad. En comparación con esta visión dianoética, los datos sensoriales son
confusos e inseguros y, por tanto, fuente de numerosos errores.
En la época moderna,
el problema del conocimiento estuvo ligado a la creación de un método
infalible. Así, Rene Descartes puso en práctica su método de la duda metódica
con el fin expreso de llegar a una verdad indubitable, la cual encuentra en la
evidencia de su yo pensante, de su propia existencia como ser que piensa y que
duda. De ello concluyó que todas las ideas que se caracterizan por ser
"claras y distintas" no podían ser objeto de duda, sino que podían
concebirse como algo certero y punto de partida de todo auténtico conocimiento.
A diferencia
de Descartes, los filósofos empiristas como John Locke y David Hume,
consideraban que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia, acudiendo
a sensaciones y percepciones; todas las pretensiones de ir más allá de las
observaciones sensoriales inmediatas no conducen a otra cosa que a suposiciones
sin fundamento, a puras elucubraciones.
El empirismo
alcanza niveles radicales, por ejemplo con Hume, al negar toda posibilidad de
un saber referente a la realidad que tenga carácter universal y necesario, pues
el conocimiento sensible es conocimiento de lo particular y concreto en
continuo cambio, y no puede pretender la universalidad y necesidad que se
requiere en las ciencias.
Estos ejemplos
que hemos visto de manera breve te ilustrarán acerca de la importancia que
tiene el problema del conocimiento abordado por la epistemología.
En términos
generales, esta disciplina trata problemas como: las relaciones del
conocimiento con la fe, el escepticismo y la certeza, la creencia y el saber.
De los filósofos que abordan el problema del conocimiento puedes inferir una
teoría de la verdad.
ÉTICA
Un ámbito de
la cultura ampliamente cultivado por los seres humanos y sumamente importante
para guiar sus vidas por el camino correcto, es sin duda la moral, cuyo objeto
de reflexión es una disciplina filosófica llamada ética. La palabra
"ética" proviene de la voz griega ethos que significa "hábito,
carácter, modo de ser". De acuerdo con su significado etimológico, la ética
sería un "tratado de los hábitos o costumbres"; sin embargo,
actualmente se le caracteriza como una disciplina que reflexiona sobre la moral
que desarrollan los hombres en la sociedad.
El mundo de la
moral plantea un sinnúmero de problemas a la ética, por ejemplo: ¿qué podemos
entender por una conducta buena o recta?, ¿qué es el deber?, ¿de dónde deriva
el carácter obligatorio de las reglas morales?, ¿somos en realidad libres para
actuar moralmente?, ¿se puede hablar de un progreso moral?, ¿por qué cambian
los diversos sistemas morales?, ¿cuál es el mejor modelo de vida que debemos
seguir para alcanzar la felicidad? Muchas de estas preguntas han guiado las
reflexiones de los filósofos en el transcurso de la historia, comenzando con
los antiguos griegos como Sócrates, quien por primera vez hizo consistir la
filosofía en un análisis de la conducta humana, y quien propuso relacionar la
vida buena con el conocimiento de acuerdo con esta premisa: el hombre virtuoso
y feliz es al mismo tiempo el hombre sabio, la maldad no es más que un engendro
de la ignorancia.
Más tarde,
Aristóteles nos ofrecerá todo un sistema ético —tal vez el primero en la
historia— en su famosa obra conocida como Ética a Nicómaco o Ética nicomaquea
(por estar dedicada a su hijo del mismo nombre).
Para
Aristóteles, la ética trata de la formación del hombre, de su carácter o ethos;
le interesa tanto el dominio teórico como el práctico de la actividad humana, y
entre los temas que trata figuran: el problema del bien supremo: ¿cuál es el
bien último al que aspira el ser humano?; la naturaleza de las virtudes tanto
las intelectuales (como la sabiduría y el recto juicio) como las éticas
referidas a la fortaleza, la justicia y la templanza, entre otras. Nos habla
sobre temas tan humanos como la amistad y la felicidad y plantea una
interesante teoría de la virtud conocida como la "teoría del justo
medio" según la cual toda virtud se encuentra ubicada entre dos extremos,
uno que peca por exceso y otro por defecto. Así, por ejemplo, la valentía está
entre la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto).
Cabe observar
que las más importantes teorías éticas que se han dado desde la Antigüedad, han
propuesto un modelo de vida buena, así surge el eudemonismo para el cual el
bien estriba en la felicidad, el hedonismo que equipara lo bueno con el placer,
y en los tiempos modernos el utilitarismo (el bien radica en lo útil) y el
formalismo kantiano para el cual lo bueno está en la (buena voluntad) que actúa
por deber y solamente por deber.
ESTÉTICA
Otra área de
la cultura de singular importancia es el arte, el cual es abordado por una
disciplina filosófica denominada estética.
El arte genera
el valor belleza en sus diversos matices o modalidades, por ello la estética
también reflexiona sobre ésta. La palabra "estética" deriva del
griego aesthesis que significa "sensación" o "percepción" y
esto parece implicar que la belleza se percibe por medio de sensaciones, que
tiene un carácter sensible.
El primero que
utilizó el término estética fue Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1 762) en
el siglo XVIII. Este filósofo alemán escribió, en 1 750, una obra titulada,
justamente, Aesthetíca que concibió como una parte de la filosofía encargada de
establecer las leyes del conocimiento sensible.
Tanto el arte
como la belleza plantean una serie de cuestiones que han tratado de ser
resueltas por esta disciplina, a la que el propio Baumgarten dio carta de
autonomía: en primer lugar ¿qué es la belleza?, ¿es algo real y objetivo o algo
meramente subjetivo y caprichoso?; ¿por qué existen diversas concepciones de lo
bello?, ¿qué se quiere decir cuando algo es calificado de bello, de sublime, de
grotesco, de cómico o de trágico? Y, en relación con el arte: ¿en qué consiste
la actividad y la creación artística?, ¿qué papel desempeña el arte en la
sociedad?, ¿cuál es su importancia?, ¿qué relación guarda con la ciencia, la
técnica, la religión, la política y otras actividades humanas?, ¿cuáles son las
artes?, ¿cuántas son sus especies?, ¿existen parámetros objetivos para juzgar
las obras de arte?, ¿cómo se determinan?
Si bien el
filósofo no es un artista ni un crítico de arte, sus reflexiones generales en
torno al arte y la belleza tienen cierta influencia sobre el trabajo y las
concepciones estéticas forjadas por los propios artistas. Aunque cabe aclarar
que la estética no pretende proporcionar normas ni directrices para la creación
artística, sino sólo desentrañar su sentido y razón de ser en el complejo
ámbito de la vida humana.
AXIOLOGIA
Los seres
humanos no sólo conocen las propiedades de las cosas que los rodean, sino que
también hacen valoraciones en torno de ellas, juzgan o sienten si son útiles,
agradables, bonitas, feas, benéficas o perjudiciales para su vida.
Asimismo,
determinados comportamientos son calificados como justos o injustos, buenos o
malos, honestos o deshonestos. Todo esto significa que hay cosas y
comportamientos valiosos o no valiosos.
De esta
manera, surge la noción de Valor" que fue retomado del campo de la
economía.
Algunos
filósofos advirtieron que los valores constituyen un universo de objetos muy
peculiares que no se confunden con otros, por ejemplo: con los objetos reales
(una mesa, un libro), ideales (el pensamiento del libro) o imaginarias (una
sirena o un tritón). Los valores tienen su esencia en el valer; Hermann Lotze (1817-
1881), un filósofo que se adelanta en el estudio de los valores, afirma que
"los valores no son sino que valen". Tanta era la importancia que
asignaba Lotze a los valores que pretendió reducir la lógica, la ética y la
metafísica a la axiología.
Los valores
constituyen el objeto de estudio de una disciplina filosófica llamada axiología
del griego axios, "valioso" y lagos, "estudio o teoría".
Entre los principales problemas que trata figuran los siguientes: ¿qué son los
valores?, ¿qué tipo de existencia tienen?, ¿cómo se captan?, ¿cuál es el método
más apropiado para descubrir la naturaleza última del valor?
Para resolver
la pregunta acerca de qué tipo de existencia tienen los valores, han surgido
dos teorías fundamentales: el objetivismo y el subjetivismo axiológicos. Para
el objetivismo, los valores existen en una forma absoluta y plenamente
objetiva, son realidades "en sí y por sí", independientes de los
bienes o cosas materiales en los que se plasman (una escultura, un cuadro, una
norma moral, etc.), son independientes, asimismo, de las apreciaciones
subjetivas que realicen los individuos.
Para Nicolai
Hartmann, representante de la teoría objetivista, los valores son semejantes a
las ideas platónicas, pertenecen a un mundo suprasensible e inmaterial; de esta
manera, los valores no dependen ni de los sujetos ni de las cosas o bienes, son
entidades y estructuras que determinan una específica cualidad en los objetos,
de manera directa sólo se les puede captar como los paradigmas platónicos, por
medio de una "mirada interior".
Para otro
destacado representante del objetivismo axiológico —Max Scheler— el acceso al
mundo de los valores no se logra por medio de una mera percepción interior,
sino mediante un conocimiento estimativo o intuición de lo valioso basado en el
sentimiento y la preferencia y en último término en el amor y el odio.
Según Max
Scheler la inteligencia es ciega para los valores, éstos se nos revelan gracias
a una intuición emocional; la experiencia de los valores es independiente de la
experiencia de las cosas, ello significa que los valores son captados en su
integridad, se nos revelan en una intuición emotiva, como la belleza de un
paisaje, la honestidad de una conducta o lo admirable de un acto heroico.
Para la teoría
subjetivista de los valores, por el contrario, los valores son creaciones del
sujeto y dependen de los estados de ánimo subjetivos de las personas. Las cosas
tienen valor porque las apreciamos o deseamos. Para el subjetivismo los valores
no son en sí y por sí —como piensan los objetivistas— sino que son para mí, es
decir para mí en cuanto sujeto singular que capta determinados valores en sus
rasgos muy concretos. Los partidarios de esta corriente —entre los que figuran:
R. B. Perry, Rudolf Carnap y B. Russell— niegan que los valores tengan una
realidad independiente de las estimaciones humanas y en ello resucitan la vieja
tesis de Protágoras acerca de que "el hombre es la medida de todas las
cosas".
LÓGICA
La palabra
"lógica" proviene del griego logas que se traduce como "palabra,
discurso o pensamiento". De acuerdo con esto, esta disciplina filosófica
estudia el pensamiento; sin embargo, no se ocupa de todos los aspectos que éste
conlleva, como las representaciones o percepciones de los objetos pensados, o
el lenguaje o las palabras que lo expresan; su atención, más bien, se centra en
la forma o estructura que adoptan los pensamientos, dando lugar a conceptos,
juicios, raciocinios y demostraciones, prescindiendo de sus contenidos
empíricos. Por ejemplo, en los juicios: "todos los estudiantes son
jóvenes", "todas las ballenas son mamíferos" y "todos los
filósofos son sabios" existe un contenido distinto; sin embargo, desde el
punto de vista de la forma, estos juicios son de un mismo tipo lógico ya que se
ajustan a la forma de juicios universales: "todo 5 es p".
La lógica
establece las leyes y reglas necesarias para formular razonamientos correctos o
válidos; señala que una demostración es válida si la conclusión ha sido
deducida correctamente de las premisas.
La lógica
llamada "tradicional" fundada por Aristóteles, quien la concibió como
un organon instrumento para la investigación científica, considera que hay tres
leyes básicas o principios que rigen el pensamiento:
a)Principio
de identidad: una cosa es idéntica a sí misma.
b)Principio
de no-contradicción: una cosa no puede ser tanto x como no x al mismo tiempo.
c)Principio
de tercero excluido: una cosa debe ser x o no x, en una misma ocasión.
En la época
contemporánea se ha desarrollado una nueva lógica simbólica, matemática o
logística. En esta nueva lógica —cuyos impulsores son los filósofos B. Russell,
Wittgenstein, Carnap y Tarski, concurren tres características esenciales: el
empleo sistemático de símbolos unívocos para representar formas de pensamiento,
reducción de las operaciones del pensamiento a operaciones matemáticas (cálculo
lógico, uso de funciones, etc.) y análisis del lenguaje, con el fin de detectar
errores y falsos planteamientos muchas veces derivados de concepciones
metafísicas.
1.4 LA FILOSOFÍA Y LA RELIGIÓN
Se ha definido
a la religión como un conjunto de creencias, dogmas y prácticas relativas lo
que un individuo considera divino o sagrado. Al igual que la filosofía, la
religión nace d« asombro frente a lo incomprensible, ante las maravillas de la
naturaleza. Este asombro primigenio conduce al filósofo a buscar una
explicación racional y coherente de aquello que motiva su curiosidad o azoro,
mientras que para el hombre religioso los misterios de la naturaleza de su
entorno lo invaden de perplejidad y lo llevan a creer en seres superiores y trascendentes
revestidos de poder, llamados dioses o divinidades.
Desde que
surgió la filosofía, el medio para conocer las cosas ha sido el logas, la ratio
o razón Para el hombre religioso "por ejemplo, en el caso de las religiones
superiores o monoteísta como el cristianismo" la vía para conocer o
acercarse a Dios es la fe, una creencia que no se sustenta en argumentos o
explicaciones racionales como en el caso de la filosofía. Asimismo la fe es una
confianza que se tiene en la palabra de Dios y esto conduce a un saber
dogmático en el cual no se cuestiona ni se duda de los testimonios que
provienen de un ser Supremo Omnipotente. La filosofía es contraria a un
pensamiento dogmático; como ya vimos es u conocimiento que trata de liberarse
de prejuicios y opiniones infundados.
En la historia
de la filosofía los filósofos cristianos, en la etapa patrística y medieval,
trataron de conciliar la fe con la razón. Según San Agustín, la filosofía debe
servir para penetrar desde la especulación en los enunciados establecidos por
la fe; por ello dice: "intelige ut
credas; crede ut intelligas":entiende
para que creas, cree para que entiendas. Mientras que Santo Tomás d Aquino en
plena Edad Media se sirve de argumentos filosóficos o metafísicos para demostrar
la existencia de Dios.
La filosofía
busca la verdad basándose en principios racionales y plenamente inteligibles,
se pregunta por ejemplo ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el hombre? ¿Qué significa
conocer?... La actitud religiosa considera que resolver esto enigmas no es tan
importante, lo verdaderamente importante es desarrollar un "saber de
salvación". El ser humano como mortal, es un ser imperfecto, frágil que
fácilmente sucumbe en el pecado, por lo cual busca ser perdonado redimido por
Dios quien le otorgará la gracia o el perdón de sus faltas. Entre el hombre y
Dios hay una enorme distancia; el hombre ante la majestad y grandeza de Dios se
siente miserable, polvo o ceniza; o como dice San Anselmo "un ser
desterrado". En su obra Proslogion San Anselmo se pregunta: ¿Qué hará,
Altísimo Señor, qué hará éste tu lejano desterrado? Anhela verte, y tu faz está
muy distante para él. El hombre religioso por antonomasia es el místico que
pretende lograr una comunicación directa y personal con la divinidad por medio
de la intuición, de la meditación o del éxtasis.
En toda
religión prevalece la idea o sentimiento de lo sagrado que en las religiones
primitivas es misterio o tabú, cualquier cosa puede elevarse al rango de lo
sagrado: una piedra, un árbol, una montaña, un animal.
Una vez que
las cosas se sacralizan se separan del mundo de lo profano. Muchas veces los
objetos sagrados posibilitan la salvación: "poseer el objeto poderoso, el
animal poderoso, significa salvación. Agua y árbol, el fruto en el campo y el
animal en el bosque, son portadores de salvación".
Vinculado a lo
sagrado figura la idea de poder. Lo sagrado está revestido de poder. El poder
puede estar depositado en hombres extraordinarios, héroes, santos, demonios o
muertos que al haber traspasado los umbrales de la vida se vuelven poderosos y
esto explica el "culto a los muertos": "los muertos ejercen su
poder frente a los hombres tanto en sentido benéfico, como en el maléfico. Los
muertos son terribles y uno se angustia cuando se aproximan".
También es
importante en el fenómeno religioso la presencia del sujeto: el hombre
religioso que puede asumir varios papeles: como sacerdote, curandero,
visionario, predicador, iniciado, apóstol, creyente, profeta, etc. Todos estos
sujetos de la religión ajustan totalmente, en cuerpo y alma, su vida a una
doctrina de salvación o una forma de existencia cuyo máximo valor es el
encuentro con lo divino. En ese camino hacía la salvación y la eternidad
encontrará muchos escollos, múltiples obstáculos que vencerá con sacrificios y
abstinencias. "El anacoreta Pedro, que fue el primer monje que vivió en la
>agrada península de Athos, la encontró abandonada y vivió allí 50 años en
una gruta, luchando con los demonios y los animales salvajes".
Por su parte,
la filosofía, como forma de vida está consagrada a buscar la verdad,
independientemente de la fe y de las meras creencias, usando la reflexión,
buscando las razones y el sentido de todo aquello que nos desafía, que nos
llena de asombro y extrañeza. Si el filósofo anhela la vida buena tendrá
primeramente que establecer sus fundamentos teóricos de por qué la hacen
deseable, valiosa y plenamente humana. Es en este sentido que Platón le
atribuyó a Sócrates el siguiente pensamiento:
"Una vida sin reflexión no vale la pena
de vivirse."
1.3 LA FILOSOFÍA Y LA CIENCIA
La filosofía
es una de las creaciones humanas más antiguas; según la historia, sus orígenes
se remontan hacia el siglo vi a. C. en la Grecia clásica. Reúne una serie de
reflexiones sobre el sentido del mundo, del hombre y valor de la existencia. El
filósofo no se propone recrear artísticamente la realidad, ni predecir una
moral o experimentar una vivencia religiosa, sino comprender las cosas y
fundamentarlas de manera racional. Ello significa que la filosofía está
enraizada en la vida teórica. (Lo que los griegos llamaron vida contemplativa.)
Tanto la
ciencia, que también participa de la vida teórica, como la filosofía tienen en
común la aspiración al conocimiento, ambas actividades humanas ponen en juego
operaciones intelectuales o cognitivas: conceptos, teorías, hipótesis,
metodologías etc. para formular conclusiones y verdades; sin embargo, el
científico busca el conocimiento sólo en un sector de la realidad, de ahí que
se hable de "ciencias particulares" o especiales como la biología, la
química, la psicología, etc. En cambio, la filosofía se orienta hacia lo que
hemos llamado una "visión totalizadora" mediante la cual el filósofo
intenta establecer la unidad, la razón de todo. Esta visión totalizadora se
refleja en las distintas disciplinas o ramas que la filosofía cultiva para
meditar sobre el todo de la vida humana. Así, a través de la epistemología
reflexiona sobre el conocimiento, la estética le permite reflexionar sobre el
arte, la belleza y la ética sobre la moral, etcétera.
Otro rasgo que
nos permite diferenciar a la ciencia de la filosofía, es el grado de
profundidad cuando ésta se ha manifestado conduciéndola a su dimensión metafísica.
De este modo, la filosofía se ha interesado en la búsqueda de los principios y
últimas causas de las cosas, convirtiéndose así en un saber radical que se
remonta hasta los fundamentos donde descansa todo saber.
Las ciencias
aspiran a un conocimiento evidente y siempre verificable, pero limitado a una
clase especial de objetos o de verdades, en cambio, la filosofía se eleva a la
justificación o fundamentación de todo saber. Pretende regresar hasta las
últimas certidumbres o evidencias del conocimiento; se ha dicho que "la
filosofía es un conocimiento radical de la experiencia humana en su relación
con el ser".
Lo que hace
diferente a la filosofía de la ciencia y de otros saberes es su enfoque o
perspectiva, así "mientras toda ciencia particular ve una región del mundo
desde un sistema comprensivo previo, la filosofía ve todo el mundo y su sistema
comprensivo desde sus orígenes. La filosofía es visión del mundo por el (revés)
de su trama".
Por otro lado,
la ciencia como la filosofía, de distinta manera, rompe con el sentido común.
Frente al conocimiento vulgar o cotidiano, la ciencia se desarrolla como un
saber especializado que busca explicar la realidad de manera objetiva, metódica
y sistemática. Por su parte, la filosofía va más allá de la actividad natural o
ingenua con la que el hombre común ve al mundo y está inserto en él. Frente a
esta actitud natural y cotidiana la actitud filosófica pone en cuestión y
crítica el mundo de lo dado. Gracias a la actitud filosófica el mundo que antes
se creía fundado y revestido de sentido, ahora aparece menesteroso y sin
fundamentación. Los conocimientos que se creían verdaderos aparecen como un
cúmulo de meras opiniones o creencias.
El juicio
heredado nos enajena, no porque siempre sea falso, sino porque no se funda en
nuestra verificación racional, ni su verdad ha sido decidida ante nosotros.
Así, la filosofía no es, en sus comienzos, una concepción acabada del mundo y
de la vida, ni un acopio de conocimientos destinado a reemplazar a los
antiguos. La filosofía nace como catharsis: depuración de la opinión no
verificada y encuentro con la propia razón.
1.2 ALGUNAS DEFINICIONES DE FILOSOFÍA
La filosofía
es inseparable de su historia, está vinculada a los hombres que la hacen y que
pertenecen a una época determinada que puede ser:
1. La
Antigüedad clásica.
2. El
cristianismo.
3. La Edad
Media.
4. La época
moderna.
5. La época
contemporánea.
Cada filósofo
plantea una serie de problemas desde su propia perspectiva histórica, problemas
que por referirse a cuestiones eminentemente humanas, como el conocimiento, la
ciencia, la moral o los valores, serán retomados y discutidos en el transcurso
de la historia, de esta historia que en su conjunto nos ayuda a formular las
diferentes definiciones de filosofía.
Pongamos
algunos ejemplos de estas definiciones de filosofía que han surgido en las
diferentes etapas de la historia.
La filosofía
se inicia, como sabemos, en la antigua Grecia en la etapa presocrática o
filósofos anteriores a Sócrates en el siglo vi a. C. Destacan los filósofos
jónicos fundadores de la Escuela de Mileto integrada por Tales de Mileto,
Anaxímenes y Anaximandro, los cuales emprenden la ardua tarea de explicar la
naturaleza a partir de un principio único (arje) concebido como origen y
sustento de toda realidad. Para Tales de Mileto este principio fundamental es
el agua; en Anaxímenes es el aire, y en Anaximandro, una sustancia
indeterminada llamada apurón. Con estos filósofos presocráticos la filosofía se
define como una búsqueda de los principios ordenadores del cosmos.
En el siglo V
a. C. la filosofía griega abandona las especulaciones cosmológicas para
centrarse en el tema del hombre; la conducta individual y los fundamentos de la
organización social se convierten en los temas medulares, dando lugar a una
nueva etapa conocida como humanista o antropológica. Sócrates (469-399 a. C.)
es, junto con los sofistas, el filósofo más representativo de este periodo.
Para Sócrates
lo más importante es el conocimiento de lo humano, saber que es lo conveniente,
la virtud, la crítica de los conceptos básicos de la ciencia, así como la
fundamentación racional de la conducta humana y de la organización de la
sociedad y el Estado.
La idea de la
filosofía en Sócrates parte de su famoso principio: conócete a ti mismo. Este
principio socrático nos permite considerar que la filosofía para el pensador
ateniense es conocimiento del hombre, de sus creaciones, virtudes o capacidades
que debe tener en cuenta para desarrollarse en la polis o ciudad.
Por ello,
Cicerón, un filósofo romano, dijo que "Sócrates fue el primero que hizo
bajar a la filosofía del cielo y la hizo residir en las ciudades, y la
introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por la vida y las
costumbres y por las cosas buenas y malas".
Con Platón
(427-348 a. C.) y su discípulo Aristóteles (384-322 a. C.), la filosofía alcanza
un periodo de madurez llamado sistemático, o de los grandes sistemas, ya que la
inquietud sobre el hombre y sus problemas se inserta dentro de una visión total
o integral de la naturaleza o el cosmos.
La filosofía
de Platón la encontramos desarrollada en su famosa teoría de las Ideas, según
la cual la realidad está dividida o escindida en dos mundos opuestos: el mundo
de las Ideas, que es en si la auténtica realidad, región trascendente,
inmutable, incorruptible, donde moran las ideas o los auténticos conocimientos;
y por otra parte, el mundo de los fenómenos de carácter empírico, sensible,
mudable, aparente, mero reflejo del mundo ideal y perfecto y, por tanto, una
cuasi o pseudo realidad. La filosofía, para el gran discípulo de Sócrates es,
precisamente, la ascensión o elevación hacia ese mundo superior, ideal e
inteligible llamado mundo de las Ideas, el cual nos librará de las
imperfecciones y contradicciones en que nos colocan las apariencias o remedos
de realidad.
Por su parte,
Aristóteles rechaza la trascendencia de las ideas platónicas y busca explicar
los cambios que sufre la realidad en el mundo real y material, introduciendo
conceptos como el de potencia y acto, materia y forma, causa final y eficiente.
Para el estagirita la filosofía consiste en investigar las causas y los
principios últimos de las cosas.
La filosofía
es una ciencia superior y hasta divina, porque se remonta a las primeras causas
de todo (metafísica) y nos permite conocer el por qué debe hacerse cada cosa; y
este por qué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor de todo
el conjunto de los seres.
Aristóteles
llama a la filosofía "filosofía primera" (más tarde se le llamó
metafísica), pues es la ciencia del ser en cuanto ser, que al estudiar la causa
última o principio de todos los principios que es Dios, desemboca en una
Teología.
Para Rene
Descartes (1596-1650) llamado el "padre de la modernidad" y, por
tanto, filósofo arquetípico de esta época, la filosofía es el estudio de la
sabiduría, tanto por conducir la vida como la conservación de la salud y la
invención de todas las artes.
Como filósofo
moderno, Descartes pretende buscar un principio claro y evidente en el que
todos puedan estar de acuerdo, algo indiscutible como lo que existe en las
matemáticas, modelo de saber racional.
Las posturas
representativas de la modernidad son el racionalismo cuyas bases están en el
propio Descartes y el empirismo inglés cuyos máximos exponentes: John Locke,
George Berkeley y David Hume, realizan una crítica de las ideas abstractas
reconociendo que el verdadero origen del conocimiento ha de encontrarse en la
mera experiencia.
En el siglo XVIII
la modernidad llega a su máxima expresión, es el famoso siglo de la Ilustración
que tiene una gran influencia en Francia con los llamados enciclopedistas al
frente: Diderot y D’Alembert. La Enciclopedia o Diccionario razonado en las
ciencias, artes y oficios editado entre 1752 y 1777 en 35 volúmenes fue la obra
que divulgó la filosofía del lluminismo o Ilustración, en ella se trasluce un racionalismo
como criterio de la filosofía y de la ciencia, y como instrumento para disipar
las sombras de la ignorancia, la superstición y la intolerancia.
El ideal de la
Ilustración es tornar como guía a la razón que habrá de conducirnos a un
progreso cada vez más acabado. Impera un interés por los problemas de la
organización social y política como lo muestran las obras de Voltaire,
Montesquieu, Rousseau, Turgot, Condorcet y Vico.
Hacia fines de
la Ilustración surge un filósofo muy importante: Immanuel Kant (1724-1804). En
su primera obra, la Crítica de la razón pura, se formula dos preguntas
fundamentales: ¿cómo es posible el conocimiento científico?, y ¿es posible el
conocimiento metafísico? A la primera responde afirmativamente desarrollando
una teoría del conocimiento que reconoce tanto la importancia y la necesidad de
la experiencia como fuente de conocimiento, cuanto la organización intelectual
que realiza nuestra mente en la organización y estructuración del conocimiento;
de hecho la pregunta: ¿cómo es posible el conocimiento?, supone de antemano que
sí es posible y lo único que falta es explicar, precisamente, cómo es posible.
En cambio, en
lo que se refiere a la segunda pregunta Kant contesta de manera negativa, ya
que a su juicio no podemos conocer nada sin el apoyo de la experiencia, sólo
aprendemos teóricamente los fenómenos, no las cosas en sí mismas, es decir, los
númenes de los cuales se ha ocupado la metafísica tradicional (por ejemplo:
Dios y el alma).
De acuerdo con
esto, el filósofo de Kónigsberg concibe la filosofía como ciencia que postula
los alcances o límites del conocimiento humano. Pero debemos observar que la
filosofía de Kant no se agota en el campo de la epistemología, es también una
reflexión sobre la moral y la creación estética, temas que aborda,
respectivamente, en otras de sus obras capitales: la Crítica de la razón
práctica y la Crítica del juicio, las cuales abren las puertas a una nueva
concepción de la metafísica.
La filosofía
tradicional habla de tres conceptos metafísicos fundamentales: alma, mundo,
Dios, con los cuales se confirma la tendencia natural del ser humano hacia la
perfección; sin embargo, dicha filosofía convierte en realidad lo que solamente
son ideales. Según Kant las ideas tienen únicamente un uso regulativo, de tal
forma que los hombres deben actuar como si el alma fuera inmortal o como si
Dios realmente existiera.
Refiriéndonos
ahora al siglo xix, con el que se inicia la Época contemporánea, surge una
diversidad de corrientes filosóficas como el positivismo, el historicismo, el
existencialismo, el marxismo y el pragmatismo. Cada una presenta su idea de lo
que es la filosofía. No nos ocuparemos de todas ellas, sólo aludiremos algunos
ejemplos representativos.
El positivismo
fundado por el filósofo francés Augusto Comte (1798-1857) surge como una
reacción contra las especulaciones metafísicas y como un claro intento de
seguir los procedimientos de las ciencias que Comte llamó "positivas"
por explicar los hechos, formular leyes y utilizar la observación y la experimentación.
Para el positivismo la filosofía es un compendio general de los resultados de
las ciencias, y el filósofo es un especialista en generalidades.
La filosofía
positivista, con su exigencia de alcanzar un saber riguroso basado en la
observación y su rechazo a toda especulación metafísica, cobra expresión en
formas muy variadas en la obra de filósofos de diversos países como Littré,
Stuart Mili, Bain, Mach, Wundt, Taine, Guyau, y en México en la del pensador y
educador Gabino Barreda.
Otra corriente
de gran repercusión en la Época contemporánea es el marxismo fundado por Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Esta filosofía fundamenta
teóricamente la liquidación de la explotación del hombre por el hombre,
cuestión que constituye la gran misión histórica de la clase obrera. Según
Marx, el proletariado encuentra en la filosofía un instrumento que habrá de
liberarlo de los grilletes de la religión —la religión es el opio del pueblo— y
de toda ideología que trastoque la realidad.
La tarea que
le corresponde a la filosofía se sintetiza en la famosa tesis once sobre
Feuerbach que Marx postula: "los filósofos se han limitado a interpretar
el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo".
Según el filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, el marxismo representa la
conciencia más elevada de la filosofía de la praxis en el sentido que se
presenta como actividad real, objetiva, material del hombre y no se reduce a
una conciencia ordinaria.
El marxismo
propone como camino para el desarrollo de la filosofía: el de su estrecha
relación con las fuerzas sociales que se pronuncian por el progreso, por la
liquidación de un régimen social que se considera injusto y que se fundamenta
en el dominio de la propiedad privada, por la generalización filosófica de los
avances del conocimiento científico, de la experiencia, de la edificación de
una nueva sociedad, y sobre todo por la plena humanización del hombre, libre de
toda explotación, enajenación e injusticia.
Muchas de las
filosofías que nacen en el siglo xix se prolongan hacia el siguiente, como el
propio marxismo o el existencialismo. En cambio, hay otras que son propias del
siglo XX, como la fenomenología o la filosofía analítica.
Se advierte en
este tiempo una gran inquietud y fermentación filosóficas, que se traducen en
la ingente riqueza de la producción escrita y en la multitud de doctrinas y
corrientes, y tenemos la impresión de que el pensamiento contemporáneo es el
más fecundo y matizado de todos los que se han sucedido en la historia.
Son variados
los temas que aborda la filosofía contemporánea: los alcances y el valor de la
ciencia, el hombre y los valores, el análisis lógico del lenguaje, la
existencia concreta del hombre y su situación en el mundo, las relaciones entre
mente y cuerpo, las posibilidades de una filosofía auténticamente
latinoamericana, entre muchos otros.
CARACTERÍSTICAS DE LA FILOSOFÍA
a) Asombro
Como hemos
visto, la historia nos ofrece múltiples conceptos de filosofa, que tal vez nos
hagan pensar en la imposibilidad de encontrar una definición global,
unificadora y definitiva de nuestra disciplina; sin embargo, ante esta
diversidad es posible formular rasgos esenciales que nos permitan caracterizar
a la filosofía, independientemente de los problemas o supuestos teóricos que la
animen.
A continuación
nos referiremos a algunos de estos rasgos o características que acompañan a
todo filosofar.
En primer
lugar figura el asombro o admiración que es como el motor que impulsa el
quehacer filosófico. Si bien la filosofía se ha caracterizado por ser una
actividad eminentemente racional en cuanto a su afán de conocer y explicar la
realidad a través del logas, también se conforma de un aspecto o ámbito vital
que se manifiesta cuando el ser humano conmovido, estremecido y lleno de
perplejidad se enfrenta ante una realidad que se le presenta como compleja y
problemática, tratando de descifrarla y comprenderla en su conjunto.
Ya desde la
antigüedad clásica filósofos como Platón y Aristóteles nos hablan del asombro
como origen de la filosofía. "Lo que propiamente hace al filósofo —nos
dice Platón— es esta capacidad de admirarse; no tiene en efecto, la filosofía,
otro origen distinto de éste".
La filosofía
se origina frente a un callejón sin salida de las cosas, es decir, frente a una
aporia, frente a un problema, pues la filosofía se encuentra con objetos
problemáticos que le causan profunda admiración o sorpresa, porque se ignora
qué son, en qué consisten. Existen objetos que son familiares, cotidianos, que
no nos causan asombro o admiración y que forman parte de nuestra vida
cotidiana; pero frente a éstos hay objetos desconocidos, extraños que plantean
dudas y problemas, éstos son los que nos empujan al conocimiento, los que
despiertan un afán por conocer.
Desde que el
hombre aparece sobre la faz de la Tierra empieza a asombrarse de cosas que le
parecen admirables, portentosas, sobrenaturales y terribles: un eclipse solar,
un terremoto, una tormenta, un arco iris. ¿A qué se deben estos extraños
fenómenos?, se pregunta el hombre arcaico. La respuesta, ante tales enigmas, la
empieza a elaborar a través de una serie de mitos y creencias: son los dioses
los que al enfurecerse provocan los diluvios y desastres naturales y son
también los dioses los que nos benefician con espléndidas cosechas.
Pero una vez
cancelado el mito como forma de conocimiento, el asombro permanece y las
respuestas cambian; es ahora la razón, lo que los griegos llamaron logas, la
encargada de ofrecernos una explicación coherente y satisfactoria de las cosas
que provocan nuestra admiración.
Aristóteles
fue uno de los primeros individuos que hicieron filosofía; esa ciencia suprema,
eminentemente teórica y contemplativa que investiga la naturaleza de los
primeros principios y de las últimas causas de todo.
¿Qué llevó a
los seres humanos a filosofar, a penetrar en los secretos del ser, a ver las
cosas con mirada inédita? Contesta Aristóteles: ]
Lo que en un
principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas
fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no
podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance;
después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos;
por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y,
por último, la formación del Universo.
Ir en busca de
una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse,
que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el
asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente —concluye el
estagirita— si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la
ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras
de utilidad.
Al parecer las
explicaciones de Aristóteles sobre el asombro como origen del filosofar no han
perdido del todo su vigencia, en la medida en que la humanidad, pese a los
grandes y asombrosos progresos científicos y técnicos alcanzados, no ha
resuelto todos sus problemas; viejas y nuevas interrogantes siguen llenándonos
de asombro y perplejidad.
Aun si
lográramos dar una explicación cabal de todo el acontecer cósmico —dice el
filósofo mexicano Luis Villero—, aun si determináramos todos los sucesos por su
obediencia a leyes generales exhaustivas, aun entonces sería válido preguntar:
Pero ¿qué sentido tiene ese universo?
Para otro
filósofo, Martin Heidegger, el asombro no es solamente aquello que nos impulsa
hacia la filosofía, no se encuentra simplemente al comienzo de la filosofía,
como por ejemplo, el lavarse las manos precede a la operación del cirujano,
sino que el asombro sostiene y domina a la filosofía.
Por ello,
Heidegger considera que decir que Platón y Aristóteles sólo consignaron el
hecho de que el asombro es la causa de la filosofía, sería superficial y ante
todo no pensar como los griegos. Si el asombro sólo fuera el principio de la
filosofía, un mero impulso o chispa que la enciende, desaparecería una vez que
se extinguiera el resplandor de luz; sin embargo ello no es así porque el
asombro, la admiración, predomina en cada paso de la filosofía. Dice Heidegger:
El asombro es
la disposición en la cual y para la cual se abre el ser del ente. El asombro es
la disposición dentro de la cual el corresponder al ser del ente fue otorgado a
los filósofos griegos.
b) Duda
Otro
ingrediente esencial de la filosofía es la duda; si el saber filosófico plantea
problemas encaminados a conocer la realidad en sus múltiples aspectos es porque
no tiene respuestas claras y definitivas, porque es asediado por la sombra de
la incertidumbre. El ideal de la filosofía es encontrar una máxima certeza
sobre las cosas, buscar razones suficientes para declararlas verdaderas.
El filósofo no
se precipita, analiza las cosas con extremada cautela, se arma de recelo para
examinarlas.
En la historia
de la filosofía figuran los llamados filósofos escépticos, que convirtieron la
duda en un fin en sí mismo y no en un simple medio, en un camino para llegar a
la verdad.
El
escepticismo entraña una doctrina de conocimiento según la cual no hay ningún
saber firme, y tampoco puede encontrarse una opinión absolutamente segura. El
escepticismo es una postura filosófica negativa, porque nos condena a la
imposibilidad de acceder a la verdad.
El verdadero
escéptico es aquel que, con el ánimo suspenso, se rehúsa a pronunciarse sobre
cualquier tema porque implícitamente acepta que es mejor esta abstención que un
pronunciamiento discutible.
Los escépticos
griegos, como Pirrón de Elis, argumentaban que los sentidos siempre nos
engañan: un árbol, visto de cerca, me cubre con su follaje y puede parecerme
grande; a cierta distancia el árbol se empequeñece hasta ser, a lo lejos, un
diminuto punto en el horizonte, entonces, ¿cuál es la verdadera dimensión del
árbol?
Pese a la
visión radical de los escépticos, la duda puede ser fructífera cuando se
utiliza como un método, tal como lo hizo Rene Descartes en el siglo XVII.
Según
Descartes no hay otro medio para librarse de los diversos prejuicios y llegar a
un conocimiento firme y seguro que dudar de todo cuanto se ofrezca con la menor
sospecha de incertidumbre. En otro de nuestros subtemas abordaremos con más
detalle el método cartesiano, por ahora nos conformamos con señalar cómo la
duda en la filosofía constituye una actitud que dota al filósofo de un
instrumento pertinente y necesario para obtener la verdad.
Veremos como
Rene Descartes, aplicando la duda de manera sistemática logra llegar a una
absoluta certeza.
c) Reflexión
La reflexión
es otro de los elementos indispensables del filosofar. Reflexionar significa
volver a pensar, re-pensar; justificar y fundamentar, en el caso de la
filosofía, la realidad, la vida humana y todo aquello que se presenta como
cuestionable.
Reflexionar
también equivale a meditar. Cuando meditamos, en virtud de un acto
introspectivo, estamos ingresando, en cierta manera, al ámbito de la filosofía.
Cuando un
estudiante después de sus actividades cotidianas abre un espacio para
preguntarse una serie de cosas que le preocupan ya está ejerciendo la
reflexión: ¿para qué estudio?, ¿qué sentido tiene para mi vida seguir una
carrera profesional?, ¿fue correcta la actitud de mis padres al inducirme a
este tipo de estudios?
Asimismo, en
otro nivel, la filosofía implica una reflexión sobre las cosas que provocan
—como ya vimos— el asombro del ser humano. La filosofía es una reflexión
orientada a esclarecer el sentido y valor de la existencia: ¿se justifica por
sí misma la existencia? Hace tantos y tantos años yo todavía no existía, y
dentro de otros años no existiré. El hecho de que yo exista precisamente en
este mundo, de que la realidad sea como es, de que lo que en ella tiene lugar
suceda precisamente según estas leyes y no según otras, no es, tampoco algo de
suyo comprensible; todo podría ser también de otra manera, ¿por qué es
precisamente así?, ¿y por qué existe algo?, pues también podría no existir nada
(como dicen los filósofos: ¿por qué el ser y no la nada?).
Por otra
parte, la filosofía no inventa sus objetos o temas de reflexión, los obtiene de
algo hecho y consolidado a través de la historia, como la cultura humana con
todos sus valores y aportaciones. La filosofía reflexiona sobre la realidad
constituida sobre la cultura que ha desarrollado el propio ser humano; la
ciencia, el arte, la religión, la política, le proporcionan temas y problemas
para meditar. Algunas veces, desde una visión idealista, se ha caracterizado a
la filosofía como una reflexión de segundo grado, ya que reflexiona sobre algo
establecido, algo dado que, como tal, implicó un trabajo previo de la
conciencia. Así, por ejemplo, a partir de la ciencia la filosofía se pregunta:
¿qué es la ciencia?, ¿qué validez tienen sus teorías?, ¿qué alcances tienen sus
metodologías?, ¿qué significa la verdad en la ciencia?, etc., y tomando como
punto de partida el fenómeno moral se ha preguntado: ¿qué sentido tiene la
moralidad?, ¿qué es lo bueno?, ¿de dónde proviene la obligatoriedad de las
normas morales?, ¿soy libre para actuar moralmente?
d) Pregunta
La capacidad
de asombro está estrechamente ligada al hecho de indagar y preguntar que se da
en el quehacer filosófico. El arte de preguntar es privativo del filósofo, para
él todo es de alguna manera cuestionable, nada es seguro y definitivo.
Cuando
Sócrates hace sus preguntas en el Agora o plaza pública, sabe de antemano que
no obtendrá respuestas conclusivas.
Parece que la
filosofía estriba no tanto en las soluciones, sino en los problemas planteados.
El filósofo no se cansa de preguntar, de inquirir y de problematizarlo todo:
"¿cómo se puede vivir —pregunta José Ortega y Gasset— sordo a las
postreras, dramáticas preguntas?, ¿de dónde viene el mundo, a dónde va?, ¿cuál
es la potencia definitiva del cosmos?, ¿cuál es el sentido esencial de la vida?
El filósofo,
al preguntar, al lanzar su certera interrogación, se orienta hacia una
perspectiva integral de las cosas y no se conforma, como nos dice Ortega, con
"un paisaje mutilado" de la realidad.
Las
interrogantes que formula la filosofía son como puntos cardinales, como
coordenadas que orientan nuestra existencia pues "no nos es dado renunciar
a la adopción de posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u
otro rostro se incorporan en nosotros".
LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN
Toda actividad
espiritual participa de la filosofía en la medida en que consiste en un
desinteresado testimonio de la verdad propia. En la apasionada inquisición del
científico, en el sacrificio del auténtico religioso, en el libre respeto del
hombre moral por la ley, hay más filosofía que en la vana verborrea de muchos
creadores de sistemas. Pues la vida filosófica es sólo un intento de realizar
de modo radical una aspiración inherente a toda actividad espiritual: hacer de
la vida un testimonio.
La ciencia, la
religión y la filosofía constituyen dominios de la cultura fundamentales que han
sido cultivados por la humanidad en el transcurso de la historia pero, ¿cómo se
relacionan y se diferencian estas creaciones humanas? ¿Qué diferencias y
posibles similitudes encontramos en la investigación que hace un científico en
el laboratorio, con el místico o religioso que entra en profunda meditación
para comunicarse con la divinidad o con las reflexiones que lleva a cabo un
filósofo para fundamentar la verdad?
1.1 CARACTERÍSTICAS DE LOS CONOCIMIENTOS PRE-FILOSÓFICOS DE TIPO:
MÍTICOS, MÁGICOS Y RELIGIOSOS EN LA CIVILIZACIÓN GRIEGA, MESOPOTÁMICA Y CHINA;
COMO CONDICIONES PREVIAS A LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA
El ser humano
en el transcurso de la historia ha sentido la necesidad de conocer su entorno,
de acallar sus dudas, sobre todo de aquello que le produce asombro. El hombre
primitivo se concentró primero en su mundo inmediato y posteriormente pudo
reflexionar sobre la totalidad del cosmos, dando lugar al nacimiento de la
filosofía y la ciencia. Como sabemos, el inicio de la filosofía se ha ubicado
en los primeros decenios del siglo VI a. C. en la Antigua Grecia, aunque es
posible encontrar en el Oriente, en las viejas culturas de Egipto, China y
Mesopotamia, formas de actividad espiritual que ofrecen algunas analogías con
el pensamiento de los griegos, a quienes se les atribuye la paternidad de la
filosofía.
La filosofía
griega es el resultado de una evolución gradual. En sus inicios se ha
distinguido un periodo que marca sus antecedentes, conocido como período
prefilosófico, mítico, o religioso, mismo que se remonta a unos dos o tres
siglos antes del periodo presocrático en el que aparecen los primeros
filósofos. Este periodo pre-filosófico, o previo a la aparición de la
filosofía, se caracteriza por la aparición de relatos míticos, religiosos,
muchas veces vinculados con ritos y prácticas mágicas. Podemos decir que en la
Antigua Grecia este periodo está representado por los grandes poemas de Hornero
(siglo IX) y Hesíodo (siglo VIII).
En el
pensamiento mítico, que es previo al filosófico, se recurre a la fantasía para convertir la realidad en fábula o
leyenda. La tierra está poblada de espíritus, genios, demonios, duendes,
divinidades, monstruos y héroes. Este tipo de pensamiento está íntimamente
vinculado con la religión, ya que suele presentar un politeísmo antropomórfico
según el cual hay una diversidad de dioses que personifican fuerzas o poderes
naturales, lo que implica también una cosmogonía en la cual los problemas
cósmicos son concebidos inicialmente como problemas humanos. El universo se
explica a partir de conceptos provenientes del mundo humano y social como:
justicia, gobierno, asambleas de dioses, amor, odio, antagonismo, lucha, etc.
El politeísmo antropomórfico se manifiesta, por ejemplo, entre los griegos con
una serie de dioses: el más importante de ellos es Zeus, y otros son Poseidón,
dios de los mares; Cronos, dios del tiempo; Gea, diosa de la tierra; Eolo, dios
del viento; etcétera.
El pensamiento
mítico también está ligado a la magia, concebida como una especie de arte o
técnica que intenta controlar o desviar el curso de la naturaleza mediante
conjuros o maleficios. La magia suele basarse en poderes milagrosos de la mente
humana, capaces de producir de manera voluntaria hechos sobrenaturales mediante
su correcta evocación; tiene un carácter eminentemente práctico, ya que por
medio de ella se busca curar enfermedades, tener buenas cosechas, producir
abundantes lluvias o bien destruir a los enemigos. Un ejemplo, entre muchos, en
los mitos de actos mágicos es el encuentro debido a un reto entre las diosas
Atenea y Aracne para ver quién de ellas tejía la imagen más bella del universo,
el triunfo fue para Atenea, que impuso como castigo a su rival convertirla en
un insecto peludo y gordo con ocho patas.
De acuerdo con
sus raíces etimológicas, la palabra "mito", del griego mytos,
significa relato y se relaciona con "palabra, discurso, conversación,
cuento, narración, fábula". En sus orígenes el mito se transmitió de
manera oral, más tarde en forma de tradiciones y cuentos folclóricos. En los
poetas griegos Hornero y Hesíodo los mitos se presentan de manera escrita para
ser recitados y difundidos por la gente del pueblo.
El mito, como
podrás apreciar en sus innumerables relatos, está vinculado a la poesía, a la
tragedia, a la comedia y a la fábula. Posee cualidades artísticas o estéticas y
reviste una capacidad de "encantamiento".
Recurre a
figuras retóricas; por ejemplo en La Odisea, Hornero se refiere a Atenea como
la diosa que tiene "los ojos de lechuza" y el Olimpo, morada de los
dioses es un lugar en el que no se agitan los vientos, ni la nieve o la lluvia
lo cubre y en cambio es envuelto por una esplendorosa claridad. Mientras que
Hesíodo en su Cosmogonía habla de la tierra como "poseedora de amplio
seno", de Eros como el más hermoso de los dioses inmortales, y de las
grandes montañas como "moradas graciosas de dioses", etcétera.
Pero los mitos
no son meros relatos para entretener a los mortales. Reclaman ser creídos al
pie de la letra, y en esto se diferencian de los cuentos, que se interpretan
como puras alegorías o simbolizaciones. En este sentido los mitos tienen, para
el hombre arcaico, un gran poder explicativo, su función es la de explicar el origen
de las cosas, del mundo, de las instituciones, de las comunidades o del
comportamiento de la naturaleza. De esta manera representan una "historia
verdadera", sagrada y ejemplar. Según Mirce Eliade "el mito es una
exposición falsa que describe lo verdadero" en esto estriba su paradoja y
su importancia para las antiguas civilizaciones.
Como bien lo
ha visto H. A. Frankfort, en la explicación mítica y religiosa el ser humano se
encuentra entrañablemente unido a la naturaleza; el dominio de la naturaleza no
se distingue del dominio de lo humano, el hombre está inmerso en la naturaleza
y depende de las fuerzas cósmicas. Mientras que para el hombre moderno la
naturaleza es una relación de fenómenos, un "ello", algo impersonal;
para el hombre primitivo creador de mitos, la realidad, la naturaleza es algo
enteramente personal, es un "tú" ante el cual se enfrenta de manera
vital y emotiva, originando un conocimiento directo y desarticulado, mientras
que el conocimiento científico es articulado e indiferente desde el punto de
vista emotivo. La ciencia se orienta a comprender a los objetos y a los
acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su
comportamiento bajo circunstancias definidas. Sin embargo, para la mentalidad
mítica el mundo no es algo inanimado ni vacío, sino pleno de una vida, que
cobra individualidad en los hombres, en los animales, en las plantas y en todos
aquellos fenómenos que nos embargan de asombro como las tempestades, los bellos
amaneceres o los temblores. Por ejemplo, los antiguos babilonios se
preguntaban: ¿cómo se produce la lluvia? Para contestar a esta interrogante
acudían a un mito en el que intervenía el gigantesco pájaro Imdugud, que venía
en su auxilio. Éste cubría el cielo con las negras nubes de tempestad de sus
alas y devoraba al Toro del Cielo, cuyo cálido aliento había abrasado las
cosechas.
Los mitos no
representan un fenómeno aislado en la historia de la humanidad. Todas las
civilizaciones han acudido, en ciertos momentos de su evolución, a este tipo de
relatos. La misma Grecia, cuna de la filosofía, no es una excepción, pues, como
ya hemos mencionado, pasa por una etapa prefilosófíca o mitológica que después
logra superar. En las colonias griegas del Asia Menor, y más precisamente en la
Jonia, es donde por primera vez aparecen (hacia el siglo vi a. C.)
manifestaciones de un pensamiento que ya busca independizarse de los mitos,
desarrollando una explicación de la naturaleza y la vida sobre bases
racionales. Lo mismo que en Grecia, otras civilizaciones antiguas como la
mesopotámica y la china cultivaron un conocimiento religioso y mitológico, el
cual trataremos de reseñar más adelante.
EL MITO EN LA ANTIGUA GRECIA
La trágica historia del pensamiento humano no es sino la de una lucha entre la razón y la vida, aquélla empeñada en
racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad;
y ésta, la vida, empeñada en vitalizar la razón obligándola a que sirva de
apoyo a sus anhelos vitales.
Miguel
de Unamuno
Al estudiar a
los antiguos griegos creadores de la filosofía, no podemos prescindir de su
pensamiento mítico que floreció en los albores de su cultura. La historia de la
Formación del hombre griego es "la historia de sus modos de relación
vital, de sus situaciones vitales fundamentales. Y la religiosidad es una de
estas formas de relación, en cuya historia puede reseguirse el lento progreso
del hombre en su camino hacia la plena humanidad'.
Según Werner
Jaeger, Grecia representa frente a los grandes pueblos orientales un progreso
fundamental, una nueva etapa en todo lo que hace referencia a la vida de los
hombres en la comunidad, la cual se basa en principios totalmente nuevos que se
van a manifestar en su arte, su religión, su política y su filosofía.
En los tiempos
pre-filosóficos destaca la figura de Hornero, el gran creador de los mitos
arcaicos. Para el mismo Jaeger, este poeta no debe ser considerado como simple
objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más
grande creador de la humanidad griega.
La obra
homérica, en su conjunto, muestra claramente lo que representa la lucha: la
prodigiosa lucha de muchos héroes inmortales, de la más alta arete (virtud).
Pero no sólo la areté o virtud de los griegos, sino también la de sus enemigos
que también son unos héroes que luchan por su patria y por sus ideales de
libertad.
La concepción
del mundo y del hombre, la "filosofía" si podríamos decirlo así, de
Hornero está contenida en sus dos grandes poemas La Iliada y La Odisea escritos
durante el siglo VIII. La Iliada
trata de las guerras de Troya, mientras que La Odisea se refiere a los viajes
del héroe llamado Ulises u Odiseo y las peripecias en las que se ve envuelto
cuando decide retornar a su hogar.
El mundo para
Hornero presenta un orden y una armonía. La jerarquía de las fuerzas naturales
corresponde al orden como están organizados los dioses. El Olimpo o morada de
los dioses está formado por divinidades superiores e inferiores al mundo de
Zeus. Los dioses superiores no son engendrados, son eternos e inmortales, los
inferiores son engendrados y temporales. De aquí se deriva una dualidad de
principios: lo eterno y lo temporal, lo que permanece y lo efímero, distinción
que va a ser retomada por los filósofos griegos tan sensibles a los cambios.
Para Hornero, el mundo viene siendo el desarrollo de fuerzas divinas que operan
desde dentro y que producen la multiplicidad, contraste y variabilidad de los
fenómenos.
Por otro lado,
el hombre se encuentra a merced del Destino o Moira y de la caprichosa voluntad
de los dioses. El Destino o Moira cuyos designios inexorables cobran expresión
en las Parcas o divinidades infernales que la noche engendró por sí misma.
Presidían el nacimiento y la vida del hombre. Estas entidades eran tres: Cloto,
que señoreaba el nacimiento y bordaba el destino en una rueca; Laquesis, que
hilaba los aconteceres de la existencia, y Átropos, la más terrible de todas,
que con unas tijeras cortaba el hilo de la vida.
Un siglo
después de Hornero surge otro gran poeta creador de mitos llamado Hesíodo autor de dos notables obras:
Los trabajos y los días y la Teogonia. La primera de ellas se origina por una
disputa que su autor tiene con su hermano sobre una herencia de tierras que su
padre les legó. A propósito de esta querella, habla de los ideales de la vida
humana basada en el trabajo y la observancia de las leyes. Hornero había
exaltado las virtudes de los héroes: la valentía, el honor, el patriotismo,
etc.; en cambio Hesíodo enaltece el trabajo (ergon), el esfuerzo para someter
la naturaleza y arrancarle sus preciados frutos. Para Hesíodo el mundo humano
debe estar basado en leyes y en la justicia y es, por tanto, diferente al mundo
animal, que está exento de estos valores. La segunda obra, la Teogonia, refiere
el origen del mundo estrechamente ligado al origen de los dioses. He aquí un
breve relato de cómo —según Hesíodo— surgió el mundo:
Primeramente fue el abismo (Caos), y después
la Tierra (Gea) de amplio seno, asiento siempre seguro de todo, y Tártaro
oscuro en el fondo de la tierra de anchos caminos, y Eros el más hermoso de los
dioses inmortales, que relaja los miembros y domina en el pecho la muerte y la
voluntad prudente de todos los dioses y de todos los hombres. Del abismo
nacieron Erebo y la negra Noche; y de la Noche misma nacieron a su vez el Éter
y el Día, que ella concibió y dio a luz tras de haberse unido en Amor con
Erebo. La tierra primeramente procreó al brillante cielo (Urano) igual a sí
misma, para que la rodeara por todas partes y fuera un asiento seguro para los
dioses bienaventurados. Engendró a las grandes montañas, moradas religiosas de
dioses, y a las Ninfas, que habitan en los sinuosos montes. También ella dio a
luz, sin el deseado amor, al mar estéril, a Ponto, que hierve con su oleaje.
Como podrás
observar, en muchos mitos y concretamente en el caso de Hesíodo, para explicar
la formación del universo los elementos naturales son
"antropomorfizados" o humanizados. Por ejemplo, el amor o Eros
encarna en un hermoso dios que posee una "voluntad prudente".
La noche
semeja una mujer que es capaz de engendrar al éter y al día; la Tierra, por su
parte procrea al cielo, etc. Así, el mundo se formó por una serie de partos y
ayuntamientos entre elementos y dioses. Pero en todo caso, el mundo se origina
a partir de un Caos primigenio.
EL MITO EN MESOPOTAMIA
Al igual que
en la antigua Grecia, los mitos o pensamientos prefilosóficos en Mesopotamia
desempeñaron un papel importante para explicar el origen del mundo y el orden
que debía imperar en la sociedad como parte fundamental de su cosmovisión. En
esta parte del mundo, los mitos se vinculan a los perfiles geográficos de la
región así como a su estructura social.
En la
Mesopotamia hay dos ríos, cada uno con diversos tributarios. Son menos fáciles
de navegar que el Nilo, pues el Tigris en particular es muy turbulento, y las
inundaciones son menos regulares, dado que el país está sometido a lluvias
torrenciales. El área que podía ser irrigada con un solo sistema era limitada.
[... ] Además,
lejos de estar aislada, la zona estaba expuesta a los nómadas del desierto por
el oeste y el norte, y por el este a las tribus montañesas de Armenia y Elam.
La unidad básica fue la ciudad-Estado. Las ciudades de la Mesopotamia se
hallaban siempre en pie de guerra, y aunque se unían de tiempo en tiempo por la
fuerza de las arenas, estos Imperios no duraban.
MAPA DE MESOPOTAMIA
Esta breve
descripción de Mesopotamia nos indica que esta antigua cultura se desenvolvió
en medio de fuerzas impetuosas y violentas. El hombre mesopotámico no intenta
siquiera oponerse a las fuerzas naturales que lo sobrecogen. Así, se dice en un
viejo relato:
El diluvio desenfrenado al que ningún hombre
puede oponerse. Que estremece los cielos y hace que la tierra se ' sacuda. Envuelve un espantoso manto a la
madre y al niño.
Situado frente
a las fuerzas cósmicas, el hombre de la Mesopotamia se percata de su
impotencia, con el temor que produce el encontrarse ante la acción de fuerzas
gigantescas.
Se ha visto
una interrelación entre la organización social y la visión del cosmos que
sustentaban los antiguos babilonios. Por ello, Thorkild Jacobsen considera que
el cosmos en esta cultura era como una réplica del Estado. Y esto era así
porque el universo era considerado como algo vivo y personalizado y con una
voluntad propia dentro de una concepción mágico-religiosa. Las relaciones que
se daban entre fenómenos naturales eran semejantes a las relaciones que se
entablaban en la sociedad. Había una personalidad, un dios, en cada fenómeno.
En el mito de la creación, por ejemplo, se habla de que los dioses se reunían
en juntas o asambleas para tomar importantes decisiones; de la misma manera,
los habitantes de Mesopotamia se encontraban organizados en una Asamblea, que
reunía a todos los hombres y mujeres bajo la dirección de un gran sacerdote. La
ciudad poseía varios templos, cada uno tenía su propio dios. El sacerdocio se
consolidó como clase dirigente al usurpar los poderes del Consejo y apropiarse
de la tierra. La tierra se cultivaba por la acción de los esclavos que eran
tomados en la guerra y por los pequeños propietarios, a quienes los sacerdotes
sometían a trabajos forzados.
Se pensaba que
la ciudad en su conjunto era propiedad de su dios protector, arrendada por éste
al supremo sacerdote, quien la gobernaba y supervisaba los problemas de interés
general, tales como el riego, el comercio y las relaciones exteriores.
Así como en la
sociedad sólo los adultos libres podían decidir en los negocios públicos,
asimismo, en el universo sólo aquellas fuerzas naturales que inspiraban verdadero
temor tenían un rango de dioses supremos y de "ciudadanos del
universo".
De la misma
manera que en la sociedad, en el universo se vislumbraba un orden; a partir de
jerarquías las fuerzas cósmicas se ordenaban según su importancia y efectividad
en la vida de los hombres, así tenemos que:
Anu era el dios supremo, el dios del
cielo. Está por encima de todas las cosas y es la fuerza más importante del
cosmos. La grandeza del cielo le sugirió al hombre mesopotamio una noción de
majestad, de autoridad y fuerza. La experiencia de los fenómenos naturales le
hizo sentirse dependiente del terrible e implacable poder del cielo.
La segunda
fuerza cósmica era el dios de la tempestad, llamado Enlil, el cual fue
identificado con el dios guerrero Marduk. Su nombre significa "Señor
Tempestad". La tempestad simbolizaba la fuerza de todos los elementos que
encarna en los dioses que someten y castigan a los mortales. La violenta fuerza
destructiva que padecieron los mesopotamios con la invasión de hordas bárbaras
era interpretada como una tormenta ordenada por el cielo.
En tercer
lugar figuraba la tierra como elemento fundamental del universo visible. Era la
"madre tierra" que fecunda, que brinda cosas buenas a los seres
humanos, por ello era concebida como "la reina de los dioses" y como
"Señora de las Montañas". La tierra es fuente de las bienhechoras
aguas de los ríos.
Como fuente de
estas aguas la tierra era masculina, era Enki, señor de la tierra o, más
literalmente, "Señor Tierra". Entre los dioses de Mesopotamia el tercero
y cuarto lugar correspondían a estos dos aspectos de la tierra. Ninhursaga y
Enki. Con ellos se completa el grupo de los elementos cósmicos de mayor
importancia que tenían el rango más elevado y que ejercían la mayor influencia
sobre todo lo existente.
Sin duda
alguna, un mito de gran significación en la cultura mesopotámica es el mito
cosmológico de la creación, conocido como Enuma elis que significa "cuando
arriba". En términos generales, podemos decir que este mito trata sobre la
creación del universo mediante la imposición del orden y de la autoridad de los
dioses, del paso de la inestabilidad, del desorden, de la confusión, al orden y
la estabilidad. "El origen del orden del mundo es un prolongado conflicto
entre dos principios antagónicos, las fuerzas que llevan a la actividad y las que
conducen a la inactividad". La victoria sobre la inactividad se logra por
la pura autoridad o ésta combinada con la fuerza, la cual se hace expresa en el
enfrentamiento entre esos "dos principios antagónicos" representados
por Tiamat, el caos acuoso, y por Marduk, el héroe del mito, quien posibilita
la creación y el orden. Marduk es un dios luminoso:
De estatura
grandiosa, con mirada relampagueante, y un porte viril, era un caudillo nato.
Ea su padre, se regocijó al verlo. Alegrándose y deleitándose en su corazón. Le
concedió, sí, le aseguró una doble divinidad. De talla aventajada, descollando
en todo. Más astuto de lo que pudiera suponerse, incomprensible, terrible, no
debía ser visto. Con cuatro ojos y cuatro oídos; arrojaba fuego cada vez que
sus labios se movían.
Tiamat, en
combinación con las fuerzas del caos organiza un ejército para enfrentarse a
Marduk. La madre Hubur, creadora de todas las formas, presta ayuda con armas
irresistibles, creando serpientes monstruosas con aguzados dientes, con crueles
colmillos, cuyo cuerpo estaba lleno de veneno, en vez de sangre.
Los dioses
reunidos en asamblea eligen a Marduk como salvador, lo invisten de guerrero
dotándolo de poder y le dicen: "Tú eres importante entre los dioses
mayores; de ahora en adelante tus órdenes no serán alteradas, lo que tú digas
se hará verdadero, tu palabra no será en vano. Ninguno de los dioses usurpará
tus derechos".
Y así Marduk
forma siete tempestades, levanta su maza, que es el diluvio, monta en su carro
de guerra y se va a combatir a Tiamat rodeado de su ejército formado por
dioses. Se entabla una singular batalla. Desplegando su poderosa red, Marduk
envuelve con ella a Tiamat quien abre sus inmensas fauces con intención de
tragárselo, pero Marduk envía a los vientos para que se las mantengan abiertas
y le arroja una flecha que traspasa su corazón, hiriéndola de muerte. Una vez
que ha alcanzado la victoria, Marduk destroza el cadáver de su adversaria, le
corta sus arterias y los vientos esparcen su sangre, corta en dos partes el
cuerpo y levantando una de ellas forma el cielo. Esto significa que con los
restos de Tiamat crea el mundo y con ello el orden. Entonces ¿con los restos
del caos se creó el mundo? ¿Hay peligro latente de que la inestabilidad, el
caos vuelve a surgir? [...]
Por su parte,
Thorkild Jacobsen nos ofrece la siguiente interpretación del mito de Marduk y
Tiamat:
Posiblemente
esta batalla entre Marduk, o Enlil, y Tiamat, entre el viento y el agua, sea
una interpretación arcaica de las inundaciones primaverales. Cada primavera,
las aguas inundan la llanura de Mesopotamia y el mundo del hombre mesopotámico
se convierte en un caos acuoso o, más bien, en el "caos primordial"
hasta que los vientos barren las aguas y la tierra se seca de nuevo. Es posible
que al decirse que los vientos esparcen la sangre de Tiamat se esté haciendo
referencia a este fenómeno.
EL MITO EN CHINA
La cultura
china es una de las más antiguas. Se inicia hacia el año 100 000 a. C. Hacia el
tercer milenio atraviesa por el Neolítico, en el segundo surge la Edad de
Bronce, en el siglo xv aparecen los primeros escritos.
Así como en
las demás culturas del mundo antiguo, encontramos en China un pensamiento
prefilosófico nutrido de relatos mitológicos y mágicos, pero también una gran
tradición de filosofía práctica en la que se revela la sabiduría de sus
pensadores tales como Confucio, Lao Tsé y Mo Tsé.
George Thomson
observa un interesante paralelismo entre los griegos y chinos antiguos. “Ambos
pueblos sobresalieron en un periodo muy temprano, tanto en filosofía como en
poesía, y también ejercieron una sostenida influencia sobre pueblos vecinos en
el lejano Occidente y en el extremo Oriente".
Los chinos
también, como en el caso de Mesopotamia, sostuvieron una correspondencia entre
la naturaleza y la sociedad. Su cosmovisión revela la conformación de un orden
perfecto.
El nombre
chino para China (Chung Kuo) significa el Reino Medio, esto es, el medio del
mundo. En el medio Je este reino yacía la capital imperial, que comprendía el
Altar del Sol y la Morada del Destino. El Altar del Sol era un montículo
cuadrado, que representaba el espacio, pues la tierra y el espacio se
imaginaban cuadrados. Se hallaban cubiertos en su parte superior con tierra
amarilla, pues el amarillo era el color del centro. Sus cuatro lados
correspondían a los cuatro puntos cardinales y estaban pintados de rojo (el
Sur), de verde (el Este), de blanco (el Oeste) y de negro (el Norte). Al ser
investido un príncipe por el emperador con el señorío de un dominio, tomaba un
terrón de tierra del montículo, rojo, verde, blanco o negro, según el lugar en
que se hallaba situado su dominio. Se imaginaba que el reino consistía en un
cuadrado rodeado por cuatro bandas rectangulares ordenadas como las cajas chinas,
con sus lados enfrentando a los cuatro puntos cardinales. La región central era
la capital, en la que residía el emperador; las tres regiones restantes
pertenecían a los príncipes, divididos en tres grados; la quinta representaba
la región de la frontera, más allá de las cuales se ubicaban las tierras de las
cuatro tribus bárbaras y los cuatro mares.'
Al igual que
en otras viejas culturas, en un momento dado los chinos acallaron sus dudas,
sus grandes interrogantes, por medio de mitos poblados de seres fantásticos,
por terribles monstruos, serpientes de agudos colmillos, aves gigantescas,
dragones, que vomitan fuego, etc., criaturas singulares que habitaban en el
mar, los ríos, la tierra y las montañas. Un mito habla, por ejemplo, de cómo se
creó el mundo a partir del caos. Cuando aún no existían ni el cielo ni la
tierra, el caos era como un huevo de gallina; dentro de ese huevo se engendró
Pan-Ku, un héroe fabuloso. Transcurridos muchos miles de años, el caos se
abrió, escapando de manera incontenible los elementos, que dieron origen al
cielo y a la tierra. En otra versión de este mito cosmogónico se cuenta que a
la muerte de Pan-Ku el mundo se creó de las distintas partes de su cuerpo. La
cabeza se convirtió en las cuatro montañas o puntos cardinales; sus ojos en el
Sol y la Luna; de su grasa se formaron los ríos y los mares, sus cabellos
fueron las plantas, sus lágrimas dieron vida a los ríos y mares, su aliento se
convirtió en el viento, su voz dio origen al trueno y sus ojos se convirtieron
en rayos. Otro mito nos habla de cómo fue creado el hombre: Pan-Ku, durmiendo
la siesta, notó que recorría todo su cuerpo un molesto escozor. En un principio
pensó que se trataba de una erupción, pero no tardó en comprobar que la causa
era otra cosa. Advirtió que unos insectos saltarines, pequeños y grises, eran
los culpables de su malestar.
Se trataba de
pulgas. Pan-Ku sacudió sus ropas y las pulgas, al caer al suelo, se
convirtieron en seres humanos, pues no podían seguir siendo irracionales
después de haber probado la sangre de un dios.